A finales de septiembre abandonará España la exposición Bodies, tras pasar por Barcelona y Madrid. Sólo en esta última ciudad más de 190.000 personas la han visitado, pagando una entrada entre 14 y 19,50 euros por cada adulto. La muestra consiste en órganos y figuras humanas conservados mediante diversas técnicas de plastificación. Su principio inspirador afirma que “ver es conocer”: en pos de un “entendimiento progresivo más científico del cuerpo humano”, la muestra utiliza “especímenes humanos diseccionados para proporcionarnos un manual visual de nuestro propio cuerpo”. Hay opiniones para todos los gustos y cierta polémica sobre la moralidad de esta clase de eventos.

Aprovechando el II Taller de éticas aplicadas DILEMATA, celebrado el 17 de septiembre en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (y gracias a Txetxu Ausín, que me lo recordó, y a Armando Menéndez, que me acompañó), he podido al fin visitar esta exposición.

La primera impresión es que cumple con creces su propósito didáctico. La muestra está estructurada como un paseo por un manual de anatomía y me ha recordado un pasaje de la novela de John Irving The Cider House Rules (traducida como Reyes de Maine, príncipes de Nueva Inglaterra): durante la Primera Guerra Mundial, el Dr. Larch usaba su ejemplar de Anatomía de Gray como una “carta de navegación” para adentrarse con sus instrumentos quirúrgicos en el cuerpo de los soldados, expuesto a través de las heridas abiertas.

Ciertamente, cuando los legos hemos tenido algún contacto con la anatomía humana, en la clase de ciencias naturales de primaria, lo que veíamos era algo semejante a un mapa (o a un mecano o una cadena de montaje): un diagrama simplificado de los diferentes sistemas corporales en el que cada órgano contribuía con su función propia al resultado final. Es una simplificación útil, pero una vez más el mapa no es el territorio.

Lo que aguarda al visitante de Bodies no es tanto un mapa como una maqueta en tres dimensiones que le permite escrutar el cuerpo humano por dentro y a través, y con una desnudez nunca vista. ¿Es obscena esta desnudez, como algunos sugieren? No, desde luego, para un profesional sanitario. Esta clase de contacto con el cuerpo humano es algo cotidiano para un médico y necesariamente forma parte del aprendizaje de su oficio. Para un lego, sin embargo, resulta fascinante poder ver todos esos sistemas integrados en un cuerpo real, como si por un momento dispusiera de la visión de rayos-X de algunos superhéroes.

Para un lego la visita puede resultar perturbadora. Aunque la muestra no es frívola ni tampoco macabra, en ella acecha la constatación de que esos tejidos plastificados —a veces complejamente intrincados y hermosos, a veces demasiado similares a lo que encontramos en el plato o en el mostrador del carnicero— son la sombra de lo que fue una persona, un completo desconocido pero al cabo “uno de los nuestros”. En mi caso, lo que me más me sacudió fue la exposición a la piel humana (las uñas, el pelo, los dientes, la expresión de los labios). Cuando nuestra frágil corteza emerge tras capas de tejidos, ligamentos y órganos a veces difíciles de distinguir, de repente uno se encuentra con una expresión, una persona (única como todas las personas), e inevitablemente uno le imagina una vida, una biografía, y se preguntaba qué clase de vida y de muerte fue la suya, qué circunstancias esas que provocaron que nadie reclamase sus restos.

Me explico: como muchos otros antes (supongo), pregunté al personal de la exhibición por el origen de los cuerpos. “Son donaciones a la ciencia”, fue su primera respuesta. Ante mi insistencia, me aclararon que los “especímenes” proceden de China; son preparados por un instituto anatómico de allí, y el 80-90% proceden de cuerpos no reclamados, “que según la ley pueden utilizarse si nadie los reclama tras un plazo de tiempo”. A su vera, un tocho de leyes (cuyas referencias copié y que analizaré en otro blog) daba cierta sensación de asunto zanjado.

En dialecto bioético, puede decirse que en China estos cuerpos han sido apropiados por una tercera parte (las otras dos partes serían el finado y el Estado) mediante una fórmula de “consentimiento presunto”: en ausencia de “voluntades anticipadas” o “decisiones por representación” (familiares que pudieran tomar una decisión por el fallecido), se entiende que éste consiente con el uso de su cuerpo como “donación a la ciencia”.

No niego carácter didáctico a la experiencia de estar frente a frente con lo que fue un ser humano y poder aprehender con la vista todos los recovecos de su interior. (Es, como se dice en inglés, una chastening experience). Ni su utilidad para la educación y el fomento de la salud pública: contemplar lo que hace el tabaco o el alcohol a nuestros cuerpos puede ser muy esclarecedor; de hecho, en la exposición un contenedor de vidrio recoge todos los paquetes de tabaco abandonados por personas que deciden dejar de fumar tras observar los pulmones ennegrecidos de un fumador. Ni la utilidad del lema “ver es conocer” para “decidir” con mayor conocimiento de causa. (Por ejemplo, los visitantes de la muestra podían observar fetos en pequeñas vasijas transparentes, y así hacerse una idea de sus características en el momento justo en que es posible interrumpir legalmente su desarrollo.)

Con todo, a veces uno no deja de preguntarse si estas exposiciones, a medias entre el entretenimiento y la divulgación, franquean algún límite moral. Es sintomático que el último cartel que pueden leer los visitantes rece lo siguiente: “Los especímenes de esta exposición han sido tratados con la dignidad y el respeto que tanto merecen.” ¿Excusatio non paetita, acusatio manifesta? (O como se diga.) Tal vez esta nota sobre la dignidad trate de contrarrestar la incómoda sensación de que esos seres humanos han sido convertidos en fiambre para obtener mediante su exposición algunos fines nobles (instruir deleitando a cientos de miles de personas) y otros no tan nobles (enriquecer a una empresa que cotiza en bolsa).

Continuaré con este tema en otras entradas del blog. De momento dejo aquí un pequeño dilema. (Por cierto, no estaría mal que alguien en este portal nos explicase qué es un dilema.) Supongamos que un europeo sin familiares viaja a China y allí muere en circunstancias extrañas; el caso es que le roban todos los documentos identificativos y su cadáver acaba en una morgue, donde pasa meses o años. Como nadie lo reclama, ni aquí ni allá, su cadáver es plastificado y acaba en una exposición de estas en Europa, en su misma ciudad de origen, donde es visitado por viejos amigos y compañeros de trabajo. El personal de la exposición les asegura que todo esto es legal. ¿Hay alguna objeción de carácter ético?

Comentarios


Cuerpos

Viernes, 26 Septiembre 2008 01:00
Armando Menéndez

Desde el día en que la recorrimos y la comentamos llevo dándole vueltas a qué es exactamente lo que incomoda de la muestra. Después de haber leído y reposado tu excelente crítica, creo que por fin he dado con el quid, con lo que, al menos en mi caso, desasosiega al contemplar esa exposición tan realista de la anatomía humana. La clave está en el título: cuerpos. Lo que se nos enseñan son cuerpos. Cuerpos desarmados, analizados, mecanizados. Cuerpos-mecanismos con una función dentro de otros cuerpos-mecanismos con la suya: músculos que mueven dentro de la piel que abriga y refrigera, órganos que filtran, bombean o digieren dentro de membranas que protegen y separan, vasos que conducen dentro de los músculos que no moverían y los órganos que no filtrarían, bombearían o digerirían sin ellos... Cuerpos. Sólo cuerpos. Algunos con un balón de rugby o una batuta, pero cuerpos. Y sólo al final, cuando se ha terminado el recorrido, se alude, efectivamente como excusatio, a lo que falta ahí. Porque ahí falta algo. Y esa falta es la que desazona. Desazona porque, al llegar a la última pieza, un espécimen rebanado de pies a cabeza), se da a entender que eso es todo, que en esas secciones transversales se puede ver el retrato completo. Fin.

Creo, por tanto, que la desnudez que molesta no es la de los músculos vistos, los nervios al aire o la piel exenta (aunque ésta última también conmueve por los motivos que tú dices). La desnudez que turba es la de la corporeidad abstraída, la de la humanidad reducida a formas plásticas. Independientemente de lo materialista que uno pueda ser, aun concediendo que nada es posible sin un soporte físico, lo que falta ahí es todo lo que ese soporte sostiene: la voz, la mirada, la risa, el dolor, la preocupación, el esfuerzo, la lucha, el descanso, la acción, la emoción, el deseo, ... Sin eso estamos despojados de nuestro ropaje y así no nos gusta vernos, seguramente porque tememos, con más o menos consciencia, que en efecto no haya más de lo que se ve en el despiece que cierra la exposición y esto con independencia del memento mori que constantemente se cierne sobre el visitante.

En definitiva, sí es posible que haya algo obsceno en Bodies, pero probablemente no sea el mostrar los cuerpos, sino lo que se da a entender al mostrarlos. También es posible que no se esté dando a entender eso y que esta reflexión no sirva nada más que para este visitante...

¿qué es lo que nos perturba?

Jueves, 23 Octubre 2008 01:00
Eduardo Clavé

¿Qué es lo que nos perturba? Un breve apunte

Los comentarios de Antonio Casado sobre la exposición Bodies me han removido algunos recuerdos que creía totalmente olvidados. Corría el año 1973 y tenía 19 años. Mi mirada se adentraba en una amplia sala de la que emanaba un fuerte olor a formol y donde yacían, sobre unas mesas blancas, una docena de cadáveres, desnudos, en decúbito supino y preparados para que unos cientos de estudiantes se aproximaran, con curiosidad y cierto temor, a diseccionar, tocar e indagar en algunos lugares y espacios que habían estado vetados a los seres humanos de nuestras sociedades hacía algunos centenares de años. Era una experiencia que me producía la ¿misma? sensación perturbadora que describe Antonio en su artículo. Aquellos cuerpos habían pertenecido a unas personas cuyas biografías desconocíamos. Recuerdo que el profesor de Anatomía nos recalcaba la fortuna que teníamos de disponer de tantos cuerpos ya que las donaciones eran escasas y la mayoría de ellos eran cadáveres que no habían sido reclamados por nadie, también nos indicó que teníamos que acercarnos a ellos con respeto. Además del cadáver que me tocó en “suerte” para mis prácticas no he logrado quitarme de la cabeza el que pertenecía a una persona de raza negra que yacía en una postura antinatural, con una de las extremidades inferiores flexionada, que rompía la horizontalidad sobre la mesa de disección. Aquella postura reflejaba una muerte anómala y su visión permitía que nuestra imaginación volase tratando de descubrir los últimos instantes de aquel infortunado. Precisamente, tratar de saber o conocer qué es lo que les había sucedido, quienes eran, si tenían o no familiares, a quienes habían querido o amado, quienes les habían odiado, es decir, todo aquello que nos hacían pensar que eran personas como nosotros, era lo que me perturbaba. Fueron pasando las sesiones de prácticas y, a medida que diseccionábamos el cadáver y se iba desfigurando y transformando en grupos de músculos, nervios y vasos sanguíneos, estas raras sensaciones iban desapareciendo hasta que llegué a olvidar que lo que allí estaba había sido un ser humano como yo, con sus deseos y sus frustraciones, con sus alegrías y esperanzas.

Unos años antes yo ya había entrado en contacto con los muertos. Los fallecidos de mi familia me habían permitido sentir su frialdad y experimentar su ausencia y la, entonces para mí, lejanía de la muerte. Yo había vivido con ellos y formaban, hoy también forman, parte de mí. No era la muerte lo que realmente me perturbaba.

Han pasado los años y no conozco a ningún profesional sanitario que haya expresado su voluntad o su deseo de que se utilizara su cuerpo para que sirviese de aprendizaje a futuros médicos. Por otro lado, también creo que pocos profesionales prohibirían que otros médicos pudieran aprender o investigar con sus cuerpos en una sala de Anatomía Patológica, es decir, los lugares donde se practican autopsias. ¿Cuáles pueden ser las razones para que puedan darse respuestas distintas a situaciones aparentemente similares? Creo, y este es el breve apunte o reflexión que quiero introducir, que la diferencia estriba en lo que yo llamaría “despersonalización” del cadáver. En el texto que escribe Antonio parece colarse esta tesis. Cuando pregunta a los responsables de la exhibición sobre la procedencia de aquellos cadáveres existe un intento de escamotear la respuesta: “Son donaciones a la ciencia”, fue su primera respuesta. Ante mi insistencia, me aclararon que los “especímenes” proceden de China; son preparados por un instituto anatómico de allí, y el 80-90% proceden de cuerpos no reclamados, “que según la ley pueden utilizarse si nadie los reclama tras un plazo de tiempo”. A su vera, un tocho de leyes (cuyas referencias copié y que analizaré en otro blog) daba cierta sensación de asunto zanjado” Son “cuerpos no reclamados”, anónimos, sin biografía conocida, son “especimenes” lejanos (de China), son cuerpos despersonalizados, donantes involuntarios, desconocidos.

Probablemente, mi deseo de no ser un desconocido tras mi muerte, que pueda ser manipulado, sobado, diseccionado, despersonalizado, es una de las razones que me impiden donar mi cuerpo para el aprendizaje de otros desconocidos para los que mi cuerpo no será más que un amasijo de músculos, nervios, órganos y huesos que no le dirán nada.

¿Cuántos de nosotros donaríamos voluntariamente nuestro cuerpo para una exposición como Bodies? De las respuestas que demos a esta pregunta es posible que descubramos algunos de los motivos por los que su visión nos perturba.

sobre cuerpos y personas

Viernes, 24 Octubre 2008 01:00
Antonio Casado da Rocha

Gracias por estos dos estupendos comentarios, con los que no puedo estar más de acuerdo. Para complementarlos, trataré de ofrecer algunas notas sobre ese fenómeno de "despersonalización" al que se refiere Eduardo, similar a esa visión de "la humanidad reducida a formas plásticas" descrita por Armando.

Bodies sólo es una de las once exposiciones que recorren el mundo bajo este concepto; de ellas, tres corresponden a la serie Body Worlds, propiedad del inventor de la técnica original de plastificación, Gunther von Hagens (1945-). Body Worlds aparece como escenario en la última película de James Bond y ha sido visitada por más de 25 millones de personas, lo que la convierte en la muestra itinerante más famosa de la Historia. Ha sido elogiada por exaltar "la integridad, complejidad y belleza" del interior del cuerpo humano y así "dotarlo de dignidad y valor", pero también ha sido acusada de ser una empresa comercial y fúnebre sin mérito moral alguno, que atenta contra esa misma dignidad porque la muerte y la memoria humanas merecen un tratamiento fundamentalmente distinto al que prodiga Von Hagens a sus cadáveres.

Hay quien sostiene que todavía atribuimos alguna clase de dignidad intrínseca al cadáver y a los recuerdos de la persona fallecida, dos cosas distintas pero muy difíciles de separar. La única manera de disociar el cadáver y su memoria pasaría por anonimizar por completo el cuerpo, desnudarlo de todo atributo que permita relacionarlo con la persona que fue, y así es como suelen presentarse los cadáveres en el estudio de la anatomía. Sin embargo, von Hagens no proporciona información sobre los donantes, pero con ello no los despersonaliza por completo, ya que por un lado firma los montajes con su nombre, como si se tratasen de la obra de un artista, y por el otro expone los cadáveres en poses y atuendos relacionados con la vida cotidiana, lo que provoca un ambiguo e inquietante proceso de re-personalización.

Además, la anonimización también provoca otros problemas: por ejemplo, hace imposible identificar a los cadáveres en caso de investigación forense. De así que esta clase de exposiciones deban garantizar la trazabilidad de su "materia prima", así como la transparencia y legalidad de su adquisición. Dada la competencia entre diferentes empresas, para proteger el secreto comercial podría encargarse la supervisión del procedimiento a una agencia independiente, similar tal vez a la función a un Comité de Ética de la Investigación (alguien que firma un consentimiento informado con el fin de donar su cuerpo u órganos a esta clase de propósitos, está participando en un proyecto semejante en muchos aspectos al de una investigación con muestras biológicas, algo que en nuestro ordenamiento jurídico requiere la supervisión de esas agencias).

Resulta como mínimo inquietante saber que hoy día hay quien viaja por el mundo con un cargamento de cadáveres anónimos sin que las autoridades tomen cartas en el asunto. De hecho, las autoridades de California han comenzado a hacerlo: el parlamento estatal acaba de aprobar una ley que exige a las empresas organizadoras probar que los donantes (o sus familiares más cercanos) han consentido al uso de sus cadáveres. Los Ángeles Times informa que una de las empresas bajo sospecha es Premier, la misma que ha organizado las muestras de Barcelona y Madrid, visitadas por 220.000 personas (a 20 euros por visitante, calculen...).

 

Órganos sin cuerpos

Miércoles, 31 Diciembre 2008 20:33
María José Miranda

Aunque no haya podido visitar esa exposición y retome el tema un poco tarde, me cuesta no unirme a vuestros comentarios. Me encanta leerlos y bueno, parece que la tarde de nochevieja es el único rato que he encontrado para materializar un poco el feedback, pero es que ¡estaba apuntado en la agenda 2008!

La verdad es que el recorrido que hacéis de la exposición, las sensaciones, las intenciones, los códigos e incluso los límites de ese ‘ver es conocer’ es excepcional. Por así decirlo, nos habéis transmitido el cuerpo común o los cuerpos intensivos generados en aquel espacio.

Sin negar la necesaria reflexión sobre los límites éticos que pueden llegar a conllevar este tipo de obras, es una de esas exposiciones que también constituyen un espacio distinto en el que enfrentarnos a nuestra posición sobre la reformulación del ya manido ‘impulso escópico’ o ‘impulso de ver’ en el viven actualmente sociedades, culturas, ciencias y tecnologías en Occidente.

Como bien señalan en cierto modo Armando y Eduardo, los cuerpos han mutado, han dejado de ser organismos para convertirse en órganos. Una metamorfosis en la que los cuerpos se desarticulan y fragmentan perdiendo toda referencia espacio – temporal. La vida pasa a ser una abstracción que se congela, se transfiere, se extrae, se fotografía, se cultiva…No es más que espejismos de consumo atemporales (óvulos, píldoras, blastocistos, ecografías, esperma, órganos, cultivos celulares, cremas, luces de bombardeos) que desdibujan lo, paradójicamente, hiperrepresentado (‘la mujer’, ‘lo femenino’, ‘lo masculino’, ‘la edad’, ‘la guerra’) y cuya circulación sobrevuela leyes blancas redundantes, arcaicas o llenas de vacíos. La exposición en ese sentido no muestra nada que no veamos cotidianamente, nos enfrenta a ello.

Ahora, la cuestión es, ¿qué hacer ante dicha deslocalización? En ese caso, por el momento, lo único que en mi caso puedo hacer es unirme a la desiderata que Rosi Braidotti proclama en su obra “Sujetos nómades”: “Este congelamiento masivo fuera del tiempo deja sin embargo muchas cuestiones sin resolver: la primera y principal entre ellas es la urgente necesidad de reformular la unidad del ser humano, sin moralismo ni nostalgia. (…) Sólo contamos con un hilo para separar la posibilidad de una nueva ética de neobarbarie: pero es eso mejor que nada. Si se lo devana correctamente, bien puede constituir una de las mejores oportunidades que hemos tenido las mujeres de actuar en el curso de una historia que, con excesiva frecuencia, nos ha reducido al rol de meras espectadoras en el teatro de nuestra propia indigencia” (pp. 106 – 107).

¡¡¡¡¡¡¡¡FELIZ AÑO!!!!!!!!!!!