Italia es un país construido a base de escándalos. En ese sentido Calciopoli no ha sido tan distinto de otros anteriores. Dominado por tramas familiares y maquinaciones, el modelo se vio favorecido por unos clubes de fútbol que actuaron como medios políticos, una prensa con la pluma en forma de arma siempre afilada, unos vínculos amistosos indisolubles y unas federaciones deportivas diseñadas como fortines inexpugnables para sobrevivir a toda costa con la connivencia de instituciones, políticos y centros de poder. Pero Calciopoli no es sólo un escándalo deportivo, sino que es la historia de una ocasión perdida para cambiar las cosas y salvar al fútbol y por consiguiente a la política y a la sociedad italianas, de una enfermedad degenerativa que viene padeciendo, al menos, durante las últimas dos décadas.El calcio representa por tanto el espejo de la arena política nacional. Por ello, el escándalo de Calciopoli es el síntoma de un país en el que pervive un tradicional conflicto de intereses entre controlados y controladores, en el que la reprobación ética siempre se atribuye a los demás, pero nunca a uno mismo. Por ello, el mismo contraste que existe entre los clubes y los árbitros es el que podemos encontrar en Italia entre los políticos y los jueces. En ninguno de ambos casos, los primeros aceptan ser enjuiciados por los segundos, sino que por medios fraudulentos y corruptos, intentan, y consiguen con demasiada frecuencia, revertir el sistema. Además, Calciopoli supone también una ocasión perdida puesto que se ha terminado por resolver sin alterar ni tocar en lo fundamental el sistema establecido. Las penas han sido menores, irrisorias, prácticamente inapreciables, legitimando así los acontecimientos e instaurando la conciencia de que tampoco fue para tanto. En ese sentido, el ideólogo de la trama corrupta, el manager de la Juventus, Luciano Moggi, el único con penas algo superiores (y bien merecidas aunque también insuficientes) se ha convertido en la cabeza visible de una trama en la que recordemos fueron inculpados más de cuatro decenas de personajes. A pesar de ello, Moggi viene siendo prácticamente exonerado en el juicio mediático paralelo que vienen desarrollando algunos de los medios afines y subalternos al corrupto dirigente, durante los más de tres años que han pasado desde el estallido del escándalo, en una repetición análoga de lo sucedido tras Tangentopoli con el antiguo Primer Ministro Bettino Craxi. Implícito a Calciopoli ha sido la auto-indulgencia con la que se ha resuelto, la incapacidad para aceptar reglas y sanciones externas, además de la denuncia sistemática al complot (tal y como sucede habitualmente en la arena política italiana), de aquellos investigados o acusados. La incapacidad de aceptar la propia responsabilidad y el recurso fácil de acusar a un entramado superior todavía más corrupto al descubierto, provocan que el propio enjuiciamiento moral de los acusados sea inexistente. Se desarrolla así un “asociacionismo de malas prácticas” en el que la ética pública y el concepto de bien público resultan siempre plegados y sobrepasados. En definitiva, el sistema político, al igual que sucede en Calciopoli con el futbolístico, fomenta unas elites tolerantes con las reglamentaciones que permiten distribuir favores y privilegios como método de intercambio, bajo el principio de “hoy por mí y mañana por ti”.

Como reveló el carismático jurista y político italiano elegido como Comisario Extraordinario de la Federación Italiana de Fútbol para el escándalo de Calciopoli Guido Rossi a Bartolozzi y Mensurati (2007), “Calciopoli tiene la misma estructura psicológica que Tangentopoli (…), también allí existía un ordenamiento cerrado. Eran válidas reglas internas del sistema que no tenían validez alguna fuera del mismo. Por ello, a muchos de aquellos que habían cometido delitos, y delitos muy graves, les resultaba difícil comprender que sus comportamientos tenían una carga de desviación enorme. Por eso muchos se dieron prisa por olvidar”.      

Lo anterior forma parte de las conclusiones de  Calciopoli o la ética de la corrupción ¿Reflejo de la sociedad y la política en Italia?, que acaba de publicarse en el número 2 de la Revista Dilemata (http://www.dilemata.net/revista/index.php/Dilemata/article/view/33/38 ). Pero: 1¿Existen o podrían reproducirse algunas de las desviaciones descritas en otros ámbitos distintos del italiano?2 ¿Está actualmente el deporte español a salvo de la comisión de todo este tipo de prácticas?3. ¿Es realmente el grado de la corrupción del deporte rey de un país un indicador válido acerca de la ética de su sociedad y de su clase política? Jorge Tuñón

 

Comentarios


Vandenbroucke: muerte, doping y ciclismo

Martes, 20 Octubre 2009 15:33
Manuel Iglesias

El caso de Vandenbroucke es una nueva manifestación del proceso autodestructivo en el que se halla inmerso el ciclismo profesional. No hay que olvidar, sin embargo que éste es el deporte que está sometido a las pruebas antidopaje más exhaustivas... ¿Qué sucedería sí las mismas se generalizaran a otros deportes profesionales como el fútbol? El deporte profesional se ha ido convirtiendo en un espectáculo, en un negocio, en el que la salud de los atletas queda en muchos casos relegada a un segundo plano.

El deporte, la vida y la ética

Viernes, 23 Octubre 2009 13:43
Antonio Casado da Rocha

Ante todo, quisiera felicitar a Jorge y a Manuel por abrir el debate sobre un tema tan actual y necesario. El deporte forma parte, por activa o por pasiva, de la vida cotidiana de millones de personas. Es frecuente que de la práctica deportiva, propia o ajena, depende que uno esté alto o bajo de moral. El deporte a menudo se considera como una metáfora de la vida, o incluso con la vida buena: "Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol", escribió Albert Camus. Puede que el deporte sea como la vida, sólo que con reglas más explícitas: un modelo o imagen a escala de la vida. Pero esa “modelización” puede provocar unas expectativas excesivas sobre la práctica deportiva, cuya moralidad no se reduce únicamente al juego limpio, a seguir las reglas consensuadas. Juan Carlos Siurana, en su reciente libro sobre la sociedad ética, plantea una visión del juego limpio basada en normas (p. 201): “Las reglas de juego de los deportes de competición deben ser consensuadas entre los afectados. Una vez aceptadas las normas, respetarlas es clave para actuar éticamente, pues romperlas para obtener una ventaja es actuar en contra de la justicia entendida como igualdad de oportunidades.”Pero, incluso aceptando y siguiendo las normas, en última instancia el deporte consiste en “jugársela” en los límites de la propia capacidad humana, ya sea compitiendo con otros o con uno mismo. El deporte de alto nivel es ante todo espectáculo, y su práctica no suele ser muy sana, no está orientada a la salud del profesional. Dicho sea de paso, la actividad laboral tampoco. Las cosas buenas de la vida tienen sus riesgos. Cualquier profesional conoce los riesgos de sufrir un “accidente laboral” y actúa en consecuencia. Mientras esa conducta sea consciente y no fraudulenta, no veo mucha diferencia entre un ciclista, un bombero, un profesional del sumo o un músico de rock.

Agassi también...

Miércoles, 04 Noviembre 2009 16:23
Jorge Tuñón

A riesgo de poder resultar un tanto pesado, continúo un poco más con esto de los dilemas ético-sociales del doping aplicado al deporte. Tras agradecer tanto a Manuel como a Antonio sus interesantes e instructivos comentarios, la noticia de la confesión de que el ex-tenista profesional André Agassi se dopó durante algunso años de su carrera deportiva, me obliga a retomar un tema, como véis muy de actualidad.  No se trata este de un caso más. André Agassi es uno de los deportistas más reconocidos y de mayor impacto mundial. Durante su carrera deportiva venció ocho Grand Slams y fue Campeón Olímpico, records solo al alcance de los mejores tenistas de todos los tiempos. Además. pronto modificó su imagen de "chico malo" que le acompañó durante los primeros años de su carrera, para convertirse, hasta esta semana, en un deportista modélico y carismático. Sin embargo, ahora y nos maliciamos que con la intención de disparar las ventas de su autobiografía, reconoce haberse dopado y consumido drogas. Precisamente, ahora cuando ya es un tenista retirado que no se expone a sanción alguna. Y lo que es peor, parece con la connivencia de la Asociación de Tenistas Profesionales, que evitó que su casaso saltase en su época a la luz  Ahí va otra tanda de preguntas, sugerencias o reflexiones en voz alta: ¿Cuántos premios y contratos publicitarios obtuvo gracias a unos resultados deportivos falseados, consecuencia de sus prácticas dopantes? ¿Qué pasa ahora con el lucro cesante padecido por aquellos tenistas a los que Agassi venció dopado? , ¿Cuántos torneos, contratos o/y premios perdieron todos ellos?¿Qué se debe hacer con sus victorias y récords: borrarlos o manchar las estadísticas para siempre? ¿Qué credibilidad tiene una Asociación de Tenistas Profesionales, que al parecer tapó el escándalo, para evitar el ostracismo de uno de sus iconos?¿Qué le debe parecer todo esto a Sergi Bruguera, ex-tenista español y medalla de plata en las Olimpiadas de Atlanta 96? Pensad mal y acertaréis quién le arrebató para siempre la gloria de convertirse en Campeón Olímpico...  

¿Dopaje permitido?

Lunes, 18 Enero 2010 13:06
Ruben

Voy a levantar la liebre y entrar terrenos polémicos.Hay una sospecha generalizada de que el dopaje en el ciclismo es habitual y casi general en todos los equipos y corredores punteros y de algunas lecturas se puede intuir que no es el único deporte que genera sospechas, aunque sí aquel en el que más se ha perseguido.La pregunta dura es: si el deporte se ha convertido en tal espectáculo que todo vale por conseguir un resultado y el dopaje está tan extendido entre los atletas... ¿no sería mejor aceptar el hecho de que determinados competidores estén dispuestos a asumir prácticas de riesgo para su propia salud y permitir el dopaje?A priori, parece algo totalmente contrario a espíritu del deporte, pero tanto desde el punto de vista ético como el práctico tiene una serie de puntos a favor que conviene analizar antes de dar una respuesta rápida a la pregunta.Desde el punto de vista ético y ante un dopaje cada vez más generalizado, que la utilización de determinadas sustancias sea ilegal implica que los equipos o corredores con mayor presupuesto sean los que dispongan de mejores médicos y métodos específicos para ocultarlo, lo que lleva a la desigualdad entre equipos y deportistas. Eso por no hablar del atleta que decide respetar la ley y se ve en desigualdad de condiciones con quienes no la respetan pero saben cómo ocultar su falta. La negación del dopaje supone también una negación de la propia responsabilidad del atleta consigo mismo. A los niveles de deporte espectáculo en los que nos movemos, el atleta ve como se le limita la posibilidad de mejorar su rendimiento. Él mismo, como mayor de edad, debe ser lo suficientemente responsable para asumir los riesgos de sus métodos de entrenamiento y de las medidas que adopte para mejorar su prestación. Si alguien quiere arriesgar su salud para mejorar su rendimiento deportivo, debería ser únicamente su responsabilidad. El propio deportista puede poner en peligro su salud y su estado físico con sesiones de entrenamiento inhumanas o, incluso, en el ejercicio de su propio deporte, pero en ningún caso se le castiga por ello. Ese riesgo, concretizado en sesiones de entrenamiento eternas o temeridad a la hora de tomar una curva, no se deplora, sino que se admira socialmente. ¿Es que el riesgo para uno mismo en la actividad deportiva sólo debe ser censurable cuando procede de elementos químicos? Hay que reflexionar también sobre el hecho de que el deporte profesional hace tiempo que ha dejado de ser una actividad sana y ejemplarizante para convertirse en un espectáculo. Muchos profesionales del mundo del espectáculo no han ido precisamente ejemplares en su consumo de sustancias y no por ello se les ha dejado de admirar profesionalmente.Finalmente, está el dilema de la criminalización de un deportista y la devaluación del deporte con cada caso de dopaje.Pensemos, por un momento, en la polémica por el profesionalismo que afectó a todos los deportes durante todo el siglo XX y las humillaciones públicas que sufrieron grandes atletas por llevar a cabo prácticas que, a día de hoy, son generalizadas. ¿No estaremos ante una situación similar? Desde el punto de vista práctico, además, la legalización del uso de sustancias que mejoren el rendimiento deportivo permitiría mejorar el modo en el que se produce su distribución y aplicación, con un mejor conocimiento de sus consecuencias y efectos secundarios y una mejor capacidad de reacción antes cualquier eventualidad. La legalización permitiría, por tanto, una mayor tranquilidad y una mejor atención médica para el deportista que se administre este tipo de productos, comparado con la atención casi clandestina que recibe ahora.Es un dilema difícil, ya que supone un tremendo vuelco a la perspectiva actual sobre el tema, pero no deja de ser una opción de salto hacia adelante y normalización de un hecho habitual dada la tremenda impresión de que se trata de una práctica generalizada.