Podemos plantearnos algunos criterios para clasificar los sistemas morales que podemos encontrar en las sociedades reales. Shweder et al (1997) plantea un modelo según el cual hay básicamente tres sistemas éticos distintos. Uno de ellos está basado en la autonomía, y se centra en la justicia y los derechos. Las personas tienen ciertos derechos, y las transgresiones morales consisten en no respetar esos derechos. Otro está basado en la divinidad, y se centra en la pureza y establece todo tipo de normas para no contaminarse y no ser corrupto a los ojos de la divinidad. Hay un tercer sistema ético, el de la comunidad, cuyas reglas marcan las relaciones interpersonales en los grupos sociales. Se marcan los roles que cada individuo debe jugar en la sociedad, y el no atenerse a esos roles está considerado como moralmente prohibido.

Es interesante (según un estudio de Rozin et al. (1999)) que cada uno de estos sistemas está asociado a una emoción distinta. El sistema de la autonomía está asociado a la indignación (o ira, depende de contextos) (en inglés "anger"), el sistema basado en la divinidad está asociado al asco ("disgust"), y el sistema basado en la comunidad está asociado al desprecio del otro que se considera inferior ("contempt").

 

Jesse Prinz (2007) (de quien hemos tomado toda la información hasta este punto de esta entrada) sostiene que el desprecio es una mezcla de indignación o ira y asco.

 

Queremos dejar claro que a lo largo de esta entrada utilizaremos ético simplemente como asociado a las costumbres de un lugar, o más bien como asociado a lo que en una sociedad se prescribe, no como moralmente correcto.

 

Ahora planteo una pregunta: ¿Cómo veían los nazis a los judíos (asumiendo las seguras diferencias individuales que habría)?: ¿cuál era el discurso social y la manera de sentir comunitaria que tenían los nazis hacia los judíos?

 

Si tomamos la respuesta que Eichmann da en su juicio en Jerusalen, había actuado así porque era su deber. Hanna Arendt  en La Banalidad del Mal sostiene que sólo mostraba un deseo de hacer una buena carrera pero ni antisemitismo ni un daño psicológico serio que explicara su actuación en el Holocausto. Quizá, volviendo a nuestra estructura de tres sistemas habría que pensar que el sistema principal en la Alemania nazi era el comunitario. Y cuando tenían un dilema moral entre cumplir con su deber matando, o no matar sin cumplir con su deber, elegían actuar de acuerdo a las leyes, a su deber.

 

Esta idea está asumiendo que en cualquier caso (incluso cuando se trataba de matar a tus familiares) se antepondría el deber (que en este caso consistía en matar a el rechazo moral que podía causarles matar a un igual)  y, seguramente, esta idea sea incorrecta. De alguna manera los judíos eran menospreciados moralmente, considerados irrelevantes. Y nos interesa entender en qué consistía exactamente este menosprecio. ¿Les consideraban como cosas? ¿como animales? ¿como animales asquerosos (serpientes, ratas, gusanos)? En los textos educativos del nazismo (Nussbaum, 2008) se trataba de asociar a los judíos a los fluidos corporales tratando de despertar asco asociado a ellos. Por tanto, en el discurso educativo se pretendía volver irrelevantes a los judíos mostrándolos como contaminantes para la pureza del ario (en este caso, quizá al contaminarse se volvían impuros a ojos de los otros miembros del grupo, no necesariamente de la divinidad).

 

No cabe duda de que en la sociedad nazi el sistema ético basado en la comunidad tenía mucha importancia. Parece razonable suponer que la situación en la que quedó Alemania tras la primera Guerra Mundial generara un complejo de inferioridad muy grande, y que en buena parte se culpara a los judíos que habían sido tradicionalmente ricos y se habían dedicado al negocio del préstamo.  Este sentimiento de inferioridad seguramente se tradujo en ira, lo cual facilitó que  se construyera una ideología que daba la vuelta a las tornas. Y se construyó sobre la supuesta pureza racial alemana, despreciando a aquellas personas que no respetaban esa pureza, entre ellas a los judíos. ¿Basta este desprecio basado en la ira para considerar moralmente irrelevante a una persona (tanto como para que de igual matarla, y que no haya sentimientos de culpa, como afirmó Eichmann en el juicio en Jerusalen)?

 

En esta reconstrucción hemos mencionado las tres emociones que proponen Rozin et al., pero hemos eliminado el componente moral de la indignación y hemos hablado simplemente de la ira. Hay algo en este caso que hace que nos resistamos a hablar de esa ira (casi odio) en contra de los judíos como una emoción moral. Primariamente no llevó a los nazis a actuar de acuerdo a las leyes, sino que les llevó a construir unas leyes nuevas y terriblemente discriminantes hacia esas personas. Es decir, que si definimos la idea de emoción moral simplemente como aquella emoción que nos lleva a actuar de alguna forma en relación con los demás, y de acuerdo a las reglas, una vez que las leyes estuvieron establecidas, esa ira podría ser una emoción moral, pero parece que no aceptamos tan fácilmente llamarla emoción moral al principio (antes de crear las leyes). Además, es muy posible que la actuación a partir de entonces se sustentara en las otras dos emociones, en el desprecio y en el asco, y no tanto en la ira. Lo que menos nos gusta de llamar "moral" a estas emociones es que llevaron a comportamientos y acciones absolutamente monstruosos y completamente incorrectas desde un punto de vista moral (asociado a lo que es bueno)

 

Quizá podemos entender las emociones morales (y aquí no entendemos moral como simplemente asociado a las costumbres de una sociedad) como aquellas emociones que nos llevan a considerar al otro como relevante moralmente, y nos impulsan a actuar adecuadamente en ese sentido. La cuestión es en qué consiste exactamente ese "adecuadamente". Y en qué criterios nos basamos para considerar como adecuados para la consideración moral a los demás.  Según esta definición de emoción moral, parece que el desprecio no podría ser entendido como definición moral porque no parece que lleve nunca a considerar moralmente a los demás, sino más bien al revés.  Se podría defender que exponerse a cierto tipo de desprecio (exclusión grupal) puede actuar como elemento disuasorio a la hora de elegir cómo actuar. No obstante hay una distinción fundamental: este desprecio disuasorio se proyecta contra individuos concretos que antes pertenecían a la comunidad pero han hecho algo mal considerado y se les expulsa, mientras que el desprecio asociado a las estructuras basadas en la comunidad es un desprecio que se proyecta hacia grupos. El asco podría en contadas ocasiones funcionar como emoción moral (quizá la impresión que nos puede producir ver vísceras, sangre, etc. está en cierto sentido relacionado con el asco, y esta impresión puede hacer que seamos más reticentes a producir situaciones en las que veamos eso.), pero en general se puede aplicar de forma completamente inadecuada. La ira cuando está producida por las injusticias (es decir, la indignación producida cuando se trata a otro de manera inmerecida) funciona como emoción moral en este sentido, aunque cuando es odio hacia otro funciona justo al revés. Como vemos resulta complicado determinar cuándo una emoción se puede considerar moral y cuándo no.

 

En cierto sentido, en toda esta reconstrucción estamos diciendo que los nazis dejaron de considerar como moralmente relevantes a los judíos. No sé si estamos proyectando nuestra idea de los judíos en los nazis, es decir, no sé si la manera que tenemos de mirar a los judíos hoy en día como indudablemente relevantes sería inicialmente la misma de la que partían los nazis. Si alguien puede hacerme algún comentario a este respecto se lo agradeceré mucho.  También me interesa saber si hay algún escrito en el que se hable de cómo se consideraba a los judíos. Muchas gracias.

Bibliografía:

Arendt, H. (2008) Eichmann en Jerusalén: La banalidad del mal, De Bolsillo, Barcelona

 

Nussbaum, M. (2008) Paisajes del pensamiento, Paid ́os, Barcelona

 

Prinz, J. (2007), The Emotional Construction of Morals, Oxford University Press, New York

 

Rozin, P., Lowery, L., Imada, S., and Haidt, J. (1999). The CAD Triad Hypothesis: A Mapping between Three Moral Emotions (Contempt, Anger, Disgust) and Three Moral Codes (Community, Autonomy, Divinity). Journal of Personality and Social Psychology, 76: 574–86.

 

 

Shweder, R. A., Much, N. C., Mahapatra, M., and Park, L. (1997). The ‘‘Big Three’’ of Morality (Autonomy, Community, Divinity), and the ‘‘Big Three’’ Explanations of Suffering. In P. Rozin and A. Brandt (eds.), Morality and Health. New York, NY: Routledge.