¿Qué es lo que nos perturba? Un breve apunte

Los comentarios de Antonio Casado sobre la exposición Bodies me han removido algunos recuerdos que creía totalmente olvidados. Corría el año 1973 y tenía 19 años. Mi mirada se adentraba en una amplia sala de la que emanaba un fuerte olor a formol y donde yacían, sobre unas mesas blancas, una docena de cadáveres, desnudos, en decúbito supino y preparados para que unos cientos de estudiantes se aproximaran, con curiosidad y cierto temor, a diseccionar, tocar e indagar en algunos lugares y espacios que habían estado vetados a los seres humanos de nuestras sociedades hacía algunos centenares de años. Era una experiencia que me producía la ¿misma? sensación perturbadora que describe Antonio en su artículo. Aquellos cuerpos habían pertenecido a unas personas cuyas biografías desconocíamos. Recuerdo que el profesor de Anatomía nos recalcaba la fortuna que teníamos de disponer de tantos cuerpos ya que las donaciones eran escasas y la mayoría de ellos eran cadáveres que no habían sido reclamados por nadie, también nos indicó que teníamos que acercarnos a ellos con respeto. Además del cadáver que me tocó en “suerte” para mis prácticas no he logrado quitarme de la cabeza el que pertenecía a una persona de raza negra que yacía en una postura antinatural, con una de las extremidades inferiores flexionada, que rompía la horizontalidad sobre la mesa de disección. Aquella postura reflejaba una muerte anómala y su visión permitía que nuestra imaginación volase tratando de descubrir los últimos instantes de aquel infortunado. Precisamente, tratar de saber o conocer qué es lo que les había sucedido, quienes eran, si tenían o no familiares, a quienes habían querido o amado, quienes les habían odiado, es decir, todo aquello que nos hacían pensar que eran personas como nosotros, era lo que me perturbaba. Fueron pasando las sesiones de prácticas y, a medida que diseccionábamos el cadáver y se iba desfigurando y transformando en grupos de músculos, nervios y vasos sanguíneos, estas raras sensaciones iban desapareciendo hasta que llegué a olvidar que lo que allí estaba había sido un ser humano como yo, con sus deseos y sus frustraciones, con sus alegrías y esperanzas.

Unos años antes yo ya había entrado en contacto con los muertos. Los fallecidos de mi familia me habían permitido sentir su frialdad y experimentar su ausencia y la, entonces para mí, lejanía de la muerte. Yo había vivido con ellos y formaban, hoy también forman, parte de mí. No era la muerte lo que realmente me perturbaba.

Han pasado los años y no conozco a ningún profesional sanitario que haya expresado su voluntad o su deseo de que se utilizara su cuerpo para que sirviese de aprendizaje a futuros médicos. Por otro lado, también creo que pocos profesionales prohibirían que otros médicos pudieran aprender o investigar con sus cuerpos en una sala de Anatomía Patológica, es decir, los lugares donde se practican autopsias. ¿Cuáles pueden ser las razones para que puedan darse respuestas distintas a situaciones aparentemente similares? Creo, y este es el breve apunte o reflexión que quiero introducir, que la diferencia estriba en lo que yo llamaría “despersonalización” del cadáver. En el texto que escribe Antonio parece colarse esta tesis. Cuando pregunta a los responsables de la exhibición sobre la procedencia de aquellos cadáveres existe un intento de escamotear la respuesta: “Son donaciones a la ciencia”, fue su primera respuesta. Ante mi insistencia, me aclararon que los “especímenes” proceden de China; son preparados por un instituto anatómico de allí, y el 80-90% proceden de cuerpos no reclamados, “que según la ley pueden utilizarse si nadie los reclama tras un plazo de tiempo”. A su vera, un tocho de leyes (cuyas referencias copié y que analizaré en otro blog) daba cierta sensación de asunto zanjado” Son “cuerpos no reclamados”, anónimos, sin biografía conocida, son “especimenes” lejanos (de China), son cuerpos despersonalizados, donantes involuntarios, desconocidos.

Probablemente, mi deseo de no ser un desconocido tras mi muerte, que pueda ser manipulado, sobado, diseccionado, despersonalizado, es una de las razones que me impiden donar mi cuerpo para el aprendizaje de otros desconocidos para los que mi cuerpo no será más que un amasijo de músculos, nervios, órganos y huesos que no le dirán nada.

¿Cuántos de nosotros donaríamos voluntariamente nuestro cuerpo para una exposición como Bodies? De las respuestas que demos a esta pregunta es posible que descubramos algunos de los motivos por los que su visión nos perturba.