Las minimizaciones de la discapacidad como microagresiones capacitistas

The Minimizations of Disability
as Ableist Microaggressions

Eva Moral Cabrero

Instituto de Integración
en la Comunidad (INICO) de la USAL

evamoral@usal.es



Resumen: Las microagresiones capacitistas son experiencias comunes en la vida de las personas con discapacidad en prácticamente todos los ámbitos. Su estudio permite profundizar en la comprensión del capacitismo como sistema de opresión hacia quienes se alejan del estándar corporal y las demandas del sistema productivo. Trabajos anteriores proponen la categorización de las microagresiones más frecuentemente experimentadas por la población con discapacidad, siendo las relacionadas con la minimización de esta las más habituales. Este artículo presenta los resultados obtenidos a través de la Encuesta sobre Microagresiones Capacitistas (N = 681) para aquellas que suponen la minimizan de las necesidades de apoyo, de la discapacidad o de la gravedad de la discriminación. Se confirman como las microagresiones más reportadas por la muestra y se identifican variables como la presencia de más de una discapacidad, la visibilidad de esta o el grado de afectación en la frecuencia con la que se experimentan.

Palabras clave: capacitismo, discapacidad, microagresiones, discriminación, minimización

1. Introducción

La discriminación por discapacidad es una realidad extendida en España (Otaola y Huete 2019; Huete García 2013) y las implicaciones de su experiencia están presentes en todos los ámbitos. Además de suponer limitaciones en las posibilidades materiales de vida, participa en procesos intrincados de sometimiento y subjetivación que marcan los límites de lo que, quienes habitan cuerpos no normativos, pueden ser (Forber-Pratt et al. 2019; Butler 2017). Desde una interpretación binaria de la realidad se construye y sostiene el sistema capacitista que, como elemento y producto del dispositivo de la discapacidad (Ferreira y Ferrante 2010; Foucault 2016, 2013, 1991), permite que la población que se ajusta al cuerpo normativo se relacione a través de una posición de poder sobre grupos sociales ―en este caso las personas con discapacidad―, a quienes ubica en una situación de permanente dependencia (Bourdieu 2018, 2009; Butler 2017; Goffman 1970).

El capacitismo supone “una red de creencias, procesos y prácticas que produce un tipo particular de ser y de cuerpo (el estándar corporal) que se proyecta como perfecto, típico de la especie y, por lo tanto, esencial y completamente humano. La discapacidad entonces se presenta como un estado disminuido del ser humano” (Campbell 2001, 44). Se trata de una red interiorizada (Dunn 2019; Bell 2013; Hardiman et al. 2013; Campbell 2008) no solo por la población general, también por quienes son desposeídos ―en palabras de Butler y Athanasiou (2017)― por su distancia con el cuerpo normativo, a través de históricos procesos de exclusión vinculados a distintos modelos explicativos de la discapacidad, estrechamente relacionados con la medicalización de los sujetos, la estructuración del sistema productivo y la institucionalización de sus vidas (Foucault 1988, 2001, 2013, 2016; Oliver 1990). Así, se desarrolla e incorpora el contenido de prácticas discriminatorias de un grupo sobre otro(s) que obliga, a quienes se alejan del estándar corporal, a la cesión de múltiples cuestiones relacionadas con la autogestión de la propia vida como resultado de la imposición de limitaciones para el acceso a derechos, información y servicios. Así lo demuestran numerosos estudios sobre la situación de las personas con discapacidad en nuestro país con relación a distintos ámbitos (Jiménez 2018, 2017) e informes como el realizado por el Comité sobre los derechos de las personas con discapacidad de las Naciones Unidas que denuncian la situación de la educación inclusiva en España (Organización de Naciones Unidas [ONU], 2017), la precariedad en su acceso al mercado de trabajo y las condiciones laborales (Servicio Público de Empleo Estatal [SEPE] 2021; Gutiérrez-de-Rozas et al. 2020), o, más recientes, sobre el impacto que la pandemia sanitaria por la COVID-19 y su gestión ha tenido en las personas con discapacidad (Silván y Quífez 2020; Valle Escolano 2020).

El capacitismo se expresa, también, a través de “conductas verbales o de comportamiento breves que comunican desprecio o insultan a alguien por ser miembro de un grupo social” (Pierce et al. 1978, 66), las llamadas microagresiones. En el caso de las personas con discapacidad, especialmente cuando ésta no es visible o inmediatamente evidente, la minimización es una de las microagresiones más frecuentemente experimentadas (Olkin et al. 2019; Conover 2015; Keller y Galgay 2010). Bien a través de comentarios negativos o por medio de otros aparentemente positivos, de acciones e inacciones (Williams 2020), la población normativa cuestiona lo oportuno de los ajustes y adaptaciones solicitadas para cubrir las necesidades de apoyo derivadas de la situación de discapacidad, las experiencias negativas asociadas a la discriminación vivida e, incluso, la discapacidad misma (Keller y Galgay 2010).

En muchas ocasiones, tal y como explica Anna Landre (2019), quienes llevan a cabo estas microagresiones ―como ocurre con otras tipologías― no tienen intención de dañar. Y ―como sucede con el capacitismo como sistema de opresión en el que se encuentra su origen (Campbell 2008) ―, su interiorización naturaliza las prácticas a través de las que se perpetúa la desigualdad:

Esto también significa detener los tropos dañinos que alientan a las personas discapacitadas a minimizar o “superar” sus discapacidades, marcándolas como un defecto. (…) Cada minimización de mi discapacidad tenía la intención de ser un cumplido.

En situaciones como estas, nadie intentaba activamente hacer daño; estas son simplemente las cosas que les decimos a las personas discapacitadas que desafían los estereotipos de discapacidad.” (2019).

Este artículo presenta los resultados extraídos de una investigación más amplia sobre microagresiones capacitistas (Moral Cabrero 2021), centrándose en aquellas relacionadas con la minimización como interacción social, con la intención de identificar y tomar conciencia del impacto de su significado en quienes las reciben.

Debido a la escasez de trabajos que atienden las microagresiones dirigidas a este grupo poblacional (Conover 2015; Conover et al. 2017; Kattari 2020), se expondrá una propuesta para su categorización (Keller y Galgay 2010) y un trabajo posterior basado en este (Conover 2015) que las reagrupa en cuatro factores, siendo uno de ellos el de “minimización”. Para finalizar, se detallan los resultados obtenidos para dicho factor en nuestro contexto, por una muestra de 681 participantes que cumplimentaron, entre noviembre y diciembre de 2019, la Encuesta sobre Microagresiones Capacitistas, inspirada en los trabajos anteriormente citados, con la intención de identificar aquellas variables que puedan ser determinantes en la experiencia de microagresiones de minimización.

1.1. Meiosis o minimización

Dentro de las interacciones normativas ―las que tienen lugar entre personas que se ajustan al cuerpo entendido como ideal o promedio― la minimización puede entenderse como un intento de restar importancia a una situación difícil para rebajar la tensión en quien la sufre. Son aquellas operaciones cognitivas de contenido que en lingüística están relacionadas con la atenuación y que se denominan: meiosis (Ruiz de Mendoza y Galera-Masegosa 2012; Albelda 2005). La intención puede ser el cuidado hacia el otro, reducir su preocupación, pero también suavizar la crudeza de una conversación o situación dura que no se sabe cómo acompañar. Así, frente a un despido inesperado, la ruptura dolorosa de una relación, la angustia por una decepción o incluso el fallecimiento de un ser querido, la estrategia de afrontamiento suele ser la minimización, que se enuncia a través de frases como: “así es la vida”, “ellos se lo pierden”, “es ley de vida”, “qué se le va a hacer” o “si es así, casi es mejor que no forme parte de tu vida”. Estos actos comunicativos, sin representar necesariamente una implicación profunda con los sentimientos del otro, ni siquiera servir como consuelo, se interpretan bajo un significado convencional que los hace aceptables bajo circunstancias específicas. Pero, parece que fuera de ellas el sentido de la minimización se invierte convirtiéndose en una microagresión; bien por una distancia con la experiencia que la hace inaccesible para el perpetrador, bien por prejuicios arraigados que, de naturalizados, hacen invisible lo inapropiado de su contenido para quienes los llevan a cabo y, en muchos casos, también para quienes los reciben, pues como afirma Cherney (2011) sobre las normas retóricas, éstas “se vuelven ‘sentido común’ o razonamiento que uno no necesita justificar o defender porque funciona y aparece en tantos lugares que cuestionar su legitimidad en un área requeriría reconsiderar su uso en todos los demás”.

En el estudio de las situaciones de marginalidad en mujeres negras, la experiencia de minimización aparece como habitual, en este caso basada en estereotipos que las interpretan como más fuertes y dominantes que las mujeres blancas (Donovan 2011). Este hecho puede derivar en el cuestionamiento de síntomas de enfermedad declarados, experiencias de discriminación o abusos. Ocurre de manera similar en el caso de mujeres con discapacidad en cuanto a la credibilidad que les reconoce el personal sanitario cuando narran sus dolencias o por algunas personas que ponen en duda su discapacidad según entiendan que se ajustan a los cánones de belleza establecidos, tal y como muestran Olkin et al. (2019).

Así, la minimización de las situaciones de discriminación derivadas de tener una discapacidad o el quitarle importancia a la necesidad de apoyos o adaptaciones, incluso a la discapacidad misma, lejos de conseguir su objetivo restando importancia al acontecimiento que los motiva, se transforman en una agresión para quienes los reciben. Recordando que la meiosis es una estrategia que suele emplearse en actos comunicativos que pretenden la cortesía, en aquellas situaciones e intercambios lingüísticos en las que algunas personas reciben aquellas relacionadas con la discapacidad como violentas, podría estarse quebrantando una de las máximas de Grice para cualquier intercambio comunicativo cooperativo: la de evitar decir aquello de lo que no se disponga de pruebas adecuadas (Grice 1975, citado en Hernández 2013).

2. Microagresiones capacitistas

Las microagresiones capacitistas se entienden como actos cotidianos perpetrados por personas del entorno próximo o desconocidos (Gonzales et al. 2015; Harris y Wideman 1988; Kattari 2020; Nadal et al. 2014; Oliver 1990; Palombi 2012) que, debido a la ambigüedad de su contenido o del contexto en el que se realizan, pueden ser de difícil identificación para quienes son objeto de ellas.

Si bien el prefijo micro no pretende minimizar el carácter violento de la conducta, tal y como explica Wells (2013), éste ayuda a diferenciarlas de otras más evidentes y consideradas delictivas. Alude, además, a la percepción que de las mismas tienen quienes las ejecutan, pues no suelen estar motivadas por una intención maliciosa, por lo que suelen entenderlas con frecuencia como inocuas o sin importancia, siendo en muchos casos invisibles, imperceptibles en cuanto a su carga violenta. Wells subraya que se materializan a través del lenguaje y no suelen suponer riesgo físico, pero comparten dos elementos que acrecientan la degradación de la autoconfianza y participan en el proceso de alienación de quienes las reciben: la resonancia, relativa a lo naturalizado de los estereotipos en los que se basan, y la frecuencia con la que se experimentan.

Por otro lado, dar respuesta a las microagresiones recibidas puede resultar complejo, no solo por su sutileza, también porque requiere de inmediatez a la hora de valorar la réplica más adecuada en base a quién la ha llevado a cabo, el contexto en el que ha tenido lugar o la posibilidad de enfrentar una interacción aún más violenta que la microagresión misma. Esto supone un desgaste emocional que puede provocar inseguridad o sentimiento de culpa ante la posibilidad de haber interpretado la situación de manera errónea, deviniendo en angustia psicológica crónica (Sue. D.W. 2010) y en un aislamiento autoimpuesto, derivado de la evitación de actividades o entornos presumiblemente hostiles (Kattari et al. 2018; Nadal y et al. 2014; Keller y Galgay 2010).

Aunque el estudio sobre microagresiones dirigidas a la población con discapacidad se inspira en la literatura que aborda las microagresiones racistas (Deal 2007; Grier-Reed 2010; Hardiman et al. 2013; Kattari 2020) es importante considerar que “(…) las microagresiones contra grupos que son estigmatizados de manera diferente tienen una historia única que cambia la naturaleza del constructo de manera que requieren una comprensión diferente (…)” (Williams 2000, p. 5). Si bien la producción científica sobre microagresiones capacitistas es aún minoritaria (Conover 2015; Conover et al. 2017; Kattari 2020), trabajos como el desarrollado por Keller y Galgay (2010) proponen una categorización para abordar su estudio sistemático. Así, tras el análisis de contenido de dos grupos focales y una sesión informativa posterior, Keller y Galgay identifican 8 dominios que recogen las distintas microagresiones experimentadas con mayor frecuencia por la muestra del estudio: negación de identidad, con distintas variaciones, como aquellas que niegan la identidad personal, la experiencia de discriminación o la discapacidad misma; negación de privacidad; indefensión; ganancia secundaria; efecto de extensión; condescendencia; ciudadanía de segunda clase; y desexualización. Además, identifican dos menos desarrollados: erotización1 e intervención espiritual.

En un trabajo posterior, Conover (2015) desarrolla la Ableist Microaggressions Scale (AMS en adelante) basada en el trabajo de Keller y Galgay (2010), con una excelente consistencia interna (Chronbach de .92). Dirigida a mayores de 18 años con impedimento físico (N = 833) según la clasificación de la Americans with Disabilities Act of 19902, está formada por un cuestionario sociodemográfico y 20 ítems, con 6 alternativas de respuesta (siendo 0 nunca y 5 muy frecuentemente), que incorporan todos los dominios de la clasificación de Keller y Galgay (2010), excepto el de negación de la privacidad. En cuanto a la propuesta de agrupación factorial, los cuatro factores reorganizan las microagresiones según estén relacionadas con la experiencia de:

  1. Desamparo, que recoge situaciones vinculadas a la interpretación de las personas con discapacidad como incapaces, dependientes y eternas demandantes de ayuda. Con una representación de 5 ítems en la escala, corresponde a los dominios de indefensión, condescendencia, ganancia secundaria y negación de identidad personal de Keller y Galgay.
  2. Minimización, que atiende a aquellas expresiones que cuestionan la necesidad de apoyos, desde la sospecha hacia quienes los reclaman por entenderlos exagerados. A través de 3 ítems aborda las microagresiones capacitista que ―propias de la variación de negación de la experiencia del dominio de negación de identidad de Keller y Galgay― invalidan la experiencia de discriminación al negarla o restarle importancia; también manifestando un entendimiento o identificación con la situación o un conocimiento de la solución que podría resolverla.
  3. Negación de la personalidad, que en sus 5 ítems recoge las actitudes de infantilización, algunas situaciones relacionadas con el efecto de extensión y la negación de identidad personal del trabajo de Keller y Galgay (2010). Por último,
  4. Otrerización, relacionado con entender a las personas con discapacidad como menos humanas, antinaturales; se presenta a través de 7 ítems que exponen microagresiones basadas en el trato como ciudadanía de segunda clase, algunas vinculadas al efecto de extensión o con la desexualización de Keller y Galgay.

Respecto a los resultados más relevantes del trabajo de Conover (2015) cabe destacar que: si bien las microagresiones recogidas por los distintos factores están relacionadas de alguna manera, son diferenciadas y se ajustan a la propuesta de categorización de Keller y Galgay (2010), por lo que se confirma la existencia de microagresiones específicas dirigidas a personas con discapacidad. La frecuencia en la experiencia de microagresiones capacitistas estaba relacionada con variables como la gravedad de la discapacidad o el origen congénito de ésta y las puntuaciones medias por ítems más altas corresponden a aquellos enmarcados en el factor 2: “minimización”.

Considerando que las conclusiones aportadas por Conover (2015) abren una vía importante para la comprensión del fenómeno abordado, y dada la escasez de trabajos que las atienden, se entendió oportuno trasladar el estudio a nuestro contexto, con la intención de posibilitar un primer acercamiento a las microagresiones capacitistas en el mismo.

3. Encuesta sobre Microagresiones Capacitistas

El objetivo de la investigación fue conocer con qué frecuencia se experimentan las microagresiones capacitistas por la población con discapacidad en España e identificar aquellas variables que pueden resultar determinantes en la experiencia. A tal efecto, se desarrolló la Encuesta sobre Microagresiones Capacitistas (EMC en adelante) (Moral 2021), una adaptación de la AMS de Conover (2015), que amplía la muestra al dirigirse a personas mayores de 16 años y con cualquier discapacidad.

3.1. Procedimiento

Tras el proceso de traducción y adaptación, que incluyó ajustes como la consideración de criterios de lectura fácil para la formulación de las preguntas, la accesibilidad para usuarios de lectores de pantalla y las modificaciones sobre el contenido del cuestionario ―consideradas por el panel de expertos en una primera fase y el grupo de voluntarios en el estudio piloto posterior―, la EMC presenta una total correspondencia con los ítems de la AMS.

La encuesta se difundió, el 6 de noviembre de 2019, a través de redes sociales y listas de correo electrónico, por lo que la muestra se alcanzó a través de un muestreo virtual y no probabilístico por bola de nieve. El acceso a la EMC se realizó por código QR o enlace, a través de los que se accedía a la presentación y objetivo de la investigación. Se solicitó el consentimiento informado y la cumplimentación de todos los datos sociodemográficos presentados ―relativos a la edad, el nivel de estudios, el tipo y grado de discapacidad, la visibilidad de esta o el uso de apoyos, entre otros ― así como la respuesta a las 20 preguntas del cuestionario que, basadas en las dimensiones de Keller y Galgay (2010) y los factores del trabajo de Conover (2015), exponen las distintas microagresiones capacitistas.

3.2. Metodología

Dado el carácter exploratorio del estudio, al abordar un constructo poco investigado, se diseñó una estrategia analítica abierta. Si bien esto puede suponer la sobreexplotación de los datos, se entendió necesaria no solo la identificación de posibles estimadores relevantes en la experiencia sino, también, aquellas interacciones que puedan explicar cómo opera el capacitismo en relación a una sola de sus expresiones. Se realizaron, por tanto, análisis descriptivos y de dispersión de la muestra; de diferencia de medias en función de los factores de interés; y de interacción y correlación de diferentes variables con los distintos factores. Estos análisis indicaron algunos predictores involucrados en la experiencia de microagresiones, por lo que fueron considerados en los análisis de regresión multivariante.

Considerando las distribuciones no normales de casi todas las variables abordadas, se llevaron a cabo pruebas de varianza no paramétricas. Para la puntuación global, y con el objeto de controlar la tasa de error por familia de comparaciones, se ejecutaron análisis de varianza no paramétricos ómnibus de un factor (Kruskal-Wallis) con comparaciones por pares Dwass-Steel-Crichtlow-Fligner (Hollander et al. 2015). Para el análisis de las puntuaciones de los cuatro factores, se ejecutaron pruebas de rango alineadas no paramétricas para interacciones en diseños factoriales de dos vías con medidas repetidas (Beasley y Zumbo 2009; Higgins y Tashtoush 1994) y, en caso de confirmarse la significatividad de la interacción, se realizó un análisis de varianza no paramétrico seguido de comparaciones por pares Dwass-Steel-Crichtlow-Fligner para cada factor. Además, se calcularon los coeficientes de correlación de Spearman entre distintas variables y las puntuaciones globales de la EMC y los factores y se llevaron a cabo análisis de regresión múltiple para cada variable con el mejor modelo de acuerdo con el criterio AIC, por medio de un procedimiento automatizado (librería glmulti), de cara a favorecer los modelos más simples.

3.3. Muestra

Tras un proceso de depuración de las más de 1100 entradas a la EMC, resultó una muestra final de 681 adultos con discapacidad, formada mayoritariamente por mujeres (61%), con una edad media de 41 años y altos niveles de estudios, puesto que el 46% de los participantes cuenta con estudios superiores o de Formación Profesional de grado II. Respecto a su situación laboral, de la población en edad de trabajar, el 35.5% de la muestra está en situación de inactividad y el 35.5% en activo, desempeñando su labor profesional mayoritariamente (68.5%) en empleo ordinario. En relación con los datos relativos a la discapacidad, el 70.5% de la muestra tiene una única discapacidad y, según la tipología de estas, la muestra presenta datos similares a los de la población general, siendo mayoritario el grupo que reporta una discapacidad física (49%). El 64% de la población encuestada tiene una discapacidad adquirida y, en cuanto a la visibilidad de la discapacidad, la muestra se distribuye de manera equilibrada, pues en el 39.4% de los casos es visible o evidente para terceras personas, mientras que para el 35% la identificación de la discapacidad ocurre solo en algunas situaciones y en el 26% de los casos, la discapacidad es invisible o no se percibe si no es declarada. El 59.5% de la muestra no tiene reconocida la dependencia, mientras que el 31% cuenta con un certificado de discapacidad entre el de 33 y el 64% y un 48% dispone de un reconocimiento de 65% o superior; el 21% de la población se sitúa en la franja inferior al 33%. En cuanto al uso de apoyos técnicos para la vida independiente, cerca de la mitad de los participantes no los requiere, siendo aún mayor quienes no emplean apoyos humanos (71%).

3.4. Resultados y discusión

Tal y como se ha adelantado, en este artículo nos centraremos únicamente en los resultados correspondientes al factor 2: “Minimización”, pues coincidiendo con los obtenidos por trabajos anteriores (Olkin et al 2019; Conover 2015; Keller y Galgay 2010) y, tal y como puede observarse en la Tabla 1, aunque las medias globales para los cuatro factores son similares, es éste el que obtiene la puntuación media más alta (M = 2.57).

Tabla 1 Medias para puntuación global de discriminación y factores

Factor 1: Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3: Negación

Factor 4: Otrerización

Global EMC

M

2.39

2.57

2.21

2.11

2.28

SD

1.33

1.51

1.50

1.33

1.11

Este factor queda representado por tres preguntas de la EMC: (1) ¿Con qué frecuencia la gente quita importancia a tu discapacidad o te dice que podría ser peor? (19) ¿Cuántas veces te han dicho que tú no necesitas apoyos o adaptaciones? y (20) ¿Crees que hay personas que no aceptan tu discapacidad porque no se nota y dicen que eres “normal”?

Se presentan, a continuación, los resultados de aquellas variables relevantes en cuanto a su interacción con las microagresiones correspondientes a la minimización de la discapacidad.

Con relación al género de la muestra, la prueba de Kruskal-Wallis expuso un efecto marginalmente significativo sobre la frecuencia de microagresiones capacitistas, [χ² (2) = 5.88, p = .05, ε² = .01], pero las pruebas de varianza mostraron diferencias significativas entre hombres y mujeres (p < .05), confirmándose, con efecto marginal, únicamente para el factor 2 “Minimización”.

Tabla 2 Puntuación global de EMC por factores según género y comparación por pares

Factor 1: Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3:
Negación

Factor 4: Otrerización

Global EMC

Hombre

M

2.35

2.20

2.25

2.10

2.20

SD

1.32

1.47

1.48

1.34

1.12

Mujer

M

2.39

2.78

2.18

2.11

2.31

SD

1.34

1.49

1.52

1.32

1.10

Otro3

M

3.17

3.81

2.86

3.12

3.17

SD

0.98

1.23

1.11

1.19

0.85

p Kruskal-Wallis

 

<.001

 

 

<.05

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

M>V***

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo, siendo “M” para Mujer y “V” para Varón. *<.05, **<.01 y ***<.001

A pesar de que el género aparece como una variable poco relevante en relación con la experiencia de las microagresiones estudiadas y de que el efecto en las diferencias localizadas entre hombres y mujeres para el factor 2 ―como el único que las presenta―, es marginal, los resultados sirven como reclamo para la consideración de la interseccionalidad como herramienta analítica en toda investigación que aborde el capacitismo. Los datos relativos a las diferencias identificadas, aun confirmando la discapacidad como identidad estigmatizada primaria (Wang et al. 2019; Nario-Redmond 2010), apoyan las conclusiones del ya citado trabajo de Olkin et al. (2019) relativas a las particularidades en la experiencia de las mujeres con discapacidad y la minimización de sus síntomas y necesidades en el ámbito sanitario.

Para el análisis del efecto de la edad, se agrupó a la muestra en segmentos de 15 años. La prueba de Kruskal-Wallis mostró un efecto débil de significatividad entre el rango de edad y la frecuencia de microagresiones capacitistas, [χ² (3) = 27.13, p < .001, ε² = .04]. Las pruebas de varianza revelaron diferencias para la puntuación global entre los grupos jóvenes y lo más mayores (p <.001) y las pruebas de rango alineadas no paramétricas confirmaron una interacción significativa entre los grupos y los factores [F (4,1833) = 4.41; p <.001]. Los análisis de efectos simples para cada factor confirmaron un efecto débil para el factor 2.

Tabla 3 Puntuación global de EMC por factores y grupo de edad y comparación por pares

Factor 1:
Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3:
Negación

Factor 4:
Otrerización

Global EMC

de 16 a 29

M

2.60

2.61

2.60

2.49

2.58

SD

1.36

1.51

1.52

1.40

1.15

de 30 a 44

M

2.40

2.72

2.26

2.27

2.37

SD

1.27

1.50

1.47

1.29

1.11

de 45 a 59

M

2.20

2.57

1.94

1.83

2.05

SD

1.34

1.50

1.47

1.22

1.02

de 60 a 74

M

2.48

1.69

2.03

1.47

1.85

SD

1.36

1.34

1.44

1.23

1.06

p Kruskal-Wallis

<.05

<.001

<.001

<.001

< .001

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

16-29 > 45-59*

16-29 >
60-74**

16-29 >
45-59***

16-29 >
45-59***

16-29 >
45-59***

30- 44 >
60-74***

16-29 >
60-74***

16-29 >
60-74**

49-59>
60-74***

30-44 >
45-59**

30-44 >
45-59*

30- 44 >
60-74**

30- 44 >
60-74*

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo, siendo “16-29” para de 16 a 29, “30-44” para de 30 a 44, “45-59” para de 45 a 59, “60-74” para de 60 a 74. *<.05, **<.01 y ***<.001

La identificación de las microagresiones recibidas o la frecuencia con la que se experimentan parece aumentar en edades tempranas. Este dato confirma los resultados de trabajos como el de Huete (2013, p. 33) que abordan la discriminación percibida en las personas con discapacidad y que podría apuntar hacia un necesario cuestionamiento del statu quo; de entender como ilegítima la discriminación recibida como paso necesario para confrontarla (Dirth y Branscombe 2018 2019) y derivar en lo que Bourdieu denomina efecto de histéresis (2009, 101).

Respecto a la visibilidad de la discapacidad, la prueba de Kruskal-Wallis expuso un efecto moderado de significatividad sobre la frecuencia de microagresiones capacitistas, [χ2(2) = 36.48, p < 0.001, ε2 = 0.06]. Se identificaron diferencias entre grupos a través de las pruebas de varianza, según declararan discapacidades visibles y ocultas (p < .001) o dependientes de la situación (p < .001); también, entre los dos últimos grupos (p < .05). Se confirmó la significatividad en la interacción entre la visibilidad de la discapacidad y los factores (F (6,183) = 74.63; p < .001), por lo que se realizaron análisis de efectos simples para cada factor, verificándose como relativamente fuerte para el factor 2 “Minimización”.

La visibilidad de la discapacidad es la variable con mayor efecto en la frecuencia de las microagresiones capacitistas presentadas en la EMC. En contraste con el resto de los factores, para el de “minimización” se invierte el efecto, siendo más habitual para quienes la evidencia de su discapacidad depende de la demanda de la situación en la que estén involucrados (M = 3.09) que para el resto de los grupos. En este caso, la visibilidad de la discapacidad parece reducir el cuestionamiento de esta y los efectos de la discriminación derivada de ella. Coincidiendo con lo indicado por Valeras (2010), las personas con discapacidades menos obvias para terceras personas suelen denunciar la minimización de sus necesidades como una experiencia frecuente.

Tabla 4 Puntuación global de EMC por factores según visibilidad de la discapacidad y comparación por pares

Factor 1:
Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3:
Negación

Factor 4:
Otrerización

Global EMC

Visible

M

3.01

1.86

2.58

2.57

2.57

SD

1.22

1.33

1.45

1.25

1.08

Oculta

M

1.82

2.93

1.80

1.70

1.92

SD

1.33

1.47

1.54

1.38

1.15

Según la
situación

M

2.09

3.09

2.09

1.91

2.20

SD

1.15

1.43

1.44

1.22

1.04

p Kruskal-Wallis

< .001

< .001

< .001

< .001

 < .001

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

V > O*** y S***

V < O*** y S***

V > O*** y S***

V > O*** y S***

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo, siendo “V” para Visible, “O” para Oculta y “S” para Según la situación. *<.05. **<.01 y ***<.001

En el caso de la convivencia con más de una situación de discapacidad (29,5% de la muestra), la prueba de Kruskal-Wallis mostró un efecto débil de significatividad entre la pluridiscapacidad y la frecuencia de microagresiones capacitistas, [χ² (1) = 17.74, p < .001, ε² = .02]. Las pruebas de varianza revelaron diferencias para la puntuación global entre los grupos (p <.001) y las pruebas de rango alineadas no paramétricas confirmaron una interacción significativa entre los grupos y los factores [F (24,1811) = 8.82; p < .001]. Los análisis de efectos simples para cada factor confirmaron un efecto débil para el factor 2.

Los datos apuntan a la pluridiscapacidad como una variable involucrada en la frecuencia con la que se experimentan las microagresiones relacionadas con el factor 2, por lo que cabría analizar si la convergencia de discapacidades amplifica la percepción de las necesidades de apoyo o su intensidad.

Tabla 5 Puntuación global de EMC por factores y pluridiscapacidad y comparación por pares

 

Factor 1

Factor 2

Factor 3

Factor 4

Global EMC

Sin Pluridiscapacidad

M

2.32

2.38

2.09

2.00

2.15

SD

1.29

1.48

1.46

1.31

1.08

Con Pluridiscapacidad

M

2.54

3.00

2.51

2.38

2.57

SD

1.40

1.49

1.55

1.34

1.13

p Kruskal-Wallis

<.001

<.01

<.01

<.001

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

 

P>DU***

P>DU**

P>DU**

P>DU***

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo, siendo “P” para Pluridiscapacidad y “DU” para Discapacidad única.
*<.05. **<.01 y ***<.001

La severidad de la discapacidad, reconocida a través del grado de discapacidad4, se corroboró como una variable de peso moderado, tal y como confirmó la prueba de Kruskal-Wallis, χ2(2) = 68.95, p < .001, ε² = 0.11. Las pruebas de varianza descubrieron diferencias significativas entre los grupos con distintos grados de discapacidad reconocido (p < .001) y las pruebas de rango alineadas no paramétricas mostraron una interacción significativa entre el grado de discapacidad y los factores (F (9,1833) = 30.72; p < .001). Las pruebas post hoc verificaron un efecto moderado para el factor 2: Minimización. De la misma manera que ocurría con los resultados anteriores, las microagresiones relacionadas con el factor 2 “Minimización” presentaron datos inversos al resto de factores, siendo más frecuentes en el grupo con un grado de discapacidad reconocido inferior al 33% que en los otros grupos.

De la misma manera que ocurría con los resultados anteriores, las microagresiones relacionadas con el factor 2 “Minimización” presentaron datos inversos al resto de factores, siendo más frecuentes en el grupo con un grado de discapacidad reconocido inferior al 33% que en los otros grupos.

Tabla 6 Puntuación global de EMC por factores y grado de discapacidad y comparación por pares

Factor 1:
Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3:
Negación

Factor 4:
Otrerización

Global EMC

De 0 a 32

M

2.07

3.32

2.12

1.83

2.19

SD

1.41

1.63

1.71

1.42

1.27

De 33 a 64

M

1.82

2.82

1.73

1.62

1.89

SD

1.17

1.44

1.40

1.20

1.03

De 65 o más

M

2.98

2.14

2.67

2.65

2.67

SD

1.19

1.42

1.39

1.21

1.00

p Kruskal-Wallis

< .001

< .001

< .001

< .001

< .001

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

65+>0-32***

0-32>65+***

65+>0-32*

65+>0-32***

65+>0-32**

65+>33-64***

33-64>65+***

65+>33-64***

65+>33-64***

65+>33-64***

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo. siendo “0-32” para el intervalo entre 0 y el 32%. “33-64” para el intervalo entre 33 y el 64% y “65+” para el de grado de 65% en adelante. *<.05. **<.01 y ***<.001

Con relación al uso de apoyos, tanto humanos como técnicos, la prueba de Kruskal-Wallis expuso un peso moderado de significatividad sobre la frecuencia de microagresiones capacitistas, [χ2(3) = 43.90, p < .001, ε² = 0.07]. Se identificaron diferencias entre grupos a través de las pruebas de varianza, entre el grupo que utiliza apoyo técnicos y humanos y quienes no hacen uso de ninguno y entre el primero y el grupo que emplea ayudas técnicas (p < .001). Se confirmó la significatividad en la interacción entre el uso de apoyos y los factores (F (9,1833) = 2.11; p < .001), por lo que se realizaron análisis de efectos simples para cada factor, verificándose como moderado para el factor 2 “Minimización” entre quienes se aprovechan del uso de ambos tipos de apoyo y entre este último grupo y quienes lo hacen únicamente de apoyos técnicos.

Estos resultados son coincidentes con los obtenidos para el estudio de la interacción del grado de afectación y la pluridiscapacidad, por lo que no resultaron del todo sorprendentes pues, de la misma manera, participan en la visibilidad de la discapacidad. Ha de considerarse que, en este caso, también lo hacen en la dicotomía dependencia-interdependencia, pervirtiendo en su interpretación el objeto real de su uso: el desenvolvimiento independiente en diversos entornos. Así, la interacción de productos o personal de apoyo en ámbitos relacionados con quehaceres productivos ―como el escolar o el laboral― podría reforzar ciertos prejuicios en la población normativa. La demanda de los ajustes para participar en igualdad de condiciones podría derivar en el cuestionamiento de los espacios que les corresponde ocupar y, en el caso de quienes no requieren de apoyos técnicos o humanos, la duda sobre la necesidad de adaptaciones, poniendo en peligro la concesión de estas.

Tabla 7 Puntuación global de EMC por factores y uso de apoyos y comparación por pares

Factor 1:
Desamparo

Factor 2:
Minimización

Factor 3: Negación

Factor 4:
Otrerización

Global EMC

No usa

M

1.85

2.85

1.91

1.80

2.01

SD

1.23

1.46

1.53

1.36

1.14

Humanos

M

2.54

2.67

2.33

2.12

2.41

SD

0.99

1.45

1.44

1.17

0.93

Técnicos

M

2.57

2.41

2.19

2.17

2.31

SD

1.31

1.52

1.37

1.26

1.06

Ambos

M

3.23

2.11

2.84

2.72

2.79

SD

1.14

1.50

1.42

1.17

0.96

p Kruskal-Wallis

<.001

<.001

<.001

<.001

<.001

Diferencias por pares (Dwass-Steel-Critchlow-Fligner)

H>N**

N>T*

N>A***

T>N*

A>N***

T>N***

N>A***

A>T***

A>N***

A>AT***

A>N***

A>H*

A>H***

A>T***

A>T***

Nota: Las diferencias entre Factores se codifican en forma de inicial para cada grupo, siendo “N” para quienes no hace uso de Apoyos; “AT” para el uso de Apoyos Técnicos, “AH” para el no uso de Apoyos Humanos y “A” para quienes hacen uso de Ambos.
*<.05. **<.01 y ***<.001

Otras variables exploradas, como puedan ser el tipo de hogar, el nivel de estudios o la situación laboral, no aparecen como significativas en relación con la experiencia de microagresiones capacitistas relacionadas con la negación de la discapacidad. En el caso del momento de aparición de la discapacidad, si bien reveló un efecto moderadamente significativo sobre la frecuencia de las microagresiones capacitistas [ χ2(1) = 28.89, p < 0.001, ε² = 0.05] y las pruebas de varianza diferencias significativas entre el grupo con discapacidades congénitas y sobrevenidas (p < .001) para el resto de los factores, no se confirmaron para el de Minimización.

Una vez identificadas las variables de interés en cuanto a la puntuación global y los factores, se analizaron las correlaciones (rho de Spearman) que, aun encontrándose entre bajas-moderadas, identificaron cierta relación entre algunas variables y el factor 2, tal y como muestra la Figura 1.

Figura 1 Correlograma que representa los coeficientes de correlación (Spearman) entre distintas variables y las puntuaciones globales y de factores de la frecuencia de microagresiones (AMS)

Gráfico

Descripción generada automáticamente

Nota: La intensidad y el color de los cuadrados representan la magnitud y el signo (rojo = positivo y azul = negativo) de la correlación, respectivamente. Un valor cruzado indica una correlación no significativa (p > .05; corrección de Bonferroni-Holm).

A la vista de estos resultados, y en el intento de identificar el conjunto de variables que explicaran la variación en la frecuencia con la que se experimentan las microagresiones capacitistas, se presentan a continuación los resultados de los análisis de regresión múltiple para la puntuación global de la EMC y el factor 2 “Minimización” para cada variable seleccionada con el mejor modelo de acuerdo con el criterio AIC.

Para predecir el Factor 2: “Minimización”, se ajustó un modelo lineal (estimado mediante mínimos cuadrados ordinarios, OLS) con el grado de dependencia reconocido, tener pluridiscapacidad, la visibilidad de la discapacidad, la edad de inicio y el porcentaje reconocido. El modelo explica una proporción estadísticamente significativa y moderada de la varianza (R2 = 0.25, F (7, 414) = 19.45, p < .001, adj. R2 = 0.23). El intercepto del modelo, correspondiente a los predictores presentados en la Tabla 8, se sitúa en 3.18 (95% IC [2.85, 3.52], t (414) = 18.73, p < .001). Los parámetros estandarizados se obtuvieron ajustando el modelo a una versión estandarizada del conjunto de datos.

Tabla 8 Resultados del análisis de regresión múltiple sobre el mejor modelo elegido a partir del criterio AIC para el factor 2: Minimización

Predictores

Estimates

IC

p

(Intercept)

3.18

2.85 – 3.52

<0.001

Dependencia grado I

-0.55

-0.92 – -0.19

0.003

Dependencia grado II

-0.19

-0.64 – 0.26

0.414

Dependencia grado III

-0.42

-0.87 – 0.03

0.065

Pluridiscapacidad sí

0.59

0.32 – 0.87

<0.001

Visibilidad

-0.97

-1.28 – -0.67

<0.001

Edad inicio

-0.00

-0.01 – 0.01

0.967

Porcentaje discapacidad

-0.01

-0.01 – -0.00

0.042

Observaciones

422

R2 / R2 ajustada

0.247 / 0.235

Según los resultados, la frecuencia con la que se experimentan las microagresiones capacitistas del factor 2: “Minimización” está relacionada con el hecho de tener más de una discapacidad, mientras que tener un Grado I de Dependencia, una discapacidad visible o un mayor grado de discapacidad disminuye la posibilidad de ser objeto de éstas.

4. Conclusiones

La frecuencia con la que se experimentan las microagresiones que niegan la discapacidad o cuestionan las necesidades de apoyo parece estar relacionada con variables como el tener más de una discapacidad, un menor grado de afectación o discapacidades que resultan evidentes para los demás solo si son declaradas o según la demanda del entorno. Estos resultados podrían apuntar a la participación de estas variables en la visibilidad de la discapacidad o de las necesidades de apoyo y, por tanto, en el peso de esta para la activación de prácticas discriminatorias. De esta manera, la configuración del pensamiento dicotómico categorizaría a las personas según se perciba no solo su discapacidad, también la estimación de su severidad.

Ante personas con discapacidades invisibles o cuya evidencia depende de la situación, la población normativa podría encontrarse en una suerte de disonancia cognitiva, pues, superado un primer filtro según su ajuste al estándar corporal, la revelación de la discapacidad puede suponer la negación o minimización de esta, junto a todas sus implicaciones, funcionando de manera similar a las comillas gestuales en los actos de habla (Herzfeld 2009, 184) y que expresaría el cuestionamiento de la necesidad de los ajustes o adaptaciones solicitados, presentando la duda de si son (realmente) “discapacitados.”

Las implicaciones de esta interpretación pueden conllevar no solo el desgaste propio de la experiencia de la microagresión recibida, también trabas para el acceso a los apoyos necesarios para el desarrollo y disfrute de una vida independiente, por lo que profundizar en el estudio de esta interacción puede ser de interés para la comprensión del capacitismo y la red de elementos que conforman el dispositivo de la discapacidad, así como para la garantía del cumplimento de derechos legalmente reconocidos. Además, la presencia de prejuicios en las instituciones (médica, legal, etc.) basados en la invisibilidad de la discapacidad fácilmente pueden estar obstaculizando el acceso a los procesos de reconocimiento de las limitaciones funcionales y, por tanto, en la valoración de los apoyos requeridos por quienes no tienen discapacidades obvias, suponiendo un claro perjuicio para este grupo. Así, el estudio del capacitismo como sistema de opresión interiorizado hace necesaria la consideración de todos los agentes implicados en su producción. En su abordaje, no puede quedar fuera la población general que, ubicada en el estándar corporal dentro de la perspectiva binaria que él mismo genera ―y que define a los sujetos como capaces-incapaces, sanos-enfermos, normales-anormales―, tiene un papel relevante en su perpetuación. El capacitismo permite la división del espacio social según posiciones de privilegio u opresión, escasamente investigadas (Black y Stone 2005).

En este sentido, el artículo explora la posibilidad de una transformación de la meoisis normativa como figura retórica aceptada y común en las interacciones cotidianas en meiosis capacitista cuando se traslada como fórmula a las interacciones en las que la minimización pone el foco en cuestiones relacionadas con la discapacidad, por tratarse de una microagresión comúnmente identificada por este grupo poblacional. Si bien esta hipótesis explicaría sólo algunas de las situaciones recogidas en la dimensión de minimización propuesta por Conover (2015), el estudio de la aceptación de su uso por población normativa, así como el significado específico que toma en la interacción con grupos minoritarios, ampliaría la comprensión no sólo de aquellas que se transforman en agresión, también de las motivaciones originales de su uso y la interpretación de la población general cuando las recibe.

Cabría pensar si, en el contexto de la interacción de estas últimas, aparecen como situaciones similares a las anteriores, aceptadas y propias de la minimización normativa, y se trasladan como respuesta, deviniendo en conducta desajustada. Así, lejos de pretender incomodar o hacer daño, el perpetrador solo elige una respuesta que en situaciones aparentemente similares es aceptada, pero desde una empatía que lleva a pensar que se comprende la experiencia de discriminación en este caso, como ocurre con las microagresiones racistas o aquellas motivadas por condiciones que difícilmente pueden ser comprendidas por personas ajenas a la cotidianidad de la violencia que pertenecer al grupo desposeído supone. De esta manera, y tal y como confirman numerosos estudios sobre la dificultad de réplica hacia las microagresiones recibidas (Nadal et al. 2014; Palombi 2012; Keller y Galgay 2010; Sue 2010), confrontar aquellas que minimizan la discapacidad puede suponer la incomprensión por parte del perpetrador, dado que en muchas ocasiones el trato diferencial a grupos minoritarios se explica desde la compasión, la protección o posturas confusas (Nario‐Redmond et al. 2019) que llevarían a la “ambigüedad atribucional” (Crocker et al. 1991), dificultando identificar si han tenido lugar por la pertenencia a un grupo desacreditado o por otros motivos. El desconcierto provocado por este conflicto desactivaría la intención de respuesta por parte de la víctima, viendo pasar la oportunidad de mostrar como ilegítima la agresión recibida.

El estudio comparativo sobre el uso de la minimización como elemento retórico en interacciones comunes entre población normativa y el sentido de su utilización cuando se dirige a poblaciones minoritarias, posibilitaría profundizar en el cómo se articula y opera el capacitismo como aparato ideológico. Además, y de manera paralela, diseñar e implementar programas de intervención para el conjunto de la población ―con y sin discapacidad― permitía un acercamiento hacia la toma de conciencia de aquellas creencias, valores y actitudes involucradas en la perpetuación de relaciones desiguales de poder basadas en el estándar corporal.

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Notas

1 El texto original emplea el término “exoticization”, que en su traducción correspondería a “exotización”, pero analizando el contenido del dominio parece tratarse de una errata, pues se estima más próximo “erotización”, motivo por lo que este le sustituye.

2 La Americans With Disabilities Act contempla en su Título 42, Sección 12102, una conceptualización de la discapacidad física distinta a la que se utiliza en nuestro entorno, incluyendo, entre otras, discapacidades sensoriales (Americans with Disabilities Act of 1990 (ADA, 2009).

3 Cabe recordar que la opción “otro” se desestima en cuanto a la consideración de sus resultados debido a la escasez de muestra de este subgrupo (N = 7).

4 También se estudió la variable “Grado de Dependencia”, pero se exponen únicamente los relativos al “Grado de Discapacidad”, considerando que los resultados son coincidentes con relación a los distintos niveles marcados por la Administración y que el 59.5% de la muestra no contaba con el reconocimiento de la primera.