Una de las nuevas tendencias o líneas de investigación que cobra cada vez más relevancia en el ámbito de la Gestión Pública es el estudio de la Ética Pública. La Ética Pública o ética para los asuntos de gobierno y administración pública se refiere al conjunto de valores aplicados en el ámbito público y puestos en práctica por gobernantes, funcionarios y demás personal que se desempeña dentro del conjunto de instituciones públicas.

El estudio formación y aplicación de los valores en el ámbito de gobierno y servicio público cobra relevancia paradójicamente debido a su descuido u omisión, lo que ha dado amplio margen a que la corrupción, acompañado de un conjunto de antivalores aniden en muchos políticos y funcionarios públicos. Son diversos los escándalos que han suscitado cuando se descubren historias deshonestas y corruptas. Estas situaciones dañan la imagen de los gobiernos y generan una desconfianza de los gobernantes con respecto de sus representantes: los gobernantes.

En el ámbito internacional sólo algunos países cuenten con una política de fomento de valores es sus estados, aunque esto ya es una labor loable, sirve de poco, si el resto de países en el mundo carece de instrumentos éticos porque las practicas corruptas se mantienen, e incluso se incrementan. Dada la interdependencia que existe hoy en día, la corrupción existe no sólo en el interior de sus estados, sino en las relaciones con los demás países.

En el mundo existen algunos países que son considerados como más limpios y trasparentes que otros, con modelos e instrumentos para la operación de los valores éticos cuya experiencia puede ser valiosa. Dichos países cuentan con: a) Áreas que promueven iniciativas éticas que comprenden el fomento de los valores, b) Normas que establecen directrices en la conducta diaria, c) Reglamentos tendientes a promover la integridad y credibilidad del funcionario, d) Consejos integrados por personas de reputación para resolver asuntos éticos de Estado.

En tiempos de economía globalizada, cuando el Estado nacional ha quedado pequeño para las grandes decisiones, cuando las organizaciones de todo tipo deben competir con otras extremadamente poderosas, cuando los problemas globales se incrementan: contaminación ambiental, guerras o amenazas de guerras, violencia, pobreza a niveles de hambre, epidemias, etcétera, la apuesta por la ética mundial se hace indispensable.

La creación y construcción de un orbe ético exige una participación universal, porque involucra en lo colectivo a toda nación y en lo particular a todo ser humano. De ahí que quien aboga por la ética responde a un fundamento humano. La idea de una ética global, no se refiere sólo al compromiso del sector público o de gobierno, implica el compromiso del sector privado (empresa) y el sector social (ciudadanía). En tiempos de interrelación, cuando existe una evidente interdependencia, entre los diversos actores al interior del Estado, para alcanzar un objetivo común, se requiere de la colaboración todas las partes del Estado.

Los asuntos políticos, económicos, comerciales, culturales, sociales, entre diversos Estados, reclaman una confianza y credibilidad que sólo puede proporcionar una ética mundial. Y este propósito no se logrará mientras haya gobiernos empecinadas en ignorar la importancia de los valores. En  el Giorgias, Platón escribe en boca de Sócrates, que “el hombre malo carece de habilidad para convivir” y que  “una persona que actúa en contra de su naturaleza, todo en ella es detestable”. Platón da a entender que cuanto más se aleja un individuo de la ética más reprochable es su conducta. A su vez, en el ámbito público cuando todo Estado es consiente sobre la importancia y necesidad de la ética en los asuntos de gobierno y establece los mecanismos para su operación esta en posibilidad de construir un dique a la corrupción así como los pilares para integrar o conformar un  gobierno justo.

Se requiere una dosis muy alta de valores en el mundo para obtener la equidad y justicia social. La intención de fomentar la ética y combatir la corrupción requiere de la colaboración internacional, depende de que existan valores comunes en los diferentes países. La disminución de antivalores en los gobiernos y administraciones públicas no será posible sin un proyecto de integración mundial.

Una de las causas por las que no se resuelven los problemas en el mundo es por la expansión de los antivalores los cuales han invadido las instituciones públicas alterando la conducta de los servidores públicos al motivarlos a realizar prácticas corruptas.

Para que la política internacional funcione con mayor eficacia y eficiencia debe existir plena confianza y respeto entre los gobernantes y funcionarios de un país con sus interlocutores extranjeros, lo cual tiene su fundamento en valores compartidos, en comportamientos admisibles respaldados por aquellas virtudes que desde antaño la ética, la filosofía y la teoría política han señalado.

Una verdadero conocimiento ético, en políticos y funcionarios, alejado de ideologías, sin duda contribuirá a hacer mejores gobiernos al elevar la calidad de sus gobernantes al colocarse más allá de posiciones de izquierdas o derechas al actuar no en base a intereses partidistas sino con base en principios y valores que persiguen la satisfacción de la pluralidad de intereses ciudadanos.

En tiempos de globalización, cuando los países se hayan a merced de conductas externas, la apuesta por una ética con valores homogéneos dentro de toda institución pública resulta no solo válida y legítima sino indispensable. De ahí que la apuesta por una ética mundial sea una apuesta por la dignidad humana, principio básico en una sociedad que aspira al bien común.