De la filosofía a la escuela memecrática.
El quehacer de la crítica y
las nuevas formas de la doxa*

Juan Pablo Jaime Nieto

Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo (UMSNH)

llamamewinston@gmail.com

1. Introducción

Si se nos pidiera responder a la pregunta ¿qué es la filosofía? Tendríamos que aceptar que el contexto de esta pregunta tiene un carácter metafilosófico; es decir, se abre una pregunta elemental por las capacidades generales de la filosofía. Pero en orden de responder por lo que la filosofía es, quizá tendríamos mejores resultados si antes preguntamos por lo que la filosofía hace, lo cual también es un cuestionamiento metafilosófico.1 Claramente la respuesta a esta pregunta no ha cambiado a lo largo de la historia filosófica de occidente: la filosofía es debate. Sin embargo, si la imagen de debate que viene a la cabeza es la de dos interlocutores tratando de imponer sus impresiones al respecto de un tema, entonces esa imagen será un despropósito.

Esa percepción de debate como una querella se impone en muchas ocasiones por encima del proceso dialéctico que significa lograr una maduración de conceptos a partir de contrastar ideas para elucidar un resultado, así que lo que hace una diferencia sustancial entre una y otra concepción es el ejercicio de la crítica, que, en palabras de Kant, representa una exigencia de clarificación, y, más preciso aun, la autorrealización del juicio, o sea, que una clarificación del juicio sirve para conocer su propia validez como procedimiento.

Esta labor ya se presentaba en la mayéutica de Sócrates, que desechaba argumentaciones probando su resistencia al cuestionamiento. Los remanentes de ese proceso eran llamados “opiniones”, caracterizadas por su debilidad en la obtención de conocimientos firmes. Era el territorio de la doxa señalada dentro de los textos platónicos y que la humanista Ikram Antaki entiende como: “…el conjunto de las ideas recibidas sin discusión: es el prejuicio, lo que escapa a la razón, la opinión pública, el espíritu mayoritario, el pensamiento inmediato” (Antaki 2002, 143). Bajo estas denominaciones, podemos decir que el rango de la opinión posee características patentes como la ligereza, la popularidad o la autocomplacencia, y que, traducidas en conducta, reflejan una aceptación del contenido de esa opinión sin cuestionamiento, de manera colectiva y dando paso a creencias automáticas.

En este trabajo abordaremos un cuestionamiento a las versiones actuales de la doxa u opinión como problema filosófico fundamental, ya que la filosofía es la instancia intelectual que debe identificar y contrarrestar a la doxa en dominios elevadamente utilizados como el virtual, donde ha alcanzado un desarrollo a través de dispositivos como el meme, especialmente en su forma de cartoncillo, dando paso a expresiones de argumentaciones más bien oblicuas.

El propósito central en el presente texto será resaltar el trabajo de la filosofía desde una perspectiva crítica como desarrollo del debate para impugnar la inconsistencia de la doxa u opinión en sus diferentes manifestaciones.

2. La opinión

Tradicionalmente hablar de doxa implica señalar al pensamiento inmediato o el convencimiento ligero cuya naturaleza fue rechazada por distintos pensadores dadas las limitaciones que arrastraba. Parménides, Pirrón o Descartes, entre otros, manifestaron su desconfianza al respecto. En su caso, Parménides en Peri Physeon, la señala como la vía opuesta a la verdad, la parcela del conocimiento sensible y errático; Platón la refiere como el tramo que comprende a la eikasia y la pistis (imaginación y creencia correspondientemente), en su alegoría de la línea, refiriendo una forma de conocimiento no depurado que también concierne a la contingencia de lo sensible. En los Tópicos, Aristóteles le otorga una mejor consideración en virtud de su uso dialéctico-discursivo como “…cosas plausibles que parecen bien a todos, o a la mayoría, o a los sabios” (Aristóteles 1982, 100b)2. Incluso Bourdieu la refiere como verdades incuestionadas concedidas por una sociedad.3 Sin embargo, fue con Sócrates que la filosofía se desarrolló bajo una firme oposición a ella, metabolizando opiniones y creando conceptos a través del debate; mejorando la capacidad argumentativa a fuerza de robustecer ideas poniéndolas a prueba por comparación. Este ejercicio fue el principio crítico de la filosofía al involucrar una realización metodológica y rigurosa del juicio.

No obstante, para las realizaciones de este trabajo, por opinión compaginaremos con lo expresado por Ikram Antaki acerca de la doxa como el conjunto de ideas recibidas sin discusión, aun cuando el concepto ha dado paso a la formulación de categorías provechosas para el desarrollo de ciertas formulaciones filosóficas como la de Jens Haas y Maria Vogt en su artículo Ignorance and investigation, donde lo doxástico representa un grupo de estadios epistémicos en que se remarcan ciertas formas de ignorancia:

Si la ignorancia es ausencia de conocimiento, existe un amplio rango de estados doxásticos, es decir, estados mentales donde el sujeto se representa el ser del mundo de cierta manera, que contarían en un sentido como ignorancia. ¿Pero en qué sentido lo hacen? Suspensión de juicio, hipótesis, suposiciones, postulados, creencias con muy grande o muy poca confianza. Todas estas definiciones quedarían cortas de la idea de conocimiento. (Gross y McGoey 2015, 19)4

Dentro de la clasificación de ignorancia que estos autores llevan a cabo, la doxa o lo doxástico se relaciona con aquellas categorías que no tienen un rango de conocimiento como tal. Lo doxástico engloba una serie de pautas débiles en las que no se manifiesta el fundamento, la precisión o la confirmación de un dato establecido. En otros términos, lo doxástico representa aquellas formas de preconcepción o apertura que, como fue señalado, se efectúan en la creencia o la suposición. Platón detalla esta labor en el Sofista, al señalar los pasos del filósofo para desenmascarar el proceder de la doxa:

Interrogan primero sobre aquello que alguien cree que dice, cuando en realidad no dice nada. Luego cuestionan fácilmente las opiniones de los así desorientados y después de sistematizar los argumentos, los confrontan unos con otros y muestran que, respecto de las mismas cosas, y al mismo tiempo, sostienen afirmaciones contrarias. (Platón 2018, 230b).

Esta es la conducción filosófica por excelencia para Platón, en la medida que el filósofo busca la verdad como un valor supremo. La doxa, en cambio, es una apariencia o simulación que pretende dar por sentada la verdad por medio de atributos medianos y maquinales como Antaki lo menciona en el siguiente extracto: “El espíritu es conservador, se acostumbra a las ideas, construye prejuicios y acaba por querer lo que cree. Para cuestionarse tiene que estar obligado a ello…" (Antaki 2002, 143).

Actualmente, la filosofía ha alcanzado niveles sumamente amplios como ejercicio intelectual y el debate filosófico se ha especializado de tal forma que se ha olvidado de pisar las exterioridades de su mundo, atrincherándose en las facultades, los centros de investigación y las editoriales especializadas. Mientras tanto, la opinión es el discurso más extendido afuera con los rasgos propiamente señalados: ligereza, popularidad, autocomplacencia.

Dada esta situación, cabe preguntarse qué tan importante es una descentralización de la filosofía para empujarla por encima de sus epicentros de trabajo, y una respuesta la encontramos identificando los peligros que representa la doxa como medio para organizar una pretensión de conocimiento a través de las características que ya especificamos, y algo implícito a este señalamiento es la proliferación de medios en que la opinión se ha extendido en espacios como el virtual donde diariamente corren instrumentos utilizados para canalizar ideas en el mismo tenor limitado que las opiniones en que se sostienen.

Pero antes de adentrarnos al tema de esos instrumentos, debemos señalar que el trabajo crítico es riguroso y que la filosofía es exigente, que nos confronta en lo íntimo y en lo común, y que su ejercicio no es gratuito en términos de satisfacción o insatisfacción personal. Tales son las inercias que impugnan a la doxa u opinión, la cual se vuelve reprochable cuando en sus limitaciones trata de arrogarse aquello que depende del esfuerzo de un conocimiento establecido de manera filosófica.

Un puente, una casa bien construida, no se obtienen de opiniones, cuanto menos otras realidades como la libertad, la justicia, la convivencia o el respeto por el ambiente. Al tratar estas categorías la perspectiva debe de profundizar en orden de obtener principios sólidos, incluso, para alcanzar una “sabiduría de vida” que, a pesar de lo trillada que se escucha, conlleva una profunda exigencia de clarificación interna:

Originariamente, cuando la filosofía era aún sabiduría, filosofía esencial, conocimiento y transformación iban de la mano. En otras palabras, los primeros filósofos consideraban que sólo se podía acceder al conocimiento profundo de la realidad, a la dimensión que revelaba su sentido, a través de la modificación radical de uno mismo. (Cavallé 2002, 54)

Las opiniones se mantienen, pues, en el horizonte como un capital eficiente que decora con sencillez las posibilidades de saber algo dado que su contenido es básico, su apertura es masiva y despliega vías hacia creencias que, al adoptarlas, no requerirán mayores cuestionamientos. Un ejemplo de ello es el concepto ideológico de enemigo popularizado bajo diferentes circunstancias históricas de la humanidad.

Desde ciertas perspectivas ideológicas, un enemigo es aquel que corrompe la unidad y equilibrio de un organismo no necesariamente particular. En su caso, las grandes guerras del siglo XX fueron motivadas por ideologías político-nacionalistas que promulgaban la superioridad de una entidad dinámica conocida como pueblo. Luego, en voz del pensador francés Olivier Razac, dichas guerras se presentaron como: “(…) una lucha a muerte entre dos principios de civilización irreconciliables. Ya no son los soberanos los que se enfrentan sino los pueblos” (Razac 2015, 100). Así pues, el conflicto se definía en un escenario empírico donde, al límite de la fuerza, se probaba la creída superioridad de una de las partes, de tal manera que: “(…) el extranjero, alemán o francés, pasa de la clásica figura del simple adversario a la figura extrema del monstruo o del enemigo absoluto… El enemigo era obviamente decadente, y si no se le vencía, el país corría el riesgo de contaminarse” (Razac 2015, 101)

Desde luego, los nacionalismos son falaces. No existe una superioridad racial o nacionalista de cara a otras fuerzas naturales que nos envuelven como la enfermedad o la muerte, pero bajo el llamado de ciertas ideologías, la figura del enemigo se introduce a la manera de una opinión, una creencia ligera en la que se proyecta al “monstruo decadente que contamina” sin sopesar una comprensión de aquel que es diferente. Admitir que el enemigo era tal, se convirtió en una operación del pensamiento inmediato donde su reducción se construyó bajo opiniones de que el enemigo es el que piensa diferente, el que tiene otro idioma, el que no pertenece a mi demarcación.

A través del concepto ideológico de enemigo, podemos observar como la opinión se vuelve un recurso fácil de tomar o de introducir para configurar una forma de pensamiento. Su proceder, incluso, se ve asociado con la felicidad por una ecuación coloquial que dice que “a mayor inteligencia, menor felicidad”. En otras palabras, la opinión no decepciona; no nos deja ver más allá de lo que no queremos ver. Es una forma accesible para dar cuenta de la propia inteligencia, porque, en sentido gramatical, opinar significa expresarse, perorar algo con la intención de manifestarse al respecto, mientras que adoptar un argumento significa observar críticamente, penetrar en la filosofía y poner a prueba tales opiniones con todo lo que implica llevarlo a cabo.

De esta manera, debe de entenderse que la opinión no es la mera expresión de una postura sino una forma de pensamiento, o, para decirlo con mayor puntualidad, una impostura del pensamiento que evita los ajustes críticos de su contenido, ya que la doxa da por sentado algo sin exigir su clarificación, sin sentar las bases mínimas de sus porqués.

Antes de finalizar este apartado, cabe aclarar que lo que aquí se aborda con respecto de la opinión no es en menosprecio a una expresión del gusto, el sentido común, la intuición, las creencias, la originalidad o una presentación mutua de argumentos sintetizados que comuniquen objetivos, sino en desaprobación de una capacidad mediocre que pretende alzarse como forma válida de conocimiento que se extiende a regiones como el espacio virtual.

3. Las redes

Las redes han cobrado una enorme importancia en nuestras vidas. Han pasado del esfuerzo por plasmar nuestros “padecimientos” de manera narrativa, al de intensificar contiendas de orden público como decidir elecciones políticas o encauzar acciones colectivas5. En En el enjambre, Byung Chul Han ofrece una breve explicación de ese ambiente que nos envuelve como usuarios:

El tejido digital favorece la comunicación simétrica. Hoy en día los participantes en la comunicación no consumen las informaciones de modo pasivo sin más, sino que ellos mismos las engendran de forma activa. Ninguna jerarquía inequívoca separa al emisor del receptor. Cada uno es emisor y receptor, consumidor y productor a la vez. (Han 2014, 16)

Pensemos en las redes como un espacio de interconexión informativa que nos ofrecen una enorme variedad de formas de ver al mundo y cuya construcción es un proceso activo donde participa un elevado porcentaje de usuarios, acorde con Han, haciendo de estas un espacio infinito de aportaciones retroalimentadas por intervención directa de los usuarios.

Dada esta perspectiva, las redes han devenido en un continente para el intercambio de datos, y en la medida que las redes han crecido el aporte de los usuarios se ha ajustado a su funcionamiento de acceso y de consumo. Sin embargo, dentro de este río informativo, existen datos que resaltan en el afluente debido a que consignan una mayor importancia para el usuario como Wilson y Sperber lo suscriben a través de su teoría de la relevancia:

De acuerdo con la teoría de la relevancia, un input resulta RELEVANTE para un sujeto cuando, y sólo cuando, su procesamiento produce efectos cognitivos positivos… Lo que hace que un input merezca nuestra atención, entre toda esa multitud de estímulos que compiten por ser relevantes, no es sólo que sea relevante, sino que es MÁS relevante que cualquier otro que se nos presenta alternativamente en una ocasión. (Wilson y Sperber 2004, 249)

Así como confiamos en las redes para dar color a nuestras vidas, confiamos en estas también para intercambiar tantos de información. Sin embargo, el volumen de los tantos o inputs informativos es ilimitado, lo que mueve al usuario a considerar ciertas unidades de información bajo una premisa: enfocarse solo en aquellas que les son más relevantes, y resultan ser más relevantes solo porque producen un efecto en los intereses del usuario agregando o cambiando algo en su personal manera de ver el mundo, como dice el especialista en tecnología Douglas Rushkoff: “En esta larga carrera cada revolución en los medios ofrece a las personas nuevas perspectivas por las cuales relata su mundo” (Rushkoff 2010, 12), así que no sería exagerado insinuar que las redes han cobrado un carácter escolar debido a lo significativo que llegan a ser los inputs informativos para que el individuo construya su cosmovisión (efímera en muchas ocasiones).

Debido al acelerado funcionamiento de las redes6 la información que circula en estas es notoriamente similar a las opiniones, ya que comparte un fuerte rasgo de ligereza, y popularidad con respecto de la visión del mundo que se construye en interacción con las redes. Esto se debe, principalmente, a que la estructura digital conduce al consumo y desarrollo acelerado de datos con un rango similar a las opiniones, llevando al usuario a construir un nicho de inputs ligeros y fáciles de aceptar que este selecciona simplemente porque son más relevantes que otros, pero cuyo efecto cognitivo está asentado en la brevedad informativa que caracteriza a este espacio -tema que será abordado líneas adelante.

En tales casos, podemos observar un claro mecanismo asociado al funcionamiento de las redes y la relevancia de los datos que el usuario consume, ya que si la información que circula en estas es similar a las opiniones por su naturaleza ligera y efímera, la participación del usuario se vería conducida por características similares, dando como resultado un uso de la opinión o doxa como medio de expresión informativa, haciendo de las redes -que no del espacio virtual total- un medio de proliferación de opiniones a la manera en que las hemos considerado en las líneas del apartado anterior: un conjunto de ideas recibidas sin discusión, y una acción expresiva carente de confrontaciones críticas sin más.

¿Podemos imaginar el tamaño de las redes si se abrieran al despliegue crítico-filosófico? Desde luego su esquema no tiene por qué atender esta petición; de cualquier manera, no se puede negar que los usuarios se apegan a los principios informativos de estas con el uso de instrumentos como el meme, que con su simple presentación unifica una connotación expresiva que lo vuelve un objeto ideal para el ejercicio de la doxa, lo cual explicaremos a continuación.

4. La escuela memecrática

Desde que Richard Dawkins aportó el término en su obra The selfish gene, sabemos que un meme describe una unidad cultural que se replica:

Ejemplos de meme son las melodías, ideas, frases memorables, modas, formas de hacer vasijas o construir arcos… los memes se propagan a sí mismos en su piscina saltando de un cerebro a otro en un proceso que, de manera amplia, puede ser llamado imitación (Dawkins 2006,192)7

Así que un meme digital técnicamente sería un objeto de contenido virtual que se replica en dicho medio. Al respecto, la escritora Ayesha Habib amplía una definición de este como: “(…) un recipiente de comunicación; un significador de la comedia actual (comedic zeitgeist) y un dispositivo para poner a reto las inherentes ansiedades de la juventud” (Habib 2020). Esta columnista destaca aspectos más prácticos y emocionales del meme, utilizados por el usuario para concordar con ciertas dinámicas de socialización actuales.

En un análisis más considerable, la autora Limor Shafman hace una distinción entre el meme y el vehículo del meme, que, en su caso, resultan ser imágenes, textos, artefactos o rituales: “En otras palabras, los memes son ideas complejas, mientras que el vehículo del meme son sus expresiones tangibles” (Shafman 2014, 38). Para efectos de exposición, a partir de este punto asimilaremos ambas ideas bajo una sola concepción de meme como unidad mínima de transmisión de información, replicada de acuerdo a la temática que porta en diferentes formatos digitales: “Cualquier tipo de información que pueda ser copiado por imitación debe ser llamado meme.” (Shafman 2014, 39)

La profesora israelí destaca la importancia interna del meme a partir de su comprensión empírica como un proceso de circulación continuo en la interacción de su idea con el individuo a través de una presentación sensible. Por tanto, tomando en consideración los elementos mencionados, un meme sería un dispositivo de información creado y echado a andar por cualquier usuario de las redes con una finalidad informativa. Bajo estas consideraciones, agregamos que la ontología del meme no nos permite disociar la idea de su vehículo. Un meme es idea y dispositivo.

Por otro lado, y de manera más minuciosa, Bradley Wiggins recurre a un análisis del meme partiendo de tres ejes elementales cifrados en la ideología, la semiótica y la intertextualidad, reunidos dentro de un espacio de cultura digital que: “(…) comúnmente es asumida para significar el uso social de los medios como primera forma de interacción con otros seres humanos” (Wiggins 2019, 21).

Wiggins habla del poder discursivo del meme en síntesis de los elementos mencionados, incluyendo el espacio digital, destacando este poder como una capacidad “(…) para ocuparse en el establecimiento y restablecimiento de las relaciones sociales en línea” (Wiggins 2019, 21), así que la construcción del significado, ligado a la finalidad informativa, es un logro colectivo dada la creación de la intertextualidad a partir de un dispositivo inicial en que se dan cita los ejes elementales del meme de acuerdo a este autor, cuya propuesta es comprender al meme como el discurso básico del espacio virtual y, por extensión, de las redes: “El propósito de estos elementos es destacar el papel de los memes de internet dentro de la cultura digital en términos de discurso” (Wiggins 2019, 24), lo que implica entender que “… el discurso del meme es mejor comprendido, específicamente, como el poder discursivo de la cultura digital” (Wiggins 2019, 24).

No obstante, existe un punto crucial que debe ser considerado para comprender al meme como discurso: la velocidad con que se desplaza la información dentro de las redes, situación consabida y aunada al desarrollo digital en general:

Las tecnologías digitales han crecido exponencialmente y su uso se ha globalizado. La conectividad ubicua y continua llega a gran parte de la humanidad gracias a la masificación del uso de teléfonos inteligentes y al consiguiente acceso a la información, a las redes sociales y al entretenimiento audiovisual. La aceleración del progreso técnico en el universo digital ha vuelto cotidiano el empleo de dispositivos y aplicaciones que usan la computación en la nube, la analítica de grandes datos, las cadenas de bloques o la inteligencia artificial. (CEPAL 2001, 9)

Esta velocidad se da en dos líneas: una línea donde se representa la elevada saturación de información que surge constantemente en el espacio virtual, y, una segunda donde se representa la velocidad digital con que dicha información se mueve por interés de los usuarios, de tal forma que, si un meme contiene una idea que se puede replicar, la exigencia para este como discurso es que debe compactarse en función de mejorar su desplazamiento en ambas líneas de interacción, lo que simplifica sus intenciones comunicativas y, por ende, su discurso.

Como discurso y como vehículo de una idea, el meme se compacta en una ostensible sobriedad, garantizando así su desplazamiento dentro del esquema sobreinformativo que el usuario consume en sus interacciones con la red. De tal manera que el poder discursivo del meme obedece a una contracción inapelable y a la mayor sencillez posible para que su mensaje sea captado de manera inmediata, un proceder que es similar al de la doxa.

Así pues, si aceptamos a la par de Shafman que un meme puede ser un texto, un vídeo, un archivo musical, etc., debemos de admitir también que, bajo la norma de circulación acelerada, el más efectivo de los memes es el cartoncillo o imagen memética ya que es el que más se apega a las exigencias de contracción y sencillez para optimizar su circulación.

Sí consideramos, por ejemplo, que la KrV de Kant puede ser un meme en tanto que puede replicarse como archivo pdf, doc, epub, mp3 o video en el medio digital, ocuparse de su contenido representa un esfuerzo de asimilación muy elaborado a diferencia de los populares cartoncillos cuya interpretación es inmediata al igual que su circulación. Lo notorio es que el medio digital se ha convertido en un espacio habitado por una memecracia, es decir, una comunidad orientada informativamente por la reproducción de instrumentos portadores de un significado reducido que son fáciles de digerir y de circular como los citados cartoncillos meméticos.

Este contexto ha dado paso al surgimiento de una comunidad orientada por los mecanismos informativos reducidos para mejorar su reproductibilidad en las redes, que, además tienden a una pronta expiración. Con estos elementos, tenemos las bases para verificar un entrelazamiento de la escuela memecrática y la doxa, ya que la naturaleza de ambas instancias refleja un contenido superfluo de información que se acepta sin resistencia, de manera colectiva y dando paso a creencias autocomplacientes, reflejados como una forma oblicua de conocimiento, infundado y pretencioso.

De esta manera, la naturaleza del meme y la opinión, como la hemos concebido en este trabajo, concuerdan en tanto que ambos recursos son utilizadas como medios argumentativos que influyen en las diferentes visiones del mundo sustraídas por el usuario en su interacción con el espacio virtual; así que hablar de una escuela memecrática es hablar de un medio o un espacio en que la opinión y sus formulaciones virtuales se vuelven relevantes para ciertos usuarios porque les permiten generar dicha visión, no obstante que su fundamento es endeble para ahondar una cosmovisión y un conocimiento justificado.

Bajo esas condiciones, la opinión desplegada en las redes carece de un compromiso crítico dada su naturaleza inmediata y reducida, aunque sus alcances en las acciones del usuario para ayudarlo a interactuar y concebirse una visión del mundo son extensos, exponiendo de manera oblicua datos muy determinados que no cumplen con una función epistémica sólida, sino, en lo ya atrás mencionado, como imposturas del pensamiento.

5. Puntos concluyentes

A pesar de lo señalado, la figura de la escuela memecrática no es el tema principal de este ensayo, solo se trata de una propuesta con la que ilustramos el proceso de la opinión como una forma de organizar o pretender organizar el conocimiento a través de ideas y vehículos ligeros que, además, poseen una elevada popularidad y tendencia a la autocomplacencia. Un digno cartoncillo memético, por ejemplo, debe de entenderse en automático, so pena de no prosperar si su proceso de asimilación es exigente. Así pues, un cartoncillo memético se abstiene del proceso filosófico.

¿De qué sirve, podría preguntarse, un meme que exija el desarrollo de un debate para comprenderse cuando solo debe cumplir con el propósito de una captación automática? Ciertamente, como Ayesha Habib (2020) refiere, un meme puede ser un recipiente comunicativo para reflejar expresiones emocionales (comedia actual o ansiedades) de un cierto sector de usuarios. Sin embargo, existe el peligro de que un meme sea tomado como un objeto válido para responder a las exigencias fundamentales de una forma conocimiento, de ofrecer un argumento ante la confrontación de ideas.

El problema que hemos tratado de focalizar en la figura de la escuela memecrática es que su arquitectura conduce una comunidad que se satisface con el nivel de información que los memes proveen instantáneamente a manera de opiniones, o de opiniones que se desenvuelven a manera de memes8, así que el argumento principal en el presente texto sigue siendo resaltar el trabajo de la filosofía como desarrollo de la crítica a través del debate por encima de una confianza sentada en remanentes argumentativos sin resistencia al cuestionamiento.

Desde luego, la forma en la que hemos hablado acerca de los memes no resta nada a sus cualidades ideológicas, semióticas e intertextuales, o a sus cualidades como idea y vehículo, señaladas por Wiggins (2019) y Shafman (2014) respectivamente, simplemente observamos que su proliferación en las redes ha llegado a un punto en que su reproductibilidad se acompaña de los elementos señalados que los convierten en doxa u opinión. Por este motivo es que las redes se han convertido en un espacio donde la doxa no solo está presente, sino que parece cumplir con una meta significativa, y aunque se acepta que el esquema de las redes no está obligado a apegarse a un fomento del debate, su desenvolvimiento influye en el crecimiento de la opinión como un mecanismo para concretar una visión mediocre del mundo y ofrecerla como conocimiento.

Estos procesos en las redes muestran que la opinión pervive en la fragilidad del pensamiento inmediato y esa forma de pensamiento se observa de manera directa a través del uso de objetos digitales como el meme, muy particularmente en el cartoncillo memético.

En su momento, Sócrates “vapuleaba” a los sofistas poniendo a prueba un conocimiento que descansaba en la retórica y la persuasión, es decir, en la presentación de un discurso con un propósito diferente al de tocar profundidad. El convencimiento era alcanzado por las cualidades parciales o aparentes del discurso como infiere la alegoría platónica de la caza, donde narrativamente se relata la separación de técnicas entre los conocimientos prácticos y los del intelecto:

Me parece ver una forma de ignorancia muy grande, difícil y temida, que es equivalente en importancia a todas las otras partes de la misma. ¿Cuál es? Creer saber, cuando no se sabe nada. Mucho me temo que ésta sea la causa de todos los errores que comete nuestro pensamiento. (Platón 2018, 229c)

La opinión, como aquí la hemos valorado, sigue ese curso de insuficiencia y aceptación inmediata que el individuo adopta como una muy pálida forma de acercarse al conocimiento. Por supuesto, la ignorancia no es algo que deba reprocharse, al menos no tan clamorosamente como Platón lo hace en su diálogo, sin embargo, cuando se vuelve una elección deliberada cobra un matiz preocupante.

¿Quién está posesión del criterio final superior para decir que alguien es más ignorante que otro? Nadie posee dicho criterio en absoluto, pero al menos entendemos que poner a prueba nuestros conocimientos (o supuestos conocimientos), evita caer en un totalitarismo donde poseer muchos o muy pocos conocimientos sigue siendo una obcecación en diferentes términos. Por tanto, lo que la filosofía debe enseñarnos no es a ser amantes de la sabiduría, sino a construir caminos para el debate y la crítica, para metabolizar opiniones, dándole a cualquier otra forma de conocimiento, intelectual o práctica, una posibilidad de autorrealización a través de su propio juicio y que con ello pueda conocerse el núcleo de su validez, pero también para que por esta vía el sujeto pueda entender que la opinión es apenas una puerta a ese sitio que nos pertenece a todos y que, a decir en esta conclusión, es la filosofía en sus lineamientos más importantes.

Al final, el hecho de que los memes tengan una importante consideración de uso como opiniones, refleja el apego que se tiene al poder de expresividad inmediata compartido en ambos medios y que en escalas diferentes muestra un desapego al ejercicio filosófico y crítico del debate, como señala Douglas Rushkoff en las siguientes líneas: “Una sociedad que buscaba en la internet un camino a conexiones altamente articuladas y nuevos métodos de creación de significado, se está encontrando, en realidad, desconectada, negada al pensamiento profundo y drenada de valores firmes” (Rushkoff 2010, 10)

Bibliografía

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Notas al final

1. De cara a una segunda mención a lo metafilosófíco, acudiremos a lo expresado por Nicholas Rescher para aclarar el contenido de esta práctica: “La metafilosofía es el examen filosófico del filosofar en sí. Su objetivo definitivo es el estudio de los métodos en su área como un esfuerzo por iluminar sus promesas y su panorama” (Rescher, 2006: 1). Señalado el punto, reconocemos que ninguna otra disciplina puede preguntar filosóficamente por el trabajo filosófico dado que su rasgo principal es el pensamiento crítico. Así se justifican las tareas de una filosofía de la filosofía, que, en equiparación a una metafilosofía, posee la tarea de escudriñar a la filosofía como una crítica del trabajo crítico.

2. Se aclara que el vocablo utilizado por Aristóteles en su obra no es Doxa, sino Endoxa, que describe aquellas opiniones extendidas que son admisibles y plurales

3. Ver Outline of a theory of practice, cap. 4

4. El texto de Haas y Vogt aparece compilado en el Routledge International Handbook of Ignorance Studies. Ver bibliografía.

5. El ejemplo más sonado al respecto de este nivel de influencia de las redes sobre la vida pública, es la elección por parte de los ciudadanos británicos para efectuar su salida de la Unión Europea. El así llamado Brexit del año 2020.

6. Basta ver la constante renovación de tendencias informativas que ocurren diariamente, así como las reglas de uso en algunas redes como Twitter, que solo permite un límite de 280 caracteres por mensaje.

7. Al respecto de la propuesta del meme como concepto, también se puede consultar The meme machine de Susan Blackmore y la entrevista otorgada por Dawkins a Olivia Solon de la revista Wired en 2013 “Richard Dawkin´s on the internet´s hijacking of the word ‘meme’”.

8. Tomemos el ejemplo de los memes antirreligiosos que atacaron lo escrito en el salmo 137 de la Biblia. Ahí aparecen las siguientes palabras “Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña”. Esta idea fue utilizada arbitrariamente para resaltar las inconsistencias de religiosidad judeocristiana, pero, aunque el pasaje ciertamente es rechazable por destacar un nivel de violencia, dichos cartoncillos personifican una desvirtuación del texto, ya que, en la lectura completa de ese pasaje, los hebreos se manifiestan en contra de la subyugación babilónica del siglo VI a.c., sin que la sentencia sea una invitación a alcanzar la dicha a través de esa aberrante acción como tal.