Una vez más nos desayunamos con las noticias de tramas de corrupción que afectan a diferentes niveles de la gestión pública en España. Por un lado, tenemos la corrupción municipal, ligada a la explosión inmobiliaria, que ha llevado a la cárcel tras ser imputados por los delitos de cohecho, blanqueo de dinero, falsedad documental y prevaricación urbanística al alcalde socialista de Alcaucín (Málaga) y al Jefe del Servicio de Arquitectura de la Diputación de Málaga, quedando el aparejador municipal y el asesor jurídico del municipio en libertad con cargos. Por otro lado, varios diputados regionales de Madrid y Valencia, los alcaldes de Arganda y Pozuelo y otros cargos y excargos municipales y autonómicos se han visto imputados en una trama de comisiones irregulares, sobornos y adjudicación fraudulenta de contratos (aparte de la sospecha de financiación irregular del Partido Popular). Sin entrar en los detalles de ambos casos, de nuevo se percibe un asunción casi comprensiva por parte de la ciudadanía de todas estas trapacerías alumbradas al cobijo de la función pública (política y administrativa). Incluso en Alcaucín se ha aclamado al alcalde ahora detenido y, en general, este tipo de comportamientos son poco censurados y hasta tolerados, confundiéndolos con una falsa prosperidad económica. Y en este punto llegamos al nivel macro, porque basta mirar a ese espejismo global de la economía financiera y la desregulación de los mercados, que se ha roto en mil pedazos y que nos ha conducido a una crisis económica de enormes proporciones. Aquí también se ha producido una tolerancia cuando no complicidad de los estados y gobiernos que, como recordaba José Vidal-Beneyto (“El arma del crimen”, EL PAÍS 31-12-2009), han contribuido a la arquitectura financiera (paraísos fiscales, hedge funds, opacidad de las transacciones, libertad de circulación de capitales, etc.) cuya protección jurídica venía otorgada precisamente por los estados que, a la vez, contribuían a inflar la burbuja con la incitación al crédito mediante el reducido coste del dinero impulsado por los bancos centrales. Decía Vidal-Beneyto en el artículo mencionado: “… hoy, la generalización y persistencia de las prácticas corruptas no sólo ha trivializado su uso, sino que lo han connaturalizado, inscribiéndolo, con todos los honores, en el patrimonio de los comportamientos legítimos y necesarios de nuestra contemporaneidad. Esto es lo que explica lo más perturbador del universo actual de la corrupción: su celebración no sólo por sus protagonistas y beneficiarios, sino también por quienes la sufren, por su víctimas”.

Y no podemos olvidar que la corrupción es incompatible con la democracia, siendo una de las manifestaciones más deletéreas del desgobierno de lo público, como ha repetido en su agudos ensayos Alejandro Nieto, ya que se extiende por todos los tejidos estatales hasta desvirtuar la última de sus instituciones (Alejandro Nieto, El desgobierno de lo público, Barcelona, Ariel, 2008, p.178 ).

 

Comentarios


El saludo ideológico a través de los tiempos

Viernes, 06 Marzo 2009 21:28
Txetxu Ausín

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