Guillén, Mauro F., 2030. Viajando hacia el fin del mundo tal y como lo conocemos. Barcelona: ediciones Deusto, 2020.

El mundo que conocemos se está desvaneciendo sin que podamos hacer nada por evitarlo; y nuestro mundo terminará desapareciendo del todo, probablemente, en menos de diez años. Esto es, en lapidaria síntesis, lo que sostiene Mauro F. Guillén, titular de la cátedra Zandman de Gestión Internacional en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. Su libro trata no solo de exponer las razones principales del final de nuestra realidad, sino también de apuntar cómo podemos adaptarnos a los cambios que vendrán de la mejor manera posible para conseguir que el impacto en nuestras vidas sea mucho menor y podamos seguir adelante en nuestra búsqueda de la felicidad como seres humanos.

Además de los ocho capítulos centrales, en el libro de Guillén podemos encontrar una introducción, una conclusión, y un epílogo de plena actualidad sobre los efectos del coronavirus en la marcha de los cambios de nuestro mundo. En realidad, la obra pergeña admirablemente un plausible bosquejo de las tendencias que ya están modificando nuestras vidas, pero no propone, salvo en contadas ocasiones, posibles soluciones a los problemas que traerá esta transformación radical, dada la extrema dificultad que conlleva el análisis de las consecuencias que ocasionarán los cambios que se están produciendo tanto en sociedades como en países que no son homogéneos. En concreto, la mayoría de los datos manejados en la obra proceden de organismos norteamericanos que centran su investigación en Estados Unidos, por lo que sus resultados no podrían extrapolarse directamente al resto de países.

Guillén empieza a desgranar esas tendencias que están transformando nuestro mundo por el origen de la vida humana: los nacimientos. Cada vez se producen menos nacimientos en el mundo, y no solo en los países más desarrollados. Como es sabido, la natalidad lleva descendiendo en el mundo desarrollado desde hace más de dos generaciones, pero ahora está comenzando a ocurrir también en los países en vías de desarrollo, donde el número de hijos por mujer se está reduciendo a pasos agigantados. Las razones de este descenso son múltiples; unas conocidas como son la incorporación de la mujer a la educación superior que pospone la maternidad, y otras que pudieran causar sorpresa, como la disminución en la frecuencia de las relaciones sexuales. A pesar de que los contenidos pornográficos están entre los más vistos en Internet, hay varios estudios, nos cuenta Guillén, que señalan que la mayor variedad de formas de entretenimiento existentes hoy en día han reducido extraordinariamente nuestro apetito sexual.

Si a la reducción de la natalidad, le sumamos el envejecimiento de la población, el resultado podría ser letal, ya que el mantenimiento de las pensiones, uno de los pilares del estado de bienestar, va a ser muy difícil de conseguir. Tan es así que, en el futuro, como comenta Guillén, descenderá el importe de las pensiones y se elevará la edad de jubilación. Los avances médicos que nos van a permitir vivir más, parece que también nos facultarán para, aun estando jubilados, poder complementar nuestra pequeña pensión con un trabajo a tiempo parcial, lo que será necesario para poder seguir disfrutando del mismo nivel de vida.

En el importante tema de las pensiones, hay que referirse también a la inmigración, ya que algunos autores han planteado que la incorporación de los inmigrantes como cotizantes a la Seguridad Social, en el futuro, compensará el déficit generado por la mayor duración del cobro de las pensiones que ocasiona el aumento de los años de vida de los pensionistas. Lamentablemente, parece que no va a ser suficiente, entre otras razones por cotizar muchos más años y por importes superiores los que se jubilan ahora, y los que lo harán dentro de diez años todavía más. Aún no hemos notado el impacto en el mercado laboral de la quinta revolución industrial, pero cuando esta cristalice y se extienda la inteligencia artificial a la mayor parte de sectores económicos, empresas, oficios y profesiones, al ser los ordenadores o máquinas, por primera vez en la historia, capaces de reemplazar no solo a los humanos que realizan tareas físicas, sino también cognitivas, el desempleo será atroz.

De hecho, el desempleo ha comenzado a incrementarse por todo el mundo, impulsado por los efectos del coronavirus, aunque no sabemos si esta consecuencia inevitable del virus se habrá unido a las razones por las que, desde hace ya algunos años y, en especial, a partir de la crisis del 2008, se comienza, de algún modo, a demonizar a los inmigrantes en Europa y Estados Unidos. La dura realidad es que existe una percepción por parte de un gran número de ciudadanos de que los inmigrantes, en Europa y Estados Unidos al menos, suponen una carga para el Estado de destino, al obtener más beneficios sociales de lo que aportan como trabajadores. Guillén prueba con datos e informes que esta es una idea errónea, y que el saldo de la inmigración es netamente positivo para Estados Unidos, aunque no presente datos similares para Europa, donde el manto de protección social suele ser mayor.

En todo caso, en un tema tan capital como la inmigración va a resultar imprescindible, como concluye Guillén, “abrir un debate sosegado sobre cuáles serían las mejores políticas para determinar el volumen, el momento y la composición de la inmigración para así poder maximizar las oportunidades, tanto para los países de origen como para los de destino, y que la globalización no deje millones de personas tiradas por el camino mientras pierden sus puestos de trabajo y sus comunidades entran en decadencia” (p. 65). De momento, las investigaciones hasta ahora realizadas, como señala el propio autor, demuestran que los sistemas que se basan en la cualificación y la demanda del mercado de trabajo tienen mayores posibilidades de tener éxito.

Mucho de lo que ocurra en el futuro dependerá de los nacidos en los ochenta y noventa, los millennials, pues serán quienes tomen las decisiones más importantes, ya sean estas políticas, empresariales o económicas. A nivel global, esta generación contiene a su vez dos realidades diferentes; de un lado, los nacidos en los países más desarrollados, donde los suel­dos de la clase media llevan estancados más de dos décadas y, de otro, los nacidos en países con economías emergentes o en vías de desarrollo, para quienes las oportunida­des laborales son mejores que nunca. Además, entre los propios millennials de Europa y Estados Uni­dos, hay que diferenciar los nacidos en familias adineradas de los nacidos en familias de clase media y baja, que han visto desaparecer sus trabajos como consecuencia de la globalización de los mercados y los cambios tecnológicos. Por ello, resulta muy difícil prever qué decidirán, qué productos consumirán y cómo se comportarán los millennials en los próximos tiempos.

Mayor importancia que la generación millennial, si cabe, tendrá la mujer en los años venideros. En la actualidad, las mujeres obtienen más títulos universitarios que los hombres en Europa y Estados Unidos, pero lo realmente relevante es que las mujeres están acumulando riqueza mucho más rápidamente que los hombres; tanto es así que, como destaca Guillén, en 2030 las mujeres poseerán más de la mitad de la riqueza de todo el mundo. Este es un fenómeno que transformará absolutamente la economía mundial, ya que las mujeres no gastan de igual manera que los hombres. Según varias investigaciones, las mujeres, en general, prefieren la seguridad, lo que perfectamente podría suponer que el gasto en educación, servicios médicos y seguros se incremente notablemente en la próxima década. Estos sectores, por tanto, pueden ser una gran oportunidad de negocio.

Por encima de todo, los avances tecnológicos serán la causa de la mayor transformación de la sociedad y del mundo en que vivimos. La automatización, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la impresión en 3D o las criptomonedas, entre otras nuevas tecnologías, transformarán nuestra realidad totalmente. Las consecuencias de los cambios que provoquen estas modernas tecnologías podrán ser positivas o negativas, ya que el impacto que supongan tendrá que ver en gran medida con la actitud con la que cada uno de nosotros nos enfrentemos a ellas.

En ese contexto de incertidumbre y transformación en el que se desvanece el mundo ante nuestros ojos, ¿qué podemos hacer? ¿Qué actitud deberíamos tomar? La percepción de estos monumentales cambios, como el propio Guillén recalca, “debería llevarnos a un cuestionamiento de los conocimientos recibidos, en vez de continuar respetando las conjeturas y formas de pensar que hemos heredado. Al contrario, busca conexiones laterales diversificando tus ideas, tomando medidas graduales, dejando abiertas tus opciones, centrándote en la oportunidad, considerando la escasez como un incentivo y aprovechando los vientos de cola” (p. 358).

David Carrión Morillo

Universidad Europea de Madrid

http://orcid.org/0000-0002-5298-4529