La política, por definición, tiene por fin satisfacer la pluralidad de intereses ciudadanos sin inclinarse por  intereses particulares o de grupo. Para garantizar el buen funcionamiento de la Política, los antiguos se apoyaron en la ética. Cuando esta se descuida comienzan las prácticas corruptas. No es casual que la ética se omita o se ignore de la política pues es el dique a los antivalores.

La política en su esencia original es unión, es integración, es solidaridad, es el eslabón que une a los hombres. Platón en el Protagoras sostiene esta idea de manera mítica al decir: “Ya intentaban los hombres reunirse y ponerse a salvo con la fundación de las ciudades. Pero cuando se reunían se atacaban unos a otros al no poseer la ciencia política, de modo que de nuevo se dispersaban y perecían. Zeus entonces temió que sucumbiera toda nuestra raza y envío a Hermes para que llevara a los hombres el sentido moral y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes de amistad. (322c) Le pregunto entonces Hermes a Zeus a quienes debería otorgar el sentido moral y la justicia. . Si ha de existir la ciudad, nadie puede desatenderse.”[1]

De esta manera, el resultado de sumar ética y política es gobernar sirviendo a la pluralidad de intereses. El principio por excelencia en el cargo es la desvinculación del interés personal en el servicio al Estado. He aquí la esencia de la política y el motor que debe impulsar a los políticos. Un Estado moderno que no beneficia a sus ciudadanos en términos políticos es ilegítimo.

El bien plural es el bien de todas las personas en tanto son miembros del Estado. Para alcanzar la satisfacción de la pluralidad de intereses le corresponde al Estado la tarea de arbitrar y resolver los conflictos. La teoría política señala que es responsabilidad del gobernante buscar el equilibrio, mediante la armonía y la colaboración entre las partes del Estado sin permitir que existan grupos o élites que se vuelvan más poderosos. Cuando esto sucede, el Estado se vuelve parcial y la justicia se corrompe. El gobierno no debe tolerar la desmesura, ni en los grupos ni en los individuos, pues esto crea fractura en el Estado. En este sentido Marco Aurelio escribió: “Hemos nacido para la colaboración. Estar en conflicto unos con otros es contrario a la naturaleza. Conflicto es enfadarse y darse media vuelta.”[2]

Platón sostenía que el buen gobernante emplea todo su esfuerzo, inteligencia y capacidad en beneficio del Estado. “En ningún tipo de gobierno, aquel que gobierna en tanto que gobernante, examina y dispone de lo que a él le conviene, sino lo que conviene al gobierno, aquel para el que emplea su arte y, con la vista en éste y en lo que a éste conviene se adecua, y dice todo lo que dice y hace todo lo que hace.”[3] Por su parte, Cicerón, refiriéndose a la importancia de gobernar para todos escribió: “Los que hayan de gobernar el Estado deben tener siempre presente estos dos preceptos: el primero, defender los intereses de los ciudadanos de forma que cuanto hagan lo ordenen a ellos, olvidándose del propio provecho; el segundo, velar sobre todo el cuerpo de la República, no sea que, atendiendo a la protección de una parte, abandonen las otras. Lo mismo que la tutela, la protección del Estado va dirigida a utilidad no de quien la ejerce, sino de los que están sometidos a ella. Los que se ocupan de una parte de los ciudadanos y no atienden a la otra introducen en la patria una gran calamidad: la sedición y la discordia, de donde resulta que unos se presentan como amigos del pueblo y otros como partidarios de la nobleza: muy pocos favorecen el bien de todos”. [4]

Un buen gobernante, junto con un buen gobierno, establece una forma de constitución que garantice una armonía entre las partes que conforman la comunidad política, cumpliendo así con uno de los mayores fines de la política que consiste en lograr que los ciudadanos sean personas dotadas de cualidades y capacidad para realizar acciones nobles.


[1] Platón, Protágoras.
[2] Meditaciones, Op. Cit., Libro II, I
[3] Platón, La República,,  342 e
[4]  Cicerón, Sobre los deberes, Libro I, 85.

 

Comentarios


La relacion ético-política en busca de la satisfacción de la pluralidad de intereses

Domingo, 30 Octubre 2011 18:20
Mercedes Izaguirre Garitano

Para que esto sea posible es necesario de educar con una base etica independiente de intereses politicos y economicos y que tenga la base en el bien común. Es necesario crear ciudadanos responsables que se involucren en los problemas que conciernen a todos. La educacion es responsable de que todos aprendan a pensar por si mismos sin dejarse influenciar por intereses ajenos, ademas de acostumbrarse a argumentar y debatir sus preferencias con otros ciudadanos.