Karl-Otto Apel entiende que una "cultura" es una "tradición de valores ético-religiosos".

Las sociedades multiculturales reúnen en su seno diversas culturas. Habitualmente una de esas culturas es la dominante y las demás quedan relegadas, distinguiendo entre "cultura de primera" y "culturas de segunda". No es posible sentirse un verdadero ciudadano cuando la propia cultura se considera inferior a la dominante. ¿Cómo lograr una mayor igualdad entre las culturas?

El multiculturalismo consiste en un conjunto variado de fenómenos sociales, que derivan de la difícil convivencia y/o coexistencia en un mismo espacio social de personas que se identifican con culturas diversas.

Las posibles maneras de afrontar el multiculturalismo han sido las siguientes:

1.- "Appartheid": separación de los diferentes grupos culturales.

2.- Asimilación: a los inmigrantes se les pide abandonar la propia cultura y adoptar la del nuevo país. Así funciona el melting pot de Estados Unidos. El asimilacionismo espera que los miembros de las culturas relegadas se asimilen a la central.

3.- A partir de 1970 se impone la idea de que diversos grupos están legitimados para mantener sus diferencias culturales.

¿Crees que en España existe una cultura "de primera" y varias culturas "de segunda"? ¿Cuáles son los rasgos de la "cultura de primera"? ¿Podrías nombrar a algunas "culturas de segunda"? ¿Por qué crees que esas "culturas de segunda" se encuentran en una relación de inferioridad? ¿Cómo deberíamos resolver esa desigualdad?

 

Comentarios


Liga y copa... de culturas

Lunes, 23 Marzo 2009 15:56
Antonio Casado da Rocha

La pregunta que inaugura esta sección es verdaderamente interesante y por ello me voy a animar a soltar algo sin elaboración preliminar. Ciñéndonos a España, creo que en efecto existen varias culturas en litigio y que a veces surgen conflictos entre ellas, provocando dilemas morales a los ciudadanos que han de optar por las indicaciones de una u otra. Pero el territorio me parece demasiado amplio como para identificar una cultura de 1ª y las correspondientes culturas minoritarias o subalternas. Y ello porque, en el fondo, la pregunta por las culturas es como la pregunta por el poder. Si me preguntas quién posee el poder en España, puedo señalarte al partido que ocupa actualmente el gobierno central en Madrid, pero no sería exacto porque para (y sobre) cualquier ciudadano español el poder se ejerce mediante otras varias instancias además de esa: para empezar, el poder autonómico y municipal, cuyo signo político no tiene por qué coincidir con el primero. Como la cultura dominante a nivel estatal no tiene por qué ser la cultura dominante en mi comunidad autónoma, región o municipio, lo que tenemos es un multiculturalismo plural o de varios niveles, una constelación cambiante de culturas cuyo poder relativo va fluctuando de manera rápida. Así, en un sólo día un sólo individuo puede pasar del influjo de una cultura dominante al de otra, convirtiéndose la primera en dominada. Por usar una imagen del fútbol, en la lucha entre culturas me parece que hay varias competiciones en marcha al mismo tiempo: tenemos la Liga entre los equipos más potentes, pero también una competición (que en España se llama la Copa) en la que a veces se dan sorpresas y los equipos de segunda pueden apabullar a los de primera.

Individuos de primera e individuos de segunda (y de tercera, y de cuarta ...)

Martes, 24 Marzo 2009 09:45
Txetxu Ausín

Me animo a terciar en el interesante debate que se plantea sobre las culturas. En primer lugar, creo que se parte de una visión un tanto "esencialista" del término 'cultura'. Debatir sobre ello nos llevaría lejos pero, si bien no es posible concebir a los humanos al margen de comunidades y grupos sociales, también hay que decir que esos grupos y comunidades, esas 'culturas', son algo extraordinariamente dinámico, flexible, plural y variable, tanto en el tiempo como en el espacio. Por ello, es difícil hablar de que un individuo pertenece o se identifica absolutamente con 'una' cultura y, en consecuencia, hay que reconocer que los grados de pertenencia e identificación con comunidades y grupos son variables y cambiantes; y que, además, estos grupos establecen numerosas relaciones y contactos, interactuando y, afortunadamente, superando los compartimentos estancos donde los fundamentalismos de todo tipo, el nuestro y el de los otros, suelen tender a constreñirnos. Pero esto no es todo. Entiendo la pregunta sobre culturas de primera y culturas de segunda no estrictamente en términos de grupos, sino en términos de individuos. La marginación y el rechazo de determinados grupos o rasgos culturales encubre, las más de las veces, otro tipo de problemas relativos a la pobreza, la injusticia, la falta de acceso a la educación, etc. Más bien se trata de individuos de segunda, y de tercera, ... en términos de recursos económicos, de formación, de derechos,... Y no hace falta analizar únicamente el presente en un país como España, donde se ha producido recientemente una importante incorporación de inmigrantes a nuestra sociedad; pensemos en la proverbial marginación de la comunidad gitana o incluso en las bolsas de exclusión que se produjeron en la segunda mitad del siglo XX como resultado de la emigración interior hacia zonas de España más desarrolladas económicamente (p.e. el País Vasco y Cataluña). Al final, buena parte de la discusión "culturalista", que no toda, entiéndaseme bien, remite a otro tipo de problemas de orden económico, laboral, educativo o jurídico. Algunos de estos elementos (el derecho, la religión) forman parte evidente del sustrato cultural -de la superestructura, si nos remitimos a la vieja terminología marxista- en el que se mueven los individuos; pero otros tienen más que ver con la pobreza, el trabajo, los recursos económicos -el poso subyacente de la infraestructura. Me permito también reproducir una cita de nuestro colega Armando Menéndez, "Culture reasons and culture of reasons", en Fathi Triki et al. (eds.) Formes de rationalité et dialogue interculturel, Georg Olms, 2006, p. 247: "Intercultural dialogue seems to be a euphemistic phrase, used to avoid mentioning some tricky problems related to our coexistence, like religion, human rights, poverty, justice, ... But we need to talk about these problems and try to solve them. Either we promote and spread the culture of reasons, or we shall be trapped by untouchable reasons of culture.

Cambio cultural

Lunes, 04 Enero 2010 22:51
Pablo

Me gustaría empalmar este interesante debate con una reseña del libro “Una ética para laicos”, de Richard Rorty. Pretendo aplicar las relevantes ideas filosóficas que expone en el libro a algunas cuestiones éticas actuales relacionadas con la interculturalidad. Por ejemplo el tema de la laicidad del estado español. Rorty comenta en su articulo como el Papa Benedicto XVI argumento es su época de cardenal que el relativismo (entendido este como el respeto ha diferentes ideologías), en el cual está basada la democracia, se ve hoy en día como algo ilimitado; y proponía la necesidad de ponerle límites.A mi parecer, este tipo de argumentación tiene como finalidad que la cultura católica sea impuesta al conjunto de la sociedad. Esta clase de imposición se dio en España por parte de la iglesia en connivencia con el franquismo durante cuarenta años de dictadura. La transición no eliminó del todo rasgos del anterior régimen nacional-catolicista: por ejemplo, las ayudas económicas que la iglesia recibe del estado o la imposición del crucifijo en las escuelas públicas.Sectores de la Iglesia española han argumentado ha favor los crucifijos en de las escuelas que la cultura católica ha formado parte importante de nuestra historia; sin embargo, eso no justifica que deba imponerse ha personas que no quieran participar en ella; la única cultura que debemos compartir todos es la cultura democrática; más allá de ésta, cada individuo debe de ser libre de elegir que cultura quiere profesar y cual no.Más bien, las reacciones recientes en contra de retirar este símbolo reflejan como los sectores conservadores de la iglesia católica pretenden evitar el camino hacia un estado aconfesional y plenamente separado de la religión cristiana, manteniendo así sus privilegios, heredados por la dictadura de Franco.  Volvamos a las cuestiones más estrictamente filosóficas del articulo. La visión conservadora que la Iglesia propone es fruto de la tradición platónica, en la que, como apunta Rorty, se aspira a la inmaterialidad y la infinitud. Por el contrario, Rorty tiene una visión progresista, mas vinculada al epicureismo, a Nietzsche y a las ideas del Marques de Condorcet. Frente al fundamentalismo y conservadurismo de Benedicto, Rorty propone “la apertura a nuevas posibilidades, la disponibilidad para tomar en consideración todas las sugerencias acerca de aquello que podría aumentar la felicidad humana”; y es que, “estar abiertos a un cambio de doctrina es el único modo de evitar los males del pasado”. En esta tradición progresista, se ve necesario romper con la tradición e imaginar y crear nuevas culturas y nuevas formas de organización social. Este tipo de ideas sobre el progreso nos ayudan a entender mejor lo que puede significar y cual puede ser el funcionamiento del tan mentado actualmente concepto de “innovación” en las diversas culturas humanas.

RORTY Y CULTURA DE MASAS

Sábado, 13 Marzo 2010 22:31
ION ARRIETA VALERO

Deseo hacer una aportación al debate aquí abierto. Como compruebo que la discusión se ha dislocado en dos partes, me permitiré agregar una reflexión a cada una de ellas. Con respecto a "Una ética para laicos", no creo que la pretensión última del progresismo por el que aboga Rorty sea tanto --como parece apuntar Pablo-- romper con la tradición, cuanto abrir la existencia humana a nuevas posibilidades, esto es, "tomar en consideración todas las sugerencias acerca de aquello que podría aumentar la felicidad humana”. Si en la tradición se encuentran elementos susceptibles de aumentar dicha felicidad, no veo --y en esto creo que Rorty me secundaría-- por qué no hemos de hacer uso de ellos. Rorty no critica a la Iglesia por mantener ideas que a buen seguro considera viejas o incluso desfasadas. Lo que le achaca es que su actitud e influencia social reducen significativamente la felicidad humana. Lo que a Rorty le preocupa no es tanto que la Iglesia conciba la "naturaleza humana" como algo estable, definido y acabado (posición legítima y digna de consideración). Lo que rechaza es que pretenda elevar a lo más alto esa concepción del ser humano, en detrimento de las demás, e imponerla como punto de referencia y obligación moral. Y es que, a juicio de Rorty, "no tenemos otras obligaciones morales que la de ir alternativamente ayudándonos a cumplir nuestros deseos, alcanzando con ello la máxima felicidad posible" (p. 14). Y en relación al problema de la cultura de primera y las culturas de segunda, lo cierto es que nos enfrentamos a un problema de grandes dimensiones. En primer lugar, semánticas: la palabra "cultura" es tremendamente poliédrica y, por ende, ambigua y difusa. La palabra "cultura" es una de esas palabras que ha triunfado en nuestros días, y se usa con tal profusión que en numerosas ocasiones pierde su sentido. Así, ¿qué significan expresiones tales como "la cultura empresarial" o "la cultura de los partidos? Por no hablar de expresiones aún más rocambolescas como "la cultura del botellón" o la "cultura del bacalao". Con respecto a la cultura que creo se está apelando aquí --la cultura etnográfica, antropológica o popular--, yo también pienso que estamos asitiendo a la configuración de culturas de primera, segunda, etc. Pero si lo miramos desde otro prisma, desde el prisma de la "cultura de masas" (y aquí me viene como anillo al dedo la metáfora futbolística que ha utilizado Antonio), lo cierto es que esta distinción entre inidviduos de primera y segunda pierde su sentido, ya que todos estamos inmersos en ella y consumimos en mayor o menor grado los productos culturales que genera su industria cultural. Todos --seamos ciudadanos de primera o segunda, seamos muy o poco "cultos"-- sabemos quién ese Ronaldo o hemos oido hablar en alguna ocasión de Belén Esteban.

LENGUAS

Sábado, 20 Noviembre 2010 11:50
Rebeca

Como una amante defensora de todas y  cada una de las lenguas, que es como me considero, me gustaría comenzar diciendo que no creo en culturas de 1º, 2º o 3º orden sino en una cultura humana, término usado en Antropólogía, formada y enriquecida a base de numerosas culturas. A primera vista, y remitiéndonos al territorio denominado España, para no ofender a nadie, parece ser que solo hallamos cuatro "culturas", catalana, gallega, castellana y vasca. De este modo, sevillanos y pucelanos compartirían  los mismos modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. que es como define la R.A.E el término "cultura". No estoy de acuerdo. Sin embargo no se tiran los trastos a la cabeza para tratar de diferenciarse unos de otros y a la vista de esta definición, podrían hacerlo perfectamente. Opino que el problema, como afirma Ramón Lodares, es otro: la simbiosis entre economía y lengua, o lo que a mi entender es lo mismo, lengua y política. O...¿tienen la misma relevancia el catalán y el gallego en estas discusiones linguísticas? ¿Es que ambas no son lengüas? o ¿es que una es la "hermanita pobre" de la otra? Entonces señores, no lo disfracemos, no nos importan nuestras tradiciones ni la lengua en que expresamos nuestro pensamiento y creencias...sino "la pela"y el "quedar por encima de". Tras la abochornante época en la que las lenguas peninsulares quedaron abocadas a ser tratadas en el seno del hogar o incluso olvidadas ante la primacía del castellano, (permítaseme insistir en que las lenguas, ni unas ni otras, tienen culpa del uso que de ellas quiere hacer el ser humano); en mi opinión hoy se lucha porque la historia se repita aunque en sentido contrario. Adquirir la competencia linguística deseada en una lengua, no debe significar la discriminación de la otra, por mucho que ésta nos traiga reminiscencias del pasado o nos recuerde unos colores -de hecho,todos hacemos taquilla a películas estadounidenses, de las de banderita, claro, y sin embargo tratamos de aprender su lengua, hoy imprescindible-. Para concluir, yo, que no he tenido acceso a poder aprender, desde la cuna, dos o más lenguas os dejo mi opinión esperando que deje de usarse algo tan bonito como el idioma como moneda de cambio de ideas que nada tienen que ver con él.

Comentario de María del Carmen Sandoval Velasco

Miércoles, 26 Octubre 2011 08:40
Antonio Casado da Rocha

¿Bajo qué criterios se establecen las denominaciones de “cultura de primera” “o cultura de segunda”? ¿Quién impone esos criterios para denominarlas así? ¿Cuál es su significado real? ¿A qué nos estamos refiriendo cuándo utilizamos dichos términos? ¿Por qué? Estas son algunas cuestiones que deben responderse si se quiere hacer uso de dichos conceptos. Dichas denominaciones han sido lo que ha desplegado dentro de las sociedades la intolerancia y falta de respeto no sólo a la diversidad cultural, sino a las mismas identidades de los grupos sociales, por el significado que se les ha atribuido.

El multiculturalismo generalmente es visto como un problema existente al interior de los estados porque “genera conflictos”, no sólo de identidad y choque de culturas, sino de intolerancia, derivado de la misma existencia de una pluralidad de culturas dentro de un mismo Estado, sobre todo desde los lentes del neoliberalismo.

No obstante, “el valor” es un elemento que debe estar implícito en el multiculturalismo. La existencia de una pluralidad y diversidad de culturas es valiosa en varios sentidos, pues debiera permitir la libertad, reconocimiento y tolerancia que deben existir al interior de un Estado en donde (que es lo que generalmente demandan los movimientos sociales emanados del pluralismo cultural). Esta misma libertad y tolerancia debiera permitir el desarrollo de diálogos plurales entre las culturas que comparten un mismo territorio, un diálogo que genere una mayor interacción social y que sea motivo de estabilidad. La misma tolerancia debería ser un factor que contribuya a la eliminación del uso de conceptos que hacen referencia a la inferioridad o superioridad de una cultura. El reconocimiento de la diferencia entre culturas no implica hacer esta distinción. El error ha estado en querer atribuirle estas connotaciones a la existencia de las diferencias culturales. El reconocerse diferentes no implica ser de “cultura de primera” o “de segunda”.