El último borrador del Anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), propuesto por el Ministerio de Educación, elimina dos de las tres materias obligatorias de filosofía en el currículo de la educación secundaria. Esta reducción sin precedentes pone en peligro la pervivencia de la filosofía no solo en este nivel formativo, sino también en la educación superior, porque las aulas universitarias de filosofía se nutren de las vocaciones despertadas en el bachillerato y las aulas de secundaria de filosofía son el destino profesional de buena parte de los titulados en esta disciplina. El Consejo de Estado, en su dictamen del pasado mes de abril, recomendó mantener como obligatoria una asignatura de Ética o Educación para la Ciudadanía y dar más peso a la Filosofía, pero estas recomendaciones no han sido incorporadas al Anteproyecto sometido durante este mes de julio a tramitación parlamentaria.

Toda reorganización del currículo refleja apuestas claras acerca de la formación de los estudiantes. Hay muchos saberes necesarios en esta etapa de la vida educativa y nadie discute la importancia de la lengua o las matemáticas. La pregunta es si en el corazón del currículo de la educación secundaria debe haber o no un espacio para un saber como la filosofía, que en principio carece de aplicación inmediata.

En los últimos meses, algunas figuras de la filosofía española han argumentado en la prensa la conveniencia de contar con la filosofía en la formación preuniversitaria. Los argumentos principales son que la filosofía es necesaria para la formación de ciudadanos críticos, que es útil aunque no sirva para nada, que a los filósofos no les gusta que les pregunten para qué sirve y que los filósofos más puros no han contribuido a hinchar la burbuja universitaria. En mi opinión, a pesar de su indudable relevancia, en estas reflexiones no se suele incidir en los contenidos propios de la filosofía y por ello me gustaría añadir algunas consideraciones en esta línea.

Hay muchas cosas difíciles de definir. Cuanto más acotado es el ámbito en el que nos movemos, más precisas son las definiciones y las aclaraciones conceptuales acerca de lo que tenemos entre manos. En el ámbito de las ramas y disciplinas científicas, dada la vocación generalista e interdisciplinar de la filosofía, sus objetos parecen de entrada más difíciles de apresar, pero eso no quiere decir que carezca de objetos y contenidos específicos.

Una forma de asomarse a los contenidos de la filosofía es llegar a ella desde una disciplina particular. En muchas disciplinas, la reflexión sobre problemas metodológicos y fundamentales se califica directamente como filosofía de esa disciplina: filosofía del derecho, filosofía de la economía, filosofía del arte, filosofía de la ciencia. Aunque el profesional de una disciplina no puede ignorarlos por completo, no tiene por qué hacer de estos problemas el objeto de su interés y actividad principales. Lo que es un hecho comprobado es que la reflexión filosófica sobre una disciplina científica se nutre por igual de la disciplina y de la filosofía y que solo la cultivan con competencia profesionales de uno y otro ámbito suficientemente informados sobre el otro.

Pero aunque muchas de las cuestiones que aborda la filosofía surgen de la reflexión sobre disciplinas particulares, tiene también contenidos que no son propios de otras disciplinas y que corresponden a los ámbitos específicos de la reflexión filosófica: metafísica, antropología, epistemología, ética o estética.

La filosofía tiene contenidos propios. La filosofía aborda problemas específicos y ofrece algunas respuestas. Es falso que la filosofía solo plantee preguntas y no ofrezca respuestas, aunque es cierto que a veces se trata de cuestiones tan abstractas, generales, ambiciosas o fundamentales que no es fácil el acuerdo, las respuestas no son inequívocas y se vuelve una y otra vez sobre ellas.

Todo el mundo sabe que las siguientes son cuestiones filosóficas y al que no le interese ninguna que tire la primera piedra: ¿hay valores objetivos? ¿se pueden fundamentar los derechos humanos? ¿solo se puede hablar de justicia en un Estado y no en el ámbito internacional? ¿es lo mismo arte y artesanía? ¿la voluntad humana es libre? ¿hay alguna diferencia entre la conducta humana y la conducta de los animales más inteligentes? ¿es lo mismo una razón que una causa? ¿el embrión humano es una persona? ¿el alma humana es inmortal?

Mas es falso que la filosofía solo plantee preguntas. Las respuestas de la filosofía a las preguntas anteriores son: sí, sí, no, no, sí, sí, no, depende y no lo podemos saber.

Mucha gente se plantea apasionadamente estas cosas, pero su análisis detallado requiere mucho tiempo, estudio y dedicación. Ya no decimos que en ellas nos va la vida, porque eso es lenguaje de otros tiempos, pero muchas de estas preguntas y respuestas pueden tener gran relevancia para la vida misma. Mas no todas ellas responden a necesidades vitales, sino que algunas son fruto de benditas necesidades y curiosidades intelectuales.

Todo el que se ha planteado alguna vez alguna de estas cuestiones se ha planteado una cuestión filosófica. Lo cual no quiere decir que todo el mundo tenga que hacer de ellas el objeto de su actividad profesional, eso carecería de sentido. La filosofía es la reflexión sistemática sobre estas e infinidad de otras cuestiones. Su historia está llena de recorridos fascinantes y siempre ha estado dirigida a pensar el presente.

Todo el mundo lee novelas, pero no todo el mundo tiene que ser lector profesional, es decir, crítico literario. Sería horrible. Todo el mundo ve los partidos de la selección española de fútbol, pero no todo el mundo tiene que ser periodista deportivo profesional. Sería horrible. Todo el mundo se ha preguntado alguna vez por qué el día es día, la noche noche y el tiempo tiempo. Pero no todo el mundo tiene que ser filósofo profesional. Sería más horrible aún.

La filosofía no es imprescindible para el desarrollo del espíritu crítico ni para el cuestionamiento de los dogmas establecidos. Hay otras disciplinas que permiten hacerlo. Pero la filosofía puede prestar una contribución nada desdeñable.

Es posible que la filosofía carezca de aplicación inmediata, pero no es cierto que no sirva para nada. Junto a las cuestiones abstractas que se plantea la curiosidad irrefrenable del espíritu humano, la filosofía es la reflexión pausada y sistemática sobre fundamentos e implicaciones de problemas y cuestiones de enorme relevancia para la vida de los individuos y las sociedades.

La filosofía puede desaparecer del currículo de la educación secundaria, pero no de la vida de la gente. Si la filosofía desaparece de la educación secundaria española, no por ello desaparecerá de nuestras vidas, pero mucha gente carecerá de referentes para pensar un poco más despacio sobre los problemas filosóficos. La filosofía se seguirá cultivando, pero de forma más minoritaria y elitista. Y tendremos una sociedad un poco más pobre intelectual y espiritualmente.