Por Mónica Humeres Riquelme

“Los malestares sociales sólo tienen existencia visible cuando los medios hablan de ello, es decir, cuando los periodistas los reconocen como tales”. Patrick Champagne “La visión mediática” en “La miseria del mundo” de Bourdieu.

No es necesario realizar un estudio para comprender que el tema de la pobreza es casi invisible en los medios de comunicación, no obstante, hay algunos que indican que lo que se escribe de este tema en la prensa alcanza el 1%.

Cada año mueren 18 millones de personas por temas relacionados directamente con la pobreza, y aun así parece ser un tema que no merece espacio en la prensa. De esta forma los comunicadores de todo el mundo estamos contribuyendo a que la pobreza siga invisible y por lo tanto inexistente para quienes no la vivimos directamente. La invisibilidad del tema tiene una particular importancia en los países ricos, ya que son los que poseen el potencial económico y político para cambiar los modelos que perpetúan la injusticia.

Pero más allá de lo poco que se habla en los medios, cuando se le otorga espacio al tema, pareciera que se hace respondiendo a una ferviente pasión por los indicadores, que exaltan si subió o bajó el número de pobres. Parte de esta afición está fomentada por el difundido Primer Objetivo de Desarrollo del Milenio de la ONU, que estipula que las naciones deben reducir, a la mitad, la pobreza extrema para el año 2015 (basándose en el sistema de medición del Banco Mundial 1 dólar/día).

Esto no sería tan contraproducente si se tratara de un objetivo basado en metas sensatas.

El Objetivo de la ONU, incuestionado por los medios de comunicación, da a entender que un gran número de personas saldrán de ese estado paupérrimo en algunos años y luego quedarán pocos. Sería importante que antes de celebrar, discutiéramos sobre la cualidad de la meta. Thomas Pogge en su libro “Hacer justicia a la humanidad” detalla una serie de falencias que hacen que ese elogiado Primer Objetivo resulte un completo engaño retórico.

Algunas críticas que el autor le hace a este Objetivo —reducir a la mitad la proporción de la población que sufre de hambre y pobreza extrema para el 2015— indican que:

Primero: Se establece reducir la proporción (y no un número) de la población que sufre hambre y pobreza extrema. Al aumentar la población la proporción significa menos esfuerzo que reducir un número. La clave está en el incremento de la población de referencia. La población humana creció un 18.6% en el periodo 2000-2015, consecuentemente, la cantidad de población extremadamente pobre considerada aceptable en el 2015 también se incrementa en un 18.6% así la programada reducción de pobreza se reduce en este mismo porcentaje.

Segundo La ONU especifica el final del periodo del plan pero no dice nada del comienzo. Puede pensarse que la línea de base es obvia correspondiendo al año en que se adoptan los ODM`S, el año 2.000, sin embargo, la ONU emplea 1990 como línea de base expandiendo el plan (aparente de 15) a 25 años. La proporción de gente extremadamente pobre no debe exceder en 2015 un medio de la que era en 1990. La reducción de pobreza en China, el país más poblado del mundo, fue alcanzada en 1999 ¡un año antes de los ODMs!

Tercero: El punto de referencia escogido es demasiado bajo, ya que está por debajo del coste mínimo de alimentación doméstica dentro de los límites calóricos. No se corresponde con una renta que llegue a pagar al menos tan sólo a comida.

Cuarto: El Banco mundial promedia cada bien o cada servicio en proporción a su cuota de gasto en el consumo internacional (Poder de Paridad Adquisitivo). Sin embargo, las necesidades básicas cuestan sustancialmente más en los países pobres de lo que corresponde a las PPA del consumo general. Este error tiende a agravarse ya que los productos alimenticios constituyen una participación decreciente, y los servicios una ascendente, en la cuota de consumo internacional.

En otras palabras, la cesta de consumo contiene cada vez más servicios y menos alimentos.

Estas falencias hacen que la meta de reducir la pobreza sea engañosa, lo cual es bastante grave considerando que se trata de un problema que causa la muerte a 50.000 personas al día y que esto se podría evitar. Informar sobre esto es lo mínimo que los comunicadores debiésemos hacer; que los ciudadanos nos enteremos de que el 1° Objetivo del Milenio, que nuestras naciones han establecido en nuestro nombre, es completamente insuficiente dada la gravedad del asunto.

Evidentemente no estaríamos cambiando la condición miserable en la que viven muchas personas, pero es un paso para pensar en otras cosas. Es urgente que las personas que viven en situación de pobreza “existan visiblemente” con mucha más frecuencia, profundidad y sentido crítico en los medios de comunicación.

Como señala Pogge, cada ciudadano es responsable; asimismo a través de sus instituciones y especialmente de sus gobiernos.