Antonio Casado da Rocha: Bioética para legos. Una introducción a la ética asistencial. (Prólogo de José Antonio Seoane). México/Madrid: Plaza y Valdés/CSIC, 2008.

LAS COSAS DE LA BIOÉTICA, por Begoña Simón Cortadi (UPV/EHU)

Bienvenida sea la idea, llevada en este caso a la práctica por Antonio Casado da Rocha, de publicar un libro de bioética dirigido a los legos, es decir, a quienes no poseen conocimientos especializados sobre esta materia. Al centrarse en la ética asistencial, entendida como “la parte de la bioética centrada en las relaciones de cuidado y asistencia” (p. 30), esta publicación se convierte en un intento de ofrecer a los usuarios y pacientes, es decir, a todos nosotros, herramientas que nos faciliten y permitan ser parte activa de la relación clínica y, por tanto, contribuir a hacer de la bioética una materia viva. Como dice Diego Gracia y recoge Casado en su introducción, la bioética no puede reducirse a los límites de los Hospitales y las Facultades de Medicina.

Tras introducirnos en el amplio territorio de la bioética, el autor dedica los primeros tres capítulos a propiciar un acercamiento a esa provincia suya llamada ética asistencial y nos familiariza con sus principios, conceptos y procedimientos. La teoría expuesta en esta primera parte se pone en práctica en los capítulos centrales. En ellos se aplica la metodología de Diego Gracia al análisis de los casos derivados de las historias narradas en tres películas, a partir de las que profundiza en los dilemas éticos que atañen a los tres vértices de la relación asistencial (paciente, sociedad y profesional sanitario). La última parte está dedicada a los problemas éticos del final de la vida, como si, de esta manera, el mismo libro fuera una historia más, una narración que también llega a su fin.

Esta publicación contiene diversos elementos que lo convierten en atrayente, comenzando por el principio, es decir, por el prólogo de José Antonio Seoane, interesante y sobre todo, diferente, o por lo menos, no al uso. Pocos prólogos se proponen, como lo hace éste, acompañar la lectura o dialogar con el libro “ordenando y glosando dichos caracteres para presentar una anatomía de la relación asistencial” (p. 12). Este, además, lo consigue, convirtiéndose así en un valioso material “extra” que aporta claves para entender el libro entero.

Otro elemento a destacar es la ya citada utilización de recursos literarios y cinematográficos para aplicar el proceso deliberativo a casos concretos. Con esta decisión, Antonio Casado pone en práctica la propuesta de quienes defienden que las narraciones “nos ayudan a desarrollar tanto la capacidad de empatía (...) como los hábitos de la deliberación (escuchar, estar abierto a las razones de los otros, contemplar perspectivas diferentes, tener en cuenta los intereses de todos los implicados y estar siempre dispuesto a cambiar en virtud de los mejores argumentos” (*). A diferencia de Seoane, que escoge los recursos literarios en detrimento de los cinematográficos, considero que la utilización de películas conlleva una ventaja, y es que probablemente hay muchos más lectores potenciales que han visto Mi vida sin mí, Mar adentro o Hable con ella, que los que han leído las historias de Tolstoi o de Lorrie Moore, que también son utilizadas en este libro para ilustrar diferentes formas de concebir la relación asistencial. Esa es la ventaja del cine, a tener en cuenta en un libro de divulgación dirigido a legos.

El capítulo dedicado a Mar adentro ofrece además la oportunidad, a todas las personas que no hemos tenido la oportunidad de leer el guión de la película, de descubrir o quizá más bien de redescubrir el personaje de Julia, al que sus propias dudas y confusión llenan de matices interesantes. Julia ofrece una vivencia diferente a la de Ramón Sanpedro de la enfermedad y la invalidez, enriqueciendo de este modo el debate y la reflexión. Por ello considero un acierto centrar en este personaje, y no en el protagonista, el análisis del caso.

Junto al cine, como no podía ser de otra manera, el libro también hace referencias al potencial divulgativo de la televisión. Desde que en 1996 se estrenara en nuestro país Urgencias, las series situadas en hospitales y con pacientes y profesionales sanitarios como protagonistas, bien sean de firma propia o extranjera, se han ido sucediendo, y con gran éxito por cierto: Hospital Central, Anatomía de Grey, MIR, Sin cita previa, Médicos de Los Angeles....y House. El uso que se hace en este libro de las tan populares y provocativas frases del doctor Gregory House como pretexto para introducir temas de tal calado como los modelos de relación clínica o el concepto de muerte digna, es un ejemplo de los recursos que ofrece el medio televisivo, hasta el momento generalmente desaprovechados.

Coincido con Seoane en que los capítulos pueden leerse de manera no lineal, siguiendo las propias preferencias; en mi caso me decanto por el referido a la dependencia, en concreto al apartado que trata sobre la vulnerabilidad y el cuidado, en el que Casado cita la obra de Eva Kittay. La reflexión de esta filósofa sobre la discapacidad, las personas dependientes y sobre el “mito de la independencia” resulta sumamente enriquecedora. Eva Kittay opta por el uso del binomio dependencia/independencia y no el de autonomía/dependencia, citado en otra parte del mismo capítulo. Un concepto, la autonomía, que a mi entender, y según se desprende de algunas citas recogidas en el libro, puede resultar más polémico o por lo menos de dificultosa definición.

Es quizá en este punto donde el texto puede presentar algún problema, y es que en alguna ocasión la argumentación exige un nivel teórico difícil de mantener para un lego. Es indudable que la autonomía tiene cierta relación con términos como la dependencia, (acaso en este sentido podrían haber sido capítulos seguidos), la discapacidad, la salud, la enfermedad, etc, pero considero que el modo en el que en ocasiones se relacionan puede despertar ciertas dudas.

Por ejemplo, al hablar de la autonomía se dice que este concepto, definido en el mismo apartado como la capacidad de dirigirse a sí misma de una persona (p. 82), y el de salud, se necesitan mutuamente (p. 85).  A continuación se recoge una cita de Alfred Tauber en la que dice que el paciente es autónomo en la medida en que tenga salud y sea consciente de la coherencia y razonabilidad de sus decisiones. ¿Cómo deben, entonces, interpretarse esas palabras? Quizá el primer paso sería especificar cuál es el concepto de salud del que aquí se habla, porque de lo contrario, si la salud es un elemento indispensable y necesario para poder hablar de autonomía, ¿el que un paciente tenga una enfermedad implica que, aunque sea consciente de la coherencia y razonabilidad de esas decisiones, no es autónomo? Entonces, un paciente (no digo por lo tanto únicamente usuario) nunca podría ser autónomo, ya que el hecho de ser paciente supone que sufre una enfermedad, dolencia o problema de salud. Si esto fuera así, y llevando el razonamiento a extremos, el paternalismo médico estaría plenamente justificado y no tendría demasiado sentido hablar del respeto a la autonomía del paciente. 

Todos estos interrogantes, probablemente reflejo de la propia dificultad que entraña la definición de la autonomía y que se desprende de este libro, quedan en el aire a la hora de cerrar sus páginas, pero esto quizá es cosa de la bioética, sea o no para legos....

* Beatriz Ogando y César García: “De Aristóteles a Amenábar: ética narrativa, cine y medicina”. Atención Primaria 40 (9), 470.

Bibliografía