Sólo a través del saber, del conocimiento profundo mediante una adecuada educación, y el estudio de la ética de manera constante y paciente es como se llega a combatir la codicia, la avaricia y el anhelo de poder, deseos que rodean al poder y que han seducido al hombre, lo mismo en Oriente que en Occidente, en los últimos cinco mil años.

Sólo cuando el futuro gobernante alcanza el equilibrio y dominio de sí mismo, está en capacidad de gobernar. Quien participa en la vida de la comunidad debe actuar necesariamente en favor de su comunidad. Las actividades del político conforme a los valores de servicio público determinan la felicidad del Estado.

La teoría política señala que “Hay tres cualidades que deben poseer los que han de desempeñar las supremas magistraturas: la primera es la lealtad a la Constitución establecida; la segunda, capacidad para las responsabilidades del cargo, la tercera, poseer virtud y justicia.” La Lealtad se refiere a estar comprometido con el Estado al que se pertenece, con la comunidad política. La Capacidad habla de poseer los elementos idóneos para el cargo y gobernar dando resolución a las demandas ciudadanas. El tercer elemento, no menos importante, se refiere a la Posesión de virtudes éticas para saber gobernar. De las tres, tal vez la tercera es la más difícil de alcanzar. Cuando un gobernante se prepara con ética y sabiduría, logrando ecuanimidad y prudencia, alcanza lo que los antiguos denominaban “el principio recto” y por medio de éste sabrá discernir lo que es conveniente o nocivo en la acción de gobierno.

Platón, en La República, también destaca la importancia de la formación de los gobernantes, al respecto señaló: “Adelante, pues, y como si estuviéramos contando mitos, mientras tengamos tiempo para ello, eduquemos en teoría a nuestros hombres” En otro momento también escribió: “No debemos permitir que los varones que educamos sean sobornables o apegados a las riquezas.”

Cicerón decía que “aquellos a quienes la naturaleza concedió aptitudes y medios para gobernar... a estos hombres de Estado le son tan necesarios, y posiblemente más que a los filósofos, la fortaleza y el desprecio de los bienes exteriores así como la tranquilidad de espíritu y un ánimo sereno y no agitado de preocupaciones, puesto que no han de estar ansioso por el futuro y han de vivir con gravedad y firmeza”.

Max Weber (1984, 178) al referirse a las características de quien aspira a la vida pública escribió: “La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para las que se requiere, al mismo tiempo, fervor y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. Pero para ser capaz de hacer esto no sólo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible. Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se encuentra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un ; solo un hombre de esta forma construido tiene “vocación” para la política.”

Algunos ejemplos que ilustran la importancia de la ética en la formación de los gobernantes en distintas culturas y momentos históricos, son los siguientes:

El origen del candidato. En la cultura romana, aquellos individuos que deseaban aspirar a ocupar cargos públicos se preocupaban desde temprana edad por emprender acciones nobles que les dieran reputación, prestigio u honor a fin de gozar de la credibilidad y confianza de la gente con la que vivían. Estos individuos, en el momento de promoverse para un cargo de elección, se vestían de blanco, pues este color simbolizaba pureza, palabra que a la vez se traduce en “candidez”, por lo que aquél que aspiraba a un cargo público debía ser el más puro, el más limpio, el más cándido. Ésta denominación dio origen al término “candidato” en política.

La elección de los gobernantes. Antes de la conquista de México, en las culturas pre-hispánicas para elegir al gobernante, primero se congregaba un número de jueces formado por hombres sabios, ancianos, notables, quienes debido a su edad poseían la prudencia y experiencia necesaria para saber elegir al candidato idóneo que supiera guiar a su pueblo. Este consejo de ancianos deliberaba y concertaba antes de elegir. Para tal elección se tomaban en cuenta las siguientes calidades: el elegido debería ser virtuoso, respetado, debería de tener nobleza, no debería amar en exceso la vida, no debería dejarse adular, corromper ni sobornar, debería ser restaurador e impulsor de las tradiciones de su pueblo, con pleno uso de sus facultades, prudente, valiente, de buena y recta educación, de buen hablar, de buen oír, que supiera estimar a la gente y que poseyera sensibilidad. Para el elegido existían ceremonias destinadas a recordarle los deberes hacia su pueblo: “Se conducía al nuevo dignatario (futuro rey) a una parte del templo, donde permanecía. Se sentaba de día en el desnudo suelo, y sólo por la tarde se le daba una estera para reclinarse; por la noche iba al sagrario a horas fijas para quemar incienso, y los cuatro primeros días no dormía más que algunas horas. Cerca de él había guardias que cuando se adormecía le punzaban las piernas y los brazos con espinas de maguey, dirigiéndole estas palabras: . De esta manera, quien resultaba elegido era un hombre de cualidades muy grandes por lo que era querido, admirado y respetado por su pueblo. Precisamente, como era considerado el mejor, se subordinaban a su mandato y le mostraban lealtad.”

El valor de la virtud en los gobernantes. En la antigua China (siglo V a. c.) el sabio Confucio se dedicó a transmitir la importancia de la virtud en los gobernantes a través de enseñanzas como la siguiente: “En cierta ocasión un discípulo hizo la siguiente pregunta: ¿Cómo hacer para enseñar a los hombres que cuando uno adquiere la virtud, se adquiere el verdadero poder personal? El maestro, tomando su bastón y dibujando círculos dentro de otros círculos en la arena, dio la siguiente lección: . Al terminar, el maestro se levantó y se fue a su trabajo. El estudiante, asombrado por la enseñanza, cerró los ojos y se quedó meditando en las palabras de Confucio.”

Estos ejemplos muestran que en las culturas antiguas, aún en épocas y lugares diferentes no había ninguna duda respecto a la importancia y vinculación de la ética y la política. Tenían claro que quien ejerciera la política debía contar forzosamente con una formación acompañada de valores para poder tener un gran sentido de justicia.

Platón escribió que los filósofos deberían reinar en los Estados, pero al ser consciente de que eso no podría ser, porque aquellos que aman el conocimiento se entregan a él de forma completa sin anhelar el poder, exhortaba a los gobernantes a buscar la sabiduría de forma profunda y verdadera. Advertía que de no coincidir ambos elementos, el poder político y la búsqueda de la sabiduría, en una misma persona: “No habrá fin de los males para los Estados, ni tampoco para el género humano.”

 

Comentarios


Formacion etica del gobernante

Domingo, 30 Octubre 2011 17:45
Mercedes Izaguirre Garitano

Tal y como se ve en el articulo a traves del recorrido historico que se hace, la educacion en las virtudes eticas evitando la adulacion el soborno y la ambicion son de suma importancia. Cultivar estas virtudes en un mundo donde el capitalismo y el consumismo dominan me parece un trabajo muy arduo ya que se contraponen. Para poder hacerlo seria necesario cambiar la base de los valores contemporaneos.

Los politicos son el reflejo de la sociedad

Martes, 01 Noviembre 2011 22:55
Gorka Iturzaeta Arbillaga

Por lo tanto a una sociedad mediocre, le corresponde políticos mediocres. Por eso la vinculación entre la ética y la política sería resultado de una sociedad civil activa y responsable en toda dimensión social. Una sociedad de ciudadanos comprometidos con los bienes públicos, involucrados en crear una sociedad justa y solidaria, capaces de crear filtros socio-culturales que aupen a las personas virtuosas al liderazgo.
Para ello necesitamos recuperar al ciudadano como máxima expresión de la palabra. Mientras tanto, si seguimos recompensando la picaresca, trampeando en los niveles mas básicos de la vida y no responsabilizándonos de todo ello, seguiremos teniendo políticos que lo reflejen.