Me gustaría comentar ahora el segundo de los argumentos a los que alude Antonio en el post, al cual denomina consecuencialista – antropocéntrico. Me centro en este argumento porque me parece más claro y sencillo, el otro argumento, empleado por Cercas en su artículo, creo que es bastante más oscuro y difícil. (No tengo tan claro como Antonio que sea correcto, pero, por ahora, tampoco sé muy bien por qué me parece incorrecto.). Estoy de acuerdo con Antonio en que el argumento no es sólido en su aspecto consecuencialista. Creo que el argumento puede formularse así: (P1) La exhibición pública del sufrimiento y la muerte de un animal provoca efectos negativos en la sociedad. (P2) Deben prohibirse aquellos actos o acciones que provoquen efectos negativos en la sociedad. (P3) El toreo implica la exhibición pública del sufrimiento y la muerte de un animal. (C) El toreo debe prohibirse.Al igual que Antonio, yo también creo que la debilidad principal del argumento radica en que la primera premisa no está empíricamente justificada. En un artículo de1985, titulado “Images of Death and Life: Food Animal Production and the Vegetarian Option”, la activista social y política Harriet Schleifer, aparte de ofrecer algunas estadísticas en torno a ciertos temas relacionados con el consumo de carne animal por parte de los humanos, sugiere que la matanza repetida y continuada de animales deriva en “el endurecimiento de las emociones”. Si esto fuera así, los toreros, al igual que los trabajadores de los mataderos, serían seres insensibles y “duros emocionalmente”. Además, afirma que muchos estudios han especulado sobre la conexión entre comer carne y la violencia entre seres humanos, aunque reconoce que ninguno de ellos ha sido concluyente.En consonancia con Martha Nussbaum, podemos decir que el argumento descansa sobre una serie de frágiles pretensiones empíricas de carácter psicológico. No creo que los trabajadores de los mataderos, o los toreros, sean gente especialmente violenta o sádica, como tampoco me parece que la conexión entre el maltrato público de los animales y las consecuencias negativas para la sociedad esté probada. A mi modo de ver, el peso de la prueba debe recaer en los que afirman que dicha conexión existe y, que yo sepa, nadie lo ha probado todavía. Si alguien dispone de datos, o conoce estudios sobre el tema, a mí también me gustaría saber más.En lo que toca al aspecto antropocentrista del argumento, creo que puede encuadrarse sin problemas dentro del conjunto de argumentos que forman lo que se conoce como argumentos de los deberes indirectos. La idea básica es que no tenemos deber moral directo alguno hacia los animales, porque los animales son, simplemente, medios a través de los cuales los humanos cumplimos o dejamos de cumplir nuestros fines. La idea de Kant (y de otros antes que él), basada en una similitud analógica debido a que el comportamiento humano y animal es similar, sostiene que si nos habituamos a tratar mal a los animales, terminaremos por maltratar también a los seres humanos. Es decir, si somos buenos con los animales reforzamos nuestra bondad hacia los humanos, mientras que si somos crueles con ellos, lo que hacemos es fomentar tendencias de crueldad hacia los propios seres humanos.Aunque no es fácil enfrentarse a los defensores de los deberes indirectos, lo que se les podría reprochar es la estrechez de los criterios que emplean a la hora de determinar quién merece consideración moral directa y quién no. Así pues, los defensores de los deberes indirectos, deberían enfrentarse, una vez más, al argumento de la superposición de especies, y explicar por qué la muerte y el sufrimiento animal, se den en público o en privado, son moralmente irrelevantes, mientras que la muerte y el sufrimiento humano no lo son (supongo que no habrá muchos problemas para aceptar esto último). ¿Pueden los defensores de los deberes indirectos, proponer algún criterio relevante que sea capaz de validar que el sufrimiento de los bebés (o los enfermos de alzhéimer) merece consideración moral directa, pero no así el sufrimiento animal? A mi modo de ver, todavía no han conseguido formular dicho criterio. Por lo tanto, el argumento pecaría de antropocentrista y especista.También comparto tu opinión sobre el hecho de considerar falaz el argumento. Creo que los que afirman que “el arte (o la religión), aunque tengan que pagar un precio en sufrimiento animal (e incluso humano), puede ser éticamente valioso si con ello trae consigo alguna clase de bien o verdad a los humanos” defienden una versión de “la doctrina del doble efecto”. Según esta doctrina, una acción puede tener dos efectos (uno positivo y otro negativo) y, mientras que el efecto que se busca conseguir sea beneficioso y no viole una norma moral absoluta, la acción debe ser considerada permisible. Aunque preveamos que como resultado de nuestra acción un animal muera, esto solamente constituiría un efecto secundario no deseado que en ningún caso invalidaría la validez moral de la acción. Por supuesto, está el problema de si existen normas morales absolutas. Pero, además, está el problema de que la distinción entre un efecto intencionado y un efecto secundario es bastante artificial: la responsabilidad no se evita pasando la intención de un efecto negativo a uno positivo. Si prevemos ambos efectos, la responsabilidad debe ser también hacia ambos. Si a lo que se refieren es a que no les importa el sufrimiento humano o animal siempre que acarreen buenas consecuencias, pues el problema ya es más complicado pero, como opinión personal, tiendo a desconfiar de cualquier teoría que ningunee o esté dispuesta a consentir el sacrificio de individuos inocentes en aras de un bien mayor.