Reseña de Adrián Almazán Gómez, Técnica y tecnología. Cómo conversar con un tecnolófilo, Madrid : Taugenit, S.L. 2021

El libro objeto de la presente reseña ha sido publicado en 2021 por Taugenit. En el mismo se tratan temas que el autor viene trabajando ya desde su tesis doctoral, tocando campos realmente de gran actualidad: diferentes aspectos de la tecnología, la diferencia entre técnica y tecnología, la presunta neutralidad de la tecnología y los posibles caminos para afrontar lo que se conoce como colapso ecosocial.

La obra que nos ocupa incluye un prólogo de Jorge Riechmann y un epílogo de Andoni Alonso Puelles y está dividido en cuatro partes: I. Siempre ha habido tecnología y siempre la habrá porque es lo que nos hace humanos; II. No se puede luchar contra el progreso; III. Las tecnologías no son buenas ni malas. Lo que importa es como las utilicemos y IV. Sólo la tecnología puede sacarnos del lío en el que la tecnología nos ha metido.

Pese a ser un libro breve, 184 páginas, cabe calificarlo de denso y merece la pena comentar que las referencias bibliográficas son realmente numerosas y sólidas.

Me parece necesario resaltar que el autor tiene formación universitaria en Física, de hecho es licenciado en esa materia. Este punto, más habitual en otros tiempos, es en mi opinión resaltable por varios motivos. En primer lugar creo que hace que el autor pueda tener un conocimiento más profundo de algunos aspectos de la técnica y de la tecnología. Por otra parte, es cuando menos llamativo que otros filósofos críticos con varios aspectos de la tecnología y de sus niveles de uso y abuso en nuestros tiempos compartan la misma formación básica. Entre ellos cabe mencionar a Lou Marinoff y a Matthew B. Crawford.

Una de las aportaciones esenciales del libro es la clara diferenciación que aporta al hablar de técnica y tecnología. Aunque actualmente para muchas personas ambos términos significan lo mismo, son en realidad diferentes: la técnica hace referencia a la capacidad de fabricación y utilización de objetos técnicos, mientras que la tecnología, utilizando las palabras del autor, “sería una forma particular de técnica exclusiva de las sociedades modernas y capitalistas”. Una aportación esencial en este tema es la aclaración sobre una afirmación que se sigue repitiendo pese a estar claro que no es cierta: qué la técnica o la tecnología (menciono ambos términos porque no todo el mundo asume la diferenciación planteada por el autor y que yo comparto) es lo que nos hace humanos. No se trata de explicar aquí lo aportado por el autor, pero este aspecto es especialmente relevante porque si se considera válida esa afirmación eso tiene consecuencias a la hora de tomar decisiones para asumir cambios en los sistemas económicos actuales y en sus formas de producción.

También me parece interesante el término acuñado por el autor: tecnolófilo, en parte como reacción al de tecnófobo que suele aplicarse de forma casi automática a quienes defienden posturas críticas con las tecnologías y que los sitúa directamente en una posición prácticamente irracional.

El siguiente punto destacable es el que se ocupa del progreso como algo inevitable y contra lo que no se puede luchar. Aunque de nuevo se debe evitar repetir el trabajo llevado a cabo por el autor, nos encontramos con un concepto que conviene centrar. El autor lo hace explicando la evolución histórica en varias fases: Primer germen: el cristianismo, Segundo germen: devenir dueños y poseedores de la naturaleza, Tercer germen: Ilustración (es), La eclosión final, para finalmente pasar a exponer lo que el progreso, en opinión del autor, esconde. Uno de los aspectos que me parece conveniente comentar es la mención de la economía circular, concepto que está de actualidad y que muchos lectores pueden considerar como novedoso, pero que como nos recuerda el autor era el modelo económico vigente hasta el sigo XVIII y sólo cambió con la llegada del industrialismo y la sustitución de las energías renovables, los materiales biológicos y los minerales disponibles en abundancia por las energías no renovables y por materiales minerales finitos y en algunos casos directamente escasos. Este punto es clave para revelar y entender los motivos de algunos de los problemas existentes en la actualidad, originados al menos en parte por el aumento exponencial del uso de las mencionadas energías y materiales no renovables. Por todo lo expuesto el autor considera que el progreso tal como se ha entendido desde el cambio anteriormente mencionado hasta la actualidad no sólo no es inevitable, sino que es ineludible cambiar los criterios que lo guían.

Otro tema central del libro que nos ocupa es el de la presunta neutralidad de las tecnologías. El capítulo dedicado a este tema dispone de una bibliografía especialmente extensa. El centro de la explicación que fundamenta que la presunta neutralidad de las tecnologías no es tal radica en que esas tecnologías (especialmente a partir de un cierto grado de complejidad, uno de los mejores ejemplos puede ser el de los teléfonos inteligentes) no se limitan a aparecer y ser un nuevo elemento técnico de la sociedad en la que han surgido, sino que crean una nueva sociedad. De nuevo, el ejemplo de los teléfonos inteligentes ayuda a entender lo que el autor plantea. Para ello basta resumir algunos de los efectos que esta tecnología ha tenido: estructuras laborales cercanas a la esclavitud en su fabricación, refuerzo de la posición de poder incluso por encima de la ley de algunas empresas TIC, impacto ecológico de los materiales precisos para su fabricación, consumo energético, por mencionar únicamente algunos ejemplos ilustrativos.

El último capítulo del libro se ocupa de la idea según la cual sólo la tecnología puede sacarnos del lío en el que ella misma nos ha metido. Es lo que yo mismo en algunas ocasiones he calificarlo como la búsqueda continua de una bala de plata que nos libre de los problemas que hemos generado como sociedad. El autor destaca que las tecnologías han ocupado el lugar que en otros momentos de la historia, idea que comparto con él y que creo que se vé confirmada cuando se piensa en como son tratados los críticos de las tecnologías y del status quo relacionado con ellas. Como ya se ha mencionado anteriormente se les suele calificar de tecnófobos y neoludditas, calificativos con connotaciones patológicas y que, como menciona el autor, los sitúa en una posición comparable a la de los herejes y/o adoradores de Satán.

Un punto realmente resaltable en este capítulo es la referencia a la película Rompenieves, en la que la tierra se ve aquejada por una nueva Edad de Hielo tras el intento frustrado de frenar el cambio climático por medio del uso de ingeniería climática. Los únicos supervivientes a la catástrofe son un grupo de humanos atrapados en un tren en continuo movimiento, diseñado por un empresario que mantiene el control del mismo. Sin profundizar más en este punto, ya que para ello lo más adecuado es leer el libro, creo que el uso de esa película como ejemplo es realmente brillante y refleja especialmente bien la situación en la que nos encontramos por medio de la referencia a la necesidad del movimiento continuo y de la inexistencia de alternativas válidas o aceptables.

En la parte final del libro el autor se pregunta: ¿ Y entonces qué? Cómo es de suponer, la respuesta no es una fórmula de solución directa de los problemas planteados, sino la presentación de un abanico de criterios y posibles líneas de actuación. Aunque no se trata aquí de repetir lo expuesto por el autor, parece adecuado mencionar que es imprescindible reconocer a la naturaleza como un sistema (Gaia) del que formamos parte y dejar de entenderla como una fuente de recursos infinitos que podemos usar como si no hubiera un mañana, no entender la digitalización forzada como el único camino a seguir, ver la cooperación como una alternativa válida a la competencia salvaje y tomarse el tiempo necesario para leer un libro y a escuchar música en formato analógico o al menos en un dispositivo sin conexión a Internet ( citando a Confucio: Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil).

Sinceramente creo que este libro es de lectura casi obligada para cualquier persona interesada en analizar la situación actual en lo referente a las tecnologías y su impacto en nuestras vidas y en la sociedad en general. Incluso me atrevo a afirmar que puede ser especialmente interesante para quienes no están de acuerdo con el autor, a fin de luchar contra la tendencia habitual a leer únicamente a autores con los que estamos de acuerdo. Ejemplos claros de esa tendencia los encontramos en muchas facultades de economía en las que se ignora a la escuela marxista o en mi propio caso, ya que he sido incapaz de leer alguna obra de Steven Pinker por la indignación que me provoca, aunque lo tengo en mi lista para cuando esté especialmente calmado.

Para finalizar quiero aprovechar la ocasión para hacer un breve comentario sobre el uso de la palabra luddita. Conviene recordar que los miembros de ese colectivo no eran una panda de energúmenos que se dedicaban a destrozar cualquier máquina que encontraban, sino que se trataba de un colectivo originado en la clase trabajadora y que pretendía que las tecnologías se implementaran de forma que mejoraran los puestos de trabajo y la situación de los trabajadores. También conviene recordar que no eran contrarios a la innovación y que de hecho muchas las máquinas contra las que luchaban no eran nuevas y que el motivo de sus ataques radicaban en que los empresarios las querían usar para oprimir a los trabajadores o para prescindir de ellos. Este comentario no es típico de una reseña y seguramente debería servir para un trabajo adicional, pero me ha parecido adecuado para reforzar la tarea de análisis realizada por el autor del libro reseñado y para ayudar a los tecnolófilos a entender mejor algunas cosas.

Ricardo Morte Ferrer

Doctorando en Filosofía Universidad de Granada. Presidente LI²FE