A nadie escapa que quedan, numerosos aspectos de la Ley de Medidas Integrales contra la Violencia de Género y de la Ley de Igualdad por desarrollar y aplicar. Una, en concreto, remite a la responsabilidad social y cívica de los medios de comunicación. El caso Ana Orantes en 1997 fue el detonante para una concienciación masiva sobre este problema en la sociedad española. Una mujer, a petición propia, comentaba en un programa de televisión su amarga vida llena de humillaciones y maltrato. Poco después su marido incendió su casa y ella murió en su interior. El “info-drama” sirvió para dar eco al trabajo de innumerables asociaciones feministas que venían denunciando el problema social de la violencia contra las mujeres. En la última legislatura ese trabajo social y político se ha concretado en que el gobierno de Zapatero haya tomado cartas en el asunto situando a la violencia machista como prioridad en la agenda política nacional.

 

El efecto de los medios de comunicación en este tema está siendo cuantificado: “El 50,4% de las muertes por violencia de género se producen dentro de los tres primeros días después de un asesinato machista previo. Éste es uno de los datos que revela un informe del forense Miguel Lorente para la Junta de Andalucía y que, junto a otros estudios, ha servido de base para que el Gobierno se planteara la necesidad de pedir a los medios de comunicación un "código de autorregulación" sobre las noticias relacionadas con esta materia.” Lo anterior lo leemos en el periódico digital Mujeres en red.

Hace no mucho, un programa de televisión dedicado a banalizar y a mercantilizar los sentimientos humanos, el Diario de Patricia, “permitió” que el agresor se encontrará con la víctima, que ya había decidido no  proseguir la relación, en un plató televisivo para representar una grotesca escena de telenovela barata. El degüello de la víctima, Irina, fue el episodio ulterior.                                  

El romanticismo de telenovela y reality show es romanticismo basura: supuesto amor, celos,  posesividad, venganzas, arrepentimiento, infidelidades... Todo consagra un modelo sancionado por los medios de comunicación de relaciones humanas insanas y temerariamente peligrosas en las que el amor se confunde con el control y la dominación. Te doy mis ojos , la película de Iciar Bollain, intentó explicitar el nudo de posesividad y violencia de la "cuestión incomprendida" del mal llamado "maltrato doméstico" que años antes nos había explicado en un libro excelente Ana María Pérez del Campo. Los estereotipos de la virilidad poderosa y la sumisión femenina los encontramos, además, convenientemente “modernizadas” en revistas para adolescentes-Ragazza, Superpop, Bravo,...- sin que padres, madres y educadores nos demos ni cuenta. Son auténticos manuales de sexismo para chicas. Programas como SuperModelo canonizan la humillación y el desprecio a las supuestas reinas de la pasarela. Para los varones queda la nueva incursión televisiva del Pressing Catch, los videojuegos violentos y los héroes deportivos.
Cuestionar los estereotipos femeninos y masculinos en los medios de comunicación es una tarea de los profesionales de los medios, tanto como de los educadores y de la sociedad civil, si dan algo de crédito al concepto de responsabilidad social. Los llamados a la libertad de expresión no pueden encubrir el morbo y el sensacionalismo más burdo. El deber moral de construir una sociedad sin violencia y con igualdad entre los sexos debe ser un compromiso de los periodistas a través de una autorregulación responsable sino quieren que la sociedad y los poderes públicos tomen cartas en el asunto. De hecho, voces autorizadas avisan de que la autorregulación no ha funcionado y que tenemos que avanzar a un modelo de co-regulación con presencia de la sociedad civil en organismos independientes como Consejos Audiovisuales. El espacio de las ondas es un espacio público y las concesiones a las empresas no pueden suponer carta blanca al “todo vale”. Recientemente el periódico Público se ha comprometido con un décalogo a este respecto[1]. La libertad no lo es sin responsabilidad. Los malos tratos contra las mujeres no pueden ser banalizados ni frivolizados en los programas de la tarde que, además, están en la franja de horario infantil. Los Consejos Audiovisuales velarían por  el respeto de los derechos y libertades, garantizarían el cumplimiento de la normativa audiovisual que regula la programación y la publicidad, y asegurarían la observancia de las directrices europeas y de los tratados internacionales relativos a esta materia. Victoria Camps, consejera en el Consejo Audiovisual de Cataluña ha declarado que “no se puede jugar con fuego y no quemarse alguna vez” en referencia al caso del Diario de Patricia.El sexismo en los medios de comunicación, desde la prensa escrita hasta Internet, es ubicuo, a pesar de la creciente conciencia social igualitaria. Hoy los medios de comunicación (mal)educan a nuestros niños, niñas y adolescentes y tienen un mayor impacto que la familia y la escuela en el proceso de socialización. Los video-juegos ganan en el mercado a las películas y a la música, juntas,y, mayoritariamente, fomentan, en el sector masculino, la violencia frente al “enemigo”. Habrá que plantear con seriedad la formación de los educadores, periodistas y publicistas en una ética igualitarista, que impida la banalización y la irresponsabilidad, para que puedan dirimir con garantías el contenido de su quehacer diario y colaboren al cambio cultural que erradique la violencia contra las mujeres.   

[1] http://www.nodo50.org/feminismos/spip.php?article230

 

Comentarios


¿cuestión de genero o de moral?

Lunes, 04 Enero 2010 14:22
Eneritz

En una sociedad donde los medios de comunicación son considerados como el cuarto poder, es muy importante establecer una serie de normas morales. La libertad de expresión no justifica un “todo vale” por que no todo vale. La violencia de genero es un tema difícil a tratar por los medios de comunicación, por una parte porque su deber es informar de lo que ocurre en el mundo y no ocultar que en pleno siglo XXI la mujer sigue siendo sumisa al hombre. Aunque en la vida publica la mujer haya conseguido grandes avances, en lo que a la vida privada se concierne le queda aun mucho camino por recorrer. ¿Donde se encuentra la raíz de este problema? Hay muchos factores que hacen de esta sociedad una sociedad sexista, pero podríamos decir que la educación juega un papel clave. Desde nuestra más tierna infancia se nos educa dependiendo de nuestra sexualidad, por ello, las chicas juegan con muñecas, cocinitas y fregonas, mientras los chicos se divierten con boxeadores, muñecos de héroe y cochecitos. Sin embargo la educación no es sólo cosa académica o familiar, los medios de comunicación forman un papel muy clave. A día de hoy, estos medios educan o mal-educan tanto como la familia o la escuela.  Dado la gran importancia que tiene la educación en la estabilidad y futuro de una sociedad, y visto el papel influyente que juegan dichos medios, lo lógico sería olvidarnos del negocio por unos instantes, abrir los ojos y comprender que en temas como la violencia de genero lo importante no son los indices de audiencia sino el denunciar el problema, ayudar a frenarla y erradicarla.