¿Están las teorías de la conspiración epistémicamente justificadas?
Una aproximación desde
el externismo contemporáneo

Guillermo Marín Penella

IFS, CSIC

guillermo.marin.penella@cchs.csic.es

1. Introducción

Diversos fenómenos nocivos para la democracia y para la consecución de un cierto nivel de racionalidad colectiva están teniendo cada día una mayor presencia no solo en las redes sociales y demás espacios abiertos a la opinión y la difamación, sino también en los medios de comunicación e información tradicionales. Dichos fenómenos incluyen cuestiones como la polarización afectiva, la promoción de ideas identitarias y excluyentes, la desinformación y sobreinformación, el sectarismo, la promoción de prejuicios o el negacionismo de la racionalidad científica. Dentro de este mapeado encontramos una manifestación que, sin ser exclusiva de la revolución digital e informacional, ha tenido en los últimos tiempos, y especialmente a raíz de la pandemia de la COVID-19, un potente resurgir, a saber, las teorías de la conspiración.

En el siguiente trabajo, en primer lugar, se analizará cuál es la mejor de las caracterizaciones del concepto “teoría de la conspiración” y, siguiendo a Giulia Napolitano, se defenderá que es la aproximación constructivista la que mejor puede dar cuenta de su naturaleza. Bajo esta perspectiva, las teorías de la conspiración presentarían una naturaleza predominantemente evaluativa, pues ese es el modo cómo la población común utiliza el concepto. Además, empleando la distinción entre conceptos delgados (thin concepts) y conceptos gruesos (thick concepts), Napolitano permite la exploración del carácter descriptivo de dichas teorías, pues solo así se podría indicar el sentido concreto bajo el cual es posible la evaluación. Esta última cuestión no es explorada por Giulia Napolitano, por lo que su teoría presenta un espacio que pretenderemos llenar con el siguiente texto.

En segundo lugar, nos introduciremos dentro del debate clásico en epistemología en torno a la naturaleza de los justificadores para nuestras creencias y, en concreto, analizaremos la cuestión reciente de los casos de mala ideología, esto es, casos donde opresiones o ideas cambian de manera sistemática el modo de percibir el mundo. Las teorías de la conspiración serán interpretadas como uno de estos casos de mala ideología y, aplicando el externismo, se defenderá que es precisamente la carencia de justificación el elemento descriptivo del concepto evaluativo grueso “teoría de la conspiración”.

Por último, opondremos al fenómeno de las teorías de la conspiración un nuevo modelo, representado por la confianza epistémica. Mostraremos aquí cómo, al contrario que con las teorías de la conspiración, las personas que han confiado en la comunidad científica durante la pandemia (incluso si no sabían nada sobre ciencia, medicina o tecnología vacunal) sí han estado justificadas en sus creencias de que la vacuna les protegía, pues su confianza está basada en un mecanismo confiable externista que genera, a su vez, un cierto sentido crítico.

2. ¿Qué es una teoría de la conspiración?

A pesar de los innumerables casos de teorías conspirativas en nuestras sociedades (muerte de la princesa Diana de Gales, chemtrails, Nuevo Orden Mundial)1 el fenómeno de la conspiranoia no ha sido un elemento central de investigación, al menos desde la filosofía. En los trabajos realizados hasta la fecha ha reinado una determinada visión de las teorías de la conspiración que se puede definir como descriptivista, pues trata de acotar una definición que encaje con nuestras intuiciones a través de una serie de condiciones suficientes y necesarias. En esta línea, David Coady (2003) ha definido las teorías de la conspiración como cualquier explicación para un determinado hecho en el cual la conspiración juega un rol fundamental. De este modo, sostener teorías de la conspiración no supondría violar ningún elemento ético ni tampoco caer en una suerte de irracionalidad, pues en la vida real se dan de manera efectiva explicaciones verdaderas donde la conspiración ha jugado un importante rol. Tal es el caso, por ejemplo, de la manufactura de la duda que realizaron las grandes tabacaleras durante los años 60 con el único objetivo de sembrar el desconcierto y evitar que la gente supiese que el tabaco era un producto insalubre (Oreskes & Conway, 2010).

Sin embargo, y debido en parte a estas limitaciones ético-epistemológicas, otro tipo de aproximación denominada constructivista ha sido propuesta recientemente (Napolitano & Reuter, 2021) (Napolitano, 2021). Esta nueva visión no tiene el objetivo de casar adecuadamente nuestra caracterización con las intuiciones primarias de las que disponemos, sino de generar una definición que, partiendo del uso habitual del término “teoría de la conspiración”, vaya añadiendo elementos provenientes del pensamiento filosófico que puedan mejorarlo y completarlo. Así, empleando técnicas muy cercanas a las de la filosofía experimental y teniendo un punto de partida que es abiertamente pragmatista, Napolitano y Reuter (2021) realizan unos estudios de caso en los que llegan a la conclusión de que el uso que habitualmente hacemos del concepto “teoría de la conspiración” es predominantemente evaluativo, esto es, usado para mostrar nuestra repulsa a aquello caracterizado de conspirativo.

Sin embargo, el significado de “teoría de la conspiración” no se agota en la repulsa evaluativa, pues de lo contrario sería un sinónimo de “malo”, “negativo” o algún término similar. Por ello, Napolitano y Reuter (2021), emplearán la división entre conceptos evaluativos delgados y gruesos. Mientras que los primeros son aquellos que únicamente presentan un componente evaluativo positivo o negativo, los segundos serán aquellos que tienen un componente descriptivo que indica el sentido en el que serán evaluados. Por ejemplo, “generoso” es un concepto evaluativo positivo grueso en el que la bondad indicada se debe a que la persona o cosa generosa da más de lo que tiene o de lo que es habitual dar. “Teoría de la conspiración” tendría, pues, una naturaleza similar a la de “generoso”, pues presentaría un componente descriptivo que mostraría el sentido en el que lo conspirativo es evaluado como negativo.

Ahora bien, debemos saber cuál es este componente descriptivo. Napolitano y Reuter no indican en qué dirección puede ir, aunque su identificación es fundamental para completar la definición del fenómeno, así como para decidir en torno a algunos de los tópicos clásicos sobre teorías de la conspiración, a saber, si son o no racionales, si pueden constituir o no conocimiento o, más recientemente, si son o no relevantes epistémicamente hablando. Tradicionalmente, se han dado algunas caracterizaciones que, sin estar enmarcadas dentro del planteamiento teórico que acabamos de presentar, pueden encajar fácilmente. Por ejemplo, se ha dicho que las teorías de la conspiración no son falsables (pues la actitud paranoica de las personas que las sostienen hace que cualquier evidencia contraria a su idea se convierta en algo a favor de la misma) (Popper, 2013), que presentan multitud de sesgos (Leman & Cinnirella, 2013) o, simplemente, que lo que dicen es falso. No obstante, y sin negar lo que puedan aportar dichas consideraciones a la correcta caracterización de las teorías de la conspiración, me centraré a continuación en la carencia de justificación externista como elemento fundamental descriptivo de las teorías conspirativas, lo que nos permitirá arrojar una luz distinta a las respuestas típicamente ofrecidas.

3. El externismo, los casos de mala ideología y el estatus justificativo de las teorías de la conspiración

3.1. Externismo de la justificación y la aparición de los casos de mala ideología

En primer lugar, antes de entender por qué la carencia de justificación externista es uno de los elementos descriptivos de las teorías de la conspiración, debemos dar cuenta de qué es la justificación y de por qué debe ser aplicada a este tipo de fenómenos. En epistemología, y tras los problemas de Gettier (2013), el concepto de justificación, que habitualmente había sido considerado como la capacidad de dar razones a favor de una determinada creencia, dio un giro de la mano del externismo de la justificación, que se oponía al internismo. Básicamente, sus posturas pueden ser definidas del siguiente modo (Pappas, 2014):

En situaciones como esta, el externista afirma que, aunque el sexador de pollos se equivoca a la hora de dar razones para su creencia, está justificado, pues él mismo constituye un mecanismo confiable que sistemáticamente acierta a la hora de considerar a un determinado pollo macho o hembra. El internista, por su parte, no puede aceptar esto, puesto que el sexador de pollos no tiene ningún justificador interno correcto que dé cuenta de por qué piensa que un determinado pollo es macho o hembra. Sin embargo, no hay mejor persona que un sexador de pollos para identificar el sexo de pollos, y claramente tienen conocimiento en su habilidad de sexar pollos, por lo que negar su justificación, como hace el internista es, en principio, contrario a nuestras intuiciones más básicas, algo por lo que este caso constituye un elemento recalcitrante para la teoría internista.

No obstante, el internismo también ha propuesto casos recalcitrantes para el externismo. Veamos algunos ejemplos:

En todos estos casos, que son clásicos de la posición internista, el externismo no puede dar cuenta de nuestras intuiciones con respecto a la justificación de los agentes involucrados. En primer lugar, Norman, a pesar de que acierta sistemáticamente con sus predicciones, lo hace de un modo completamente azaroso, por lo que claramente no puede estar justificado. María, por su parte, está actuando de manera irresponsable (epistémicamente hablando), y que tenga razón (y por tanto sea un mecanismo perceptivo confiable) es una cuestión de suerte. Por último, parece que el externismo no puede explicar por qué Jane-cerebro y Jane-cuerpo, a pesar de tener exactamente los mismos estados mentales y motivaciones, tienen estatutos justificativos diferentes. El internismo, sin embargo, sí puede dar cuenta de estos casos apelando a justificadores internos. Norman no está justificado porque su creencia ha sido formada a través de una simple corazonada que no constituye un justificador válido. En el segundo caso, María, en un segundo momento, ha sido irresponsable a la hora de hacer caso omiso al testimonio de la agente de galería. Por último, Jane-cerebro y Jane-cuerpo sí tienen el mismo estatus justificativo, pues ambas presentan los mismos estados mentales internos.

Así, el debate sobre la naturaleza de la justificación parece estar estancado, pues ambas posturas pueden apelar a ejemplos recalcitrantes que muestran las inconsistencias lógicas o empíricas de ambos contendientes. Por ello, en las posiciones más contemporáneas, el debate se ha desplazado desde la perspectiva lógica y la pretensión de una adecuada e intuitiva caracterización hacia el campo de la aplicabilidad política. Desde esta nueva perspectiva, será la postura más socialmente útil, así como la más valiosa a nivel práctico, la que tenga primacía en la epistemología, participando en un fenómeno auspiciado por el giro político de la filosofía analítica (V. Bordonaba Plou, Fernández Castro & Ramón Torices, 2022).

Amia Srinivasan (2020) ha sido en epistemología la figura más relevante a la hora de dar el paso hacia el mencionado giro. Su propuesta tiene el fundamento en la centralidad de lo que ella denomina “casos de mala ideología”, esto es, situaciones en las que opresiones sistemáticas (racismo, clasismo, machismo…) afectan de manera radical al modo cómo algunos sujetos perciben la realidad. Su argumento descansa en que, bajo estas condiciones, los ejemplos tradicionalmente empleados para defender el internismo no funcionan, pues nuestras intuiciones cambian cuando tensiones estructurales o elementos ideológicos sistémicos entran en juego, siendo bajo estas circunstancias la atribución de conocimiento mejor desde una perspectiva externista. Su posición es defendida a través de los siguientes casos:

¿Están justificados Nour, Charles y Radha en sus respectivas creencias? Desde el punto de vista de Srinivasan (2020) y sus casos ideológicamente cargados, Nour tiene justificación pues, siguiendo la estrategia externista, su creencia se basa en un mecanismo confiable generado a partir de sus múltiples experiencias en tanto que persona racializada dentro de un mundo predominantemente blanco y racista. Del mismo modo, Charles también está justificado en su creencia, pues presenta este tipo de mecanismos. Sin embargo, Radha no tendría justificación y es que, aunque podamos entender las razones por la que piensa que merece ser pegada por su marido cuando se equivoca, lo cierto es que presenta un mecanismo en absoluto confiable (lo denominaremos a partir de ahora “mecanismo engañoso”). Así, cuando Radha observa la realidad, lo hace bajo un tipo de prisma que genera una sistemática equivocación, pues interpreta un acto como justo cuando es en realidad un claro caso de violencia de género. El internismo, sin embargo, se vería obligado a aceptar las tesis completamente contrarias, pues Nour no tiene, al igual que en VIDENTE, nada para justificar su creencia más allá de una simple corazonada; Charles, al igual que en DOGMÁTICO, ha sido irresponsable omitiendo el testimonio de alguien mejor posicionado que él y Radha, al igual que en CEREBRO EN UNA CUBETA, presenta justificadores internos suficientes para sostener su creencia.

De este modo, podemos observar cómo, en los casos expuestos por Srinivasan, la interpretación externista que privilegia los mecanismos confiables como justificadores epistémicos es claramente mejor, pues dicha aproximación tiene un ámbito de aplicabilidad social y política mayor, mientras que el internismo se ve obligado a defender la justificación de posturas abiertamente patriarcales, racistas y clasistas. Esta necesidad del internismo es todavía más grave si tenemos en cuenta la problemática que ha resaltado Timothy Williamson (2019) en torno a lo que ha denominado “aislacionismo intelectualista”, esto es, la separación entre la justificación de la creencia y la justificación de la acción. Utilizando el ejemplo de Williamson de un neonazi consistente, el internismo debería querer defender que el neonazi está justificado en creer (pues puede dar varias razones) que está bien exterminar judíos, pero al mismo tiempo sostener que no está justificado en hacerlo. Sin embargo, esta estrategia no funciona adecuadamente, puesto que la naturaleza de la creencia implica que el agente esté dispuesto a actuar con respecto a ella. Creencia y acción están unidas, pues si yo creo que hay un pequeño incendio dentro de una fábrica que está destrozando la maquinaria, voy a actuar como si ese incendio se estuviese produciendo sin mediación de otro tipo de razonamiento, avisando a los bomberos (si quiero que el incendio pare) o haciendo como si no lo he visto (si mis acciones tienen algún tipo de motivación post-ludista), pero nunca puedo actuar sin tener en cuenta esta información. Esta cuestión aislacionista, al fin y al cabo, evita que el internista pueda salir de manera exitosa de los casos de mala ideología.

3.2. ¿Están justificadas las teorías de la conspiración?

Teniendo en cuenta que el externismo es la interpretación más adecuada en casos ideológicos, volvemos a nuestro objetivo de saber si las teorías de la conspiración están justificadas, pues esto nos permitirá responder a otros muchos de sus tópicos anteriormente mencionados. Para ello, debemos interpretar las teorías de la conspiración como un caso de mala ideología, esto es y siguiendo la definición de Srinivasan (2020), como un caso donde opresiones o ideas sistemáticas afectan de manera radical y sistemática al modo en el que algunos sujetos epistémicos perciben la realidad:

El caso aquí presentado es representativo de algunos movimientos negacionistas surgidos durante la pandemia de COVID-19 que, apoyados en una teoría de la conspiración, han tratado de ralentizar o eliminar el proceso de vacunación que se ha demostrado eficaz. Además, este tipo de fenómenos presenta la característica de sistematicidad fundamental para un caso de mala ideología, algo que se ve en la capacidad que tiene la conspiración para eludir constantemente la información recalcitrante con su idea y que es especialmente visible cuando las personas que sostienen este tipo de teorías pasan a considerar como parte de la conspiración no solamente la información generalmente científica propuesta para convencerlos, sino también a la persona que se lo comunica. Donde las personas no influenciadas por estos radicalismos ven (en el sentido más visual del término) información científica que muestra que las vacunas son eficientes para disminuir el contagio y la muerte por COVID-19, Abel, así como cualquier persona que sostenga teorías conspirativas, ve (percibe efectiva y honestamente) la existencia de una conspiración que trata de implantarle un chip. Esto hace que CONSPIRACIÓN sea un caso estructuralmente idéntico al de VIOLENCIA DOMÉSTICA, donde Radha de manera honesta ve justicia en vez de violencia de género. Este hecho nos va a permitir decidir sobre el estatus justificativo del negacionismo.

¿Esta justificado Abel (y por extensión, cualquier persona que sostenga teorías de la conspiración) en su creencia de que la vacunación implica la introducción de un chip que permite el seguimiento a través de redes 5G en un plan urdido por Bill Gates? En otras palabras: ¿Están las teorías de la conspiración epistémicamente justificadas? La respuesta es no, pues a Abel le ocurre lo mismo que a Radha, esto es, tiene un mecanismo engañoso que no le permite relacionarse adecuadamente con la realidad, haciendo que las creencias surgidas de su modo de percibir no tengan un correcto estatus epistémico. De esta conclusión no solo se desprende el carácter eminentemente injustificado de las articulaciones conspirativas, sino también una cuestión fundamental para la literatura que trata esta cuestión: este tipo de construcciones teóricas nunca pueden constituir conocimiento, pues la justificación (sea internista o externista) es condición necesaria para el mismo, ya que de lo contrario se permitiría la entrada de la suerte epistémica (V. Pritchard, 2005) en las atribuciones de conocimiento. Además, la falta de justificación puede arrojar luz sobre otro de los tópicos clásicos, a saber, la racionalidad o irracionalidad de las teorías de la conspiración. En la medida en que consideremos la capacidad justificativa como condición necesaria de la racionalidad, entonces el artículo aquí presentado puede también aportar a esta segunda cuestión fundamental.2

4. Hacia un nuevo modelo. La confianza epistémica y los mecanismos externistas

En la situación pandémica, el modelo epistémico que articulan las teorías de la conspiración se ve contrapuesto a otro formato diferente no solamente en el terreno del conocimiento, sino también en el político. Dicha alternativa la conforman todas aquellas personas que se han vacunado contra la COVID-19 en base a una confianza en los productos realizados por la comunidad científica (independientemente de la farmacéutica concreta que produjese la vacuna) y, en su caso más extremo (aunque no por ello menos habitual), sin ningún conocimiento de medicina, tecnología vacunal o enfermería. Mucha gente, al fin y al cabo, se ha vacunado sin conocer ninguno de los componentes de la vacuna, sabiendo sólo que el elemento que se introducían en el cuerpo había sido producido por una avalada comunidad de expertos, articulando un claro ejemplo de lo que se ha dado a llamar confianza epistémica. Ahora bien, tras la constatación de este hecho, surgen dos preguntas fundamentales de cuyas respuestas se desprende la articulación de este nuevo modelo como epistémicamente adecuado y mejor al de las teorías de la conspiración: 1. ¿Están justificadas epistémicamente las personas que confiaron? 2. ¿Dicha confianza era crítica o acrítica?

Antes de responder a estas dos cuestiones, es necesario establecer qué se entiende por confianza epistémica. Siguiendo el trabajo de Benjamin McCraw (2015), podemos decir que hay confianza epistémica siempre y cuando se den las siguientes condiciones:

  1. S cree que p.
  2. S utiliza a H para ser comunicado de que p.
  3. La creencia de S de que p sólo puede formarse a través de la comunicación de H de que p, interpretado esto en un sentido no meramente causal.
  4. S reconoce que H está epistémicamente mejor situado que él con respecto a p.

Así, y trayéndolo al campo de la vacunación3 que nos ocupa, para que haya un fenómeno de confianza epistémica es necesario no solo que las personas se vacunen porque así se lo ha pedido la comunidad científica, sino que dicha acción se produzca en respuesta a un reconocimiento epistémico superior de la comunidad científica respecto a la vacunación, esto es, reconociendo una cierta autoridad epistémica.

Ahora bien, ¿es esta confianza crítica? Aunque habitualmente, bajo un modelo particularista, individualista e internista se suele pensar que la confianza es crítica en la medida en que se han analizado alternativas, se sabe algo (aunque no todo) sobre el tema y se tiene un mínimo conocimiento que permite elegir en quién o qué confiar, lo cierto es que el externismo puede aportar otro modelo de confianza crítica, a saber, el basado en un mecanismo confiable. Este giro introduciría una idea de lo crítico que se cimentaría no en la capacidad individual de obtener información del medio y de emplearla con el objetivo de llegar a una conclusión fiable, sino más bien en la capacidad de saber elegir en qué cosas confiar, en base a sus constantes resultados acertados, incluso aunque no se sepa nada del objeto en el que se confía, más allá de que forma parte de una serie de otros objetos que han sido sistemáticamente o, en el caso de la vacunación, históricamente adecuados. Así, confiar críticamente en la vacuna no sería, como se afirma desde muchos estamentos negacionistas, una cuestión de saber cosas concretas sobre su composición, sus posibles implicaciones o si es o no experimental, sino algo más estructural, esto es, ser consciente de que el producto forma parte de un plan de acción similar al que solventó problemas provocados por la poliomielitis, el tétanos o la difteria, además de saber elegirlo por ser sistemáticamente más adecuado que otras alternativas.

Además, por la misma razón por la que la confianza es crítica, esto es, porque el objeto en el que se confía se basa en un mecanismo confiable, también podemos afirmar que las personas que se vacunaron según los parámetros anteriormente especificados estaban justificadas epistémicamente en hacerlo. Esto resulta especialmente evidente cuando lo comparamos con otras muchas acciones que realizamos en nuestro día a día. Del mismo modo que cuando realizamos un viaje en tren está justificado que no comprobemos personalmente que el motor funciona adecuadamente y que nuestro vagón está bien conectado con el siguiente, pues confiamos en el buen hacer de la empresa ferroviaria que, de manera sistemática, suele realizar transportes de pasajeros de forma correcta y responsable (y esto no es incompatible con que a veces sucedan tragedias), así también estamos justificados en vacunarnos, aun cuando no comprobemos el vial de vacunación o no sepamos nada de medicina. La paranoia negacionista nos quiere hacer creer que no estamos justificados en ponernos la vacuna, que lo que hacemos tiene un riesgo altísimo y que no deberíamos confiar en nada ni nadie, pero el externismo nos permite bloquear esta vía de argumentación, pues la justificación epistémica no implica que seamos capaces de dar razones internistas de nuestra acción, sino que, más bien, ésta se consigue por el mero hecho de saber que el sistemático acierto de la ciencia en sus empresas es un hecho suficiente que nos acredita para volver a confiar en ella.

Así, el externismo nos permite oponernos a las teorías de la conspiración y su epistemología subyacente, afirmando que sus mecanismos de producción de conocimiento son fallidos por no estar justificados, algo que, entre otras cosas, abre un nuevo campo a la ética actual que trata de decidir sobre una cuestión tan espinosa como la censura recientemente realizada a los medios de comunicación rusos. Pero también, como vemos en este tercer apartado, el externismo nos propone un nuevo modelo, a saber, el de la confianza en los mecanismos confiables (valga la redundancia), que nos abre un nuevo campo de preguntas sobre qué cuenta como un mecanismo confiable o cuál es el modelo de responsabilidad que está en la base de este tipo de fenómenos extremadamente presentes en nuestras sociedades digitales.

5. Conclusión

En este artículo hemos analizado las dos aproximaciones principales a la caracterización de las teorías de la conspiración y nos hemos decantado por la aproximación constructivista, que está todavía en una fase naciente. Dentro de este marco teórico, hemos situado el término “teoría de la conspiración” en el campo de los conceptos evaluativos gruesos, esto es, conceptos cuya evaluación se orienta en base a un elemento descriptivo previo. En la segunda parte, después de presentar las caracterizaciones del internismo y el externismo de la justificación y sus orientaciones contemporáneas basadas en la aplicabilidad política y social, hemos propuesto que el elemento descriptivo definidor del concepto “teoría de la conspiración” es la carencia de justificación externista, pues la defensa de estas teorías conforma lo que se ha llamado en la literatura epistemológica un “caso de mala ideología”. Por último, hemos analizado el modelo social alternativo al de las teorías de la conspiración, esto es, los formatos de confianza epistémica en la vacunación. En este apartado, hemos mostrado cómo dichas propuestas, si se basan en un mecanismo confiable externista, no solamente constituyen un ejemplo de confianza crítica distinta al habitualmente ideado, sino que acreditan también una determinada justificación que les otorga una mejor posición epistémica que su contendiente negacionista.

Bibliografía

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Notas al final

1. Con esta afirmación no se niega que pudiesen existir teorías de la conspiración en otras épocas de la humanidad, sino que nuestras sociedades digitales y de la información son mucho más vulnerables a ellas, pues la velocidad de información que requiere nuestro sistema de producción y consumo es altísima.

2. Con esta afirmación no quiero afirmar que la capacidad justificativa sea una condición necesaria para la racionalidad, sino solamente apuntar que, en el caso de que lo sea, el presente trabajo puede aportar a esa investigación. El desarrollo de esta idea podría ser desarrollado en futuros trabajos.

3. Este traslado del ejemplo de McCraw al de la práctica vacunal supone una cierta equiparación del conocimiento teórico y el práctico, del know-how y el know-that. Esto se realiza con la mera pretensión de hacer más sencilla la interpretación y en ningún caso supone el posicionamiento del lado de quienes pretenden fusionar ambos fenómenos como si fuera uno solo, ni de aquellos que pretenden reducir el know-how a know-that.