Jorge Riechmann: Bailar sobre una baldosa. Apuntes sobre la belleza, la atención y la injusticia (Diario de trabajo). Zaragoza, Eclipsados, 2008. €16.00. 647 pp.

 

EL BLOG DE JORGE

 

Jorge Riechmann es un poeta, ensayista, traductor y profesor universitario cuya contribución a la ética aplicada es bien conocida entre nosotros. Además de vicepresidente de la asociación Científicos por el Medio Ambiente (CiMA), Riechmann ejerce como uno de los principales “intelectuales orgánicos” de los movimientos sociales ecologistas, socialistas, feministas y animalistas en España. Y si Jorge tuviera un blog, que no lo tiene, este libro recoge las entradas que en él habría escrito desde el 29 de junio de 2004 al mismo día del año siguiente.

Como es sabido, el término blog procede de la unión de las palabras web y log, y suele referirse a un diario en Internet; el término bitácora, en referencia a los antiguos cuadernos de los navegantes, se utiliza preferentemente cuando el autor escribe sobre su vida como si fuese un diario. Wikipedia nos dice que log en inglés es “diario”, pero no tan deprisa: supongo que habrá etimologías varias, pero la que más me gusta recordar es que log es el “tocho” en el que los informáticos suelen apuntar las incidencias de un sistema, que acaban por crear auténticos ladrillos de papel impreso. O sea, que log sólo es diario en sentido figurado; literalmente es leño o tronco.

Aunque este libro tenga dimensiones de ladrillo su lectura no resulta nada pesada, pues avanza alternando lo personal y lo literario con lo social y lo ecológico, y uno no lamenta el destino de los troncos que habrán caído para aportar su celulosa a estas páginas. Consciente de su pertenencia a la “Orden de los Predicadores Laicos” (p. 539), el autor trata con tanta atención lo más pequeño y cotidiano como los grandes temas y catástrofes de nuestro tiempo.

Henry D. Thoreau comparó llevar un diario con mantener una correspondencia epistolar con los dioses. En este caso, se diría que los corresponsales divinos de de Jorge Riechmann son las Erinias, esas furias griegas que castigan la hybris humana o transhumana y que, según Heráclito, impedirían a Helios cambiar el curso del sol a través del cielo. Ese tema de la autocontención, al que Jorge ha dedicado toda una trilogía de ensayos (Un mundo vulnerable, Todos los animales somos hermanos y Gente que no quiere viajar a Marte, todos recientemente publicados en Los Libros de la Catarata), retorna en este libro cuyas epístolas abordan, entre otros temas, el cambio climático, el abuso de cierta jerga sobre la “sostenibilidad”, la vida literaria y política española, o la relación humana con el paisaje y los demás animales. A Jorge le gusta mucho esa “forma de diálogo” que es la cita y, al igual que en esos libros, las notas están llenas de referencias, datos e información adicional, en ocasiones de primera mano gracias a los otros “corresponsales” de Jorge, humanos entre los que se cuentan autores tan destacables como Javier Echeverría o Enric Tello, y también no humanos (como su perrito, Humo).

Para defender lo que a su juicio cabe defender (“un humanismo modesto, autolimitado, autocrítico, no denegador de la contingencia humana, crítico del ‘progreso’ y amigo de la naturaleza, que reconozca tanto aquello que nos asemeja a los demás animales como aquello que nos diferencia de ellos”, p. 530), Riechmann no renuncia a lo mejor de la Ilustración, a su frágil racionalidad y al proyecto de una autonomía laica. Contra tecnólatras y neoluditas, Jorge no rechaza la técnica como tal (pp. 477, 486) ni tampoco el liberalismo (pp. 526, 516-7), sino que busca, como Thoreau en Walden, que mercado y ciencia no se reduzcan a medios mejorados para un fin aún por mejorar. Para ello, su estrategia pasa por un cambio de mentalidad que buscaría reconciliar lo mejor de la tradición occidental con la finitud, la mortalidad, la corporeidad (y la feminidad), rechazando las tentaciones de lo absoluto, de la perfección y del fanatismo. Una propuesta de recuperar lo lento y lo atento, rechazando las veleidades faústico-tecnológicas y otras formas de consuelo metafísico presentes en el mercado de las ideas; construir a partir de trabas y limitaciones (p. 567) y situarse, al menos mentalmente, fuera de la institución académica.

Tal vez el libro se hubiera beneficiado de algo más de criba, pero todo blog tiene algo de cajón de sastre. Aunque sea sobre la baldosa de un jardín en una casita de Madrid, este viaje alrededor del año no defraudará a quien desee compartir la vida y biblioteca (unas lecturas con mucha vida, y una vida con muchas lecturas) de uno de los intelectuales españoles más importantes y activos del momento. Pues, como dijo Epicuro, poco más hace falta si jardín y biblioteca están próximos.

Para terminar, selecciono unos fragmentos que no suponen una muestra representativa del enorme abanico temático de este diario de trabajo, pero que pueden dar una idea de algo de su tono e intención:

“El ser humano es animal radicalmente lingüístico, y tiene por ello una necesidad radical de sentido; y es animal radicalmente social, de lo que se sigue una necesidad radical de reconocimiento. Si ignoramos estas dos obviedades, no entenderemos nada de nuestra vida político-social.” (p. 69)

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“Según se vive, así se muere. Es una de las verdades que se aprenden en hospitales, asilos, residencias de ancianos...” (p. 108)

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“Formulado en negativo, se trata de no dañar; en positivo, de cuidar la vida. (Bases para una ética ecológica —y para una ética general.)” (p. 126)

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“Una parte muy considerable del arte de un escritor —como el arte de un químico— consiste en formular bien. Pero si acuñar una combinación perdurable de palabras es un logro que nos cuesta tanto, ¿por qué no conservar y transmitir —citando literalmente— esos logros? Me gusta mucho esa forma de diálogo que es la cita.” (p. 134-5)

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“Lo malo de los profesores es que tenemos demasiadas respuestas, Ser un buen profesor implica un esfuerzo constante, indesmayable, por poner entre paréntesis todas esas respuestas para ser capaz de poder volver a encontrar las preguntas.” (p. 162)

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“Prioridad del mal: no tenemos una idea muy clara de la justicia, pero sí que reconocemos fácilmente las injusticias. Puede costarnos definir con precisión la dignidad humana, pero sí que identificamos bien las formas de humillación e indignidad... En esto como en otros asuntos, docta ignorantia.” (p. 287)

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“‘Sé poeta un instante y hombre todos los días’, reza uno de los aerolitos de Carlos Edmundo de Ory. El gran Kenneth Rexroth decía: ‘Qué fácil es ser artista, y qué difícil es ser maduro’.” (p. 414)

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“La tarea de la primera mitad de la vida es aprender a vivir; la de la segunda mitad, aprender a morir.” (p. 490)

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“Algunos, con muletas visibles; todos, con muletas invisibles.” (p. 523)

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“Me niego a aceptar que ‘humanismo naturalista’ sea una contradicción en los términos.” (p. 530)

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“Lo que busca un poema es decir la verdad, con la peculiaridad de que la verdad no preexiste a la búsqueda del poema.” (p. 556)

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“Los jóvenes tienen grandes reservas de energía para desdeñar (y ser injustos). Después, vale más reservar la energía para mejores fines.” (p. 584)

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“No se puede discurrir sobre ética de forma especulativa, sin contrastar ideas y razonamientos con los resultados pertinentes de la ciencia. No se puede, en pleno siglo XXI, prescindir de lo que aportan las neurociencias, las ciencias cognitivas, la primatología, la etología, la biología evolutiva, la sociología, la etnología...” (p. 622)

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“Aceptar límites no es la negación de la libertad: es la condición de la libertad.” (p. 625)

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“Si no podemos aceptar la finitud humana, tampoco lograremos superar la crisis en nuestra relación con la naturaleza.” (p. 646)

 

Bibliografía